El presente invita a no desear el futuro. El porvenir se vislumbra en el horizonte más turbio que nuestra rabiosa actualidad.
Tras la Segunda Guerra ... Mundial, el llamado primer mundo se las prometía felices y aún más felices tras la caída del Muro de Berlín. Incluso algunos países del llamado tercer mundo se convirtieron en potencias emergentes. El cielo en la tierra se tocaba con los dedos. Entonces llegó 2008 y la burbuja de prosperidad estalló. Desde entonces el primer mundo se arrastra de crisis en crisis y su sociedad de la opulencia ha dado paso a la sociedad de la escasez.
Y es que el inexorable cambio climático está generando cambios socioeconómicos y hasta políticos. En una entrevista publicada ayer sábado en este diario, el meteorólogo de la Aemet Rubén del Campo advierte: «Lo cierto es que el clima del Sáhara se está trasladando hacia Europa. Se pronostica que a mediados del siglo XXI un verano normal será tan intenso como el que estamos viviendo este año, que ha sido uno de los más calurosos. Lo que ahora es extraordinario será lo normal. Tendremos que enfrentar, en 30 o 40 años, veranos tórridos y periodos de sequía más extensos. El agua será un recurso más escaso».
Y no solo escasea cada vez más el agua, sino también la energía y hasta alimentos básicos cuyos precios se han vuelto prohibitivos. Así, de forma paralela, el clima económico 'sahariano' también se está trasladando al primer mundo, donde los periodos de crisis, como las sequías, serán cada vez más frecuentes y prolongados, y el dinero, como el agua, será un recurso más escaso y más concentrado en pocas manos, abriéndose más y más la brecha entre pobres y ricos.
Como efecto de esos cambios socioeconómicos se están produciendo cambios políticos. Nuestros (ir)responsables públicos ya no administran la riqueza, sino la escasez como norma, y socializan pérdidas, aunque los que pierden más siempre son los mismos. Así, el Estado interventor ha vuelto al primer mundo, cuando se le daba por muerto, y ha provocado una reacción nacionalpopulista disfrazada de libertaria que amenaza la democracia liberal al, paradójicamente, grito de ¡libertad!
Pero, como dice el filósofo Jorge Freire siguiendo a Sócrates en una entrevista publicada por 'Filosfía&Co', «solo es libre quien sabe gobernarse» y no se deja arrastrar por ese «narcisismo individualista» que fomentan las redes sociales y los libros de autoayuda y del que se alimenta ese falso libertarismo nacionalpopulista. Pues, subraya Freire, «pensar que uno se basta y sobra, que a nadie debe nada, que es el único artífice de su ventura, es como marcar gol y pensar que no precisas del concurso de los otros diez jugadores».
Para Freire el símbolo de nuestra época es el 'hartosopas'. «Este castizo personaje –explica–, en tiempos idos, nunca salía de casa sin llenarse el jubón de migas y engrasarlo con tocino, aun cuando no tuviera dos reales. Era su forma de patentizar que no era pobre, puesto que iba harto de sopas. Hoy se pringaría el blusón de salpicaduras y lo enseñaría en Instagram». Es lo que pensador madrileño denomina «la democratización del señoritismo», que corre pareja al empobrecimiento de la clase media. Una clase media que esconde su pobreza en nuestra sociedad de las apariencias y la escasez endeudándose hasta las cejas. Pan para hoy y hambre para mañana.
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