Durante muchos días todos los medios de comunicación se han hecho eco de la resolución de la titular del juzgado de instrucción número 3 de ... Badajoz de sentar en el banquillo al hermano del presidente del Gobierno, David Sánchez, a Miguel Ángel Gallardo, hasta hace poco presidente de la Diputación de Badajoz y secretario general de los socialistas extremeños. Esta resolución ha tenido mucha difusión al tratarse del hermano del presidente del Gobierno. Pero aún más eco ha tenido el aforamiento del secretario general del PSOE regional, al haber entrado como diputado en la Asamblea de Extremadura.
Lógico que el secretario general del PSOE dejara la presidencia de la Diputación de Badajoz y diera este paso. Aunque afirmara con anterioridad que él nunca entraría en esta Asamblea. Ha reflexionado y simplemente se ha producido un cambio de opinión. Así puede debatir con la presidenta de la Junta de Extremadura y ser más conocido por los ciudadanos, además de exponer sus opiniones sobre los temas de actualidad. Nada que objetar. Alberto Núñez Feijoó lo hizo igualmente, aunque las circunstancias son distintas, Feijoó no estaba inmerso en ninguna causa procesal y Gallardo sí.
El problema radica en el momento y la forma en la que ha entrado a formar parte de la Asamblea. Entiendo que si está implicado en una investigación judicial y afirma que no ha cometido ninguna irregularidad («el que nada hace, nada teme», ha afirmado) no debería haber tomado esa decisión. Pues defiéndete con «gallardía» y una vez absuelto te incorporas a la Asamblea con el beneplácito y aplauso de la sociedad. Pero además la forma en que se ha llevado a cabo esa entrada no ha sido de lo más elegante que digamos. Se salta a tres compañeros, hace dimitir a la persona que ocupaba el escaño y en compensación la propone como subdelegada del Gobierno en Badajoz, desplazando a su vez a otra persona que venía desempeñando ese cargo. Todo ello deja mucho que pensar. ¿Es o no el señor Gallardo aforado de cara a la instrucción judicial. Al ser esta anterior al aforamiento? ¿Ha habido una maratón entre el señor Gallardo y la jueza para ver quién registraba o dictaba antes? ¿Se elevará toda la causa al Tribunal Superior de Justicia de Extremadura? ¿Prosperará la demanda de Vox por considerar esta entrada un fraude de ley? Debe ser un caso juridícamente apasionante, pero moralmente inaceptable. Esta actuación habrá sembrado desencanto en muchos militantes y simpatizantes de este partido e incluso división interna. Un PSOE dividido no es bueno para el partido y no es bueno para Extremadura.
Decía Voltaire que «la política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria». Lo que hace no muchos años era impensable, al prevalecer o primar los comportamientos éticos, hoy se acepta. La ética parece que ya está en desuso en las formas de ejercer la política. Los militantes de los partidos están inmunizados y admiten todo tipo de comportamientos de sus líderes sin ningún tipo de rubor. Y la población, no es que esté inmunizada, es que pasa de todo y le da igual estos cambios de postura, desmanes y fechorías. La credibilidad de todas las instituciones públicas está en entredicho. Es urgente y necesario un proceso de generación democrática para evitar este deterioro institucional.
Los militantes socialistas seguro que estarán en desacuerdo, en su fuero interno, con la actuación de su secretario pero el «aparato es el aparato» y cualquiera alza la voz. Esto puede ser lo que haya hecho el delegado del Gobierno, José Luis Quintana. Alzar la voz ante una injusticia. La actuación de Quintana ha sido valiente, digna y repleta de «gallardía». Su afirmación es contundente: «No, mire usted, la subdelegada la nombro yo y para mí es una excelente profesional y cuenta con mi apoyo, por lo que seguirá de subdelegada». Actuación valorada por la ciudadanía, pero seguro que ya habrá movimientos de la «maquinaria fiel» a los que tienen el poder para cortar la cabeza del delegado: aunque tal vez a quien habría que cortar la cabeza políticamente hablando sería a otras personas. Cabría preguntarse si otros han tenido el mismo pundonor que el delegado. Quintana fue un buen alcalde de Don Benito pero se le criticó por ser amigo de Pedro Sánchez. A las personas públicas se les debe valorar o criticar por sus actuaciones, sus hechos y logros, no por las amistades que una persona pueda o no tener.
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