Una ciudad en pausa
Análisis ·
La sensación de los últimos meses en Cáceres es de parálisis, como suele ocurrir cada vez que hay un cambio de gobiernoSiempre que hay un cambio de gobierno, ya sea local, regional o nacional, parece que estamos condenados a varios meses de parálisis. Puede que se ... trate solo de una sensación derivada de la necesidad de reajustar y volver a poner en marcha la maquinaria de toma de decisiones por parte de personas que son nuevas en sus cargos, pero resulta un poco frustrante ver cómo proyectos que venían rodados de repente se frenan o se retrasan sin que se sepa muy bien por qué. En Cáceres esto es más que evidente porque además el relevo de gobierno ha sido doble, en el Ayuntamiento y en la Junta de Extremadura, de la que dependen muchas inversiones relevantes, como la finalización de la Ronda Sureste, el museo de la música del Madruelo, la reforma del centro de salud Plaza de Argel, la reconversión del antiguo Hospital Provincial o los trámites para la construcción del Centro de Ibérico de Investigación en Almacenamiento Energético. Podríamos incluir además la segunda fase del Hospital Universitario, cuyo proyecto se ha adjudicado por fin esta semana con un retraso considerable respecto a las previsiones.
La falta de explicaciones oficiales convincentes a estas demoras no hace más que acentuar la sospecha de que todo se para simplemente porque cambia el jefe (con su ejército de colaboradores), sin que existan realmente motivos de carácter técnico o administrativo. Los responsables de grandes inversiones privadas inmersas en procedimientos que dependen de la administración también lo sufren y se quejan, pero solo en conversaciones 'off the record', y al final se resignan a seguir esperando porque les interesa estar a las buenas con los que tienen que decidir. «A todo lo que hemos dicho hasta ahora, súmale tres meses», decía tras saberse los resultados de las elecciones de mayo un directivo de uno de esos grandes proyectos previstos en Cáceres, que se ha visto otras veces en las mismas y sabe que siempre pasa igual porque en estas situaciones poco importan los colores políticos.
Los famosos cien días que según la tradición se deben dar a los nuevos gobiernos antes de empezar a analizar su gestión cada vez se quedan más cortos. Tampoco ayuda, en el caso de Cáceres, que el recién elegido alcalde se tomara en agosto, apenas mes y medio después de asumir el cargo, tres semanas de unas vacaciones que ni siquiera le había dado tiempo a generar y con la mesa del despacho llena de asuntos pendientes que requerían su atención. Luis Salaya hizo lo mismo en su primer verano como alcalde, aunque la mitad de tiempo.
Tarde o temprano terminará este modo pausa y la rueda volverá a girar. Mientras tanto, paciencia.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión