Grafiti, arte o castigo, contracultura o incultura
Tribuna ·
El movimiento grafitero está fuertemente vinculado con la protesta y el inconformismo, pero en la actualidad asistimos a una banalización grosera del movimientoCecilio J. Venegas Fito
Farmacéutico
Jueves, 26 de diciembre 2024, 07:48
El fenómeno social del grafiti ha evolucionado mucho en los últimos tiempos. En un principio, se trataba de meras firmas de grafiteros para, más adelante, ... convertirse en obras mucho más ambiciosas y complejas.
Precisamente es este desarrollo actual de la técnica el que nos lleva a preguntarnos si el grafiti tan masivo hoy es arte o castigo. Si forma parte de la cultura, de la contracultura o directamente de la incultura.
En mi mismo entorno puedo contemplar diariamente, en la calle de la Bomba de Badajoz, en el muro del instituto Zurbarán, diversas copias con obra de grafiteros míticos. En concreto, la galería corresponde a reproducciones del fabuloso Bansky que aúnan la contradicción comunicativa, la fuerza de la denuncia, y la queja por la irracionalidad de la violencia. La denuncia social en suma por un mundo más justo, menos consumista y más humano. Todo ello muy cerca, por ejemplo, de la paradoja visual que supusieron las imágenes de los claveles en las bocas de los fusiles de la Revoluçao.
Por lo general, cualquiera de estas imágenes visuales se corresponde con lo que, en retórica, se llama diasirmo, una especie de figura que se enuncia ponderando en el discurso una cosa baja y ridícula; y es, a veces, como una hipérbole sarcástica.
Un ejemplo, en el siglo XVIII, sería este verso de Juan de Iriarte: «El señor don Juan de Robles / con caridad sin igual, / hizo este santo hospital... / y también hizo los pobres».
Volviendo al tema del grafiti, este exhibe ejemplos encontrables por los que se tiene constancia de este tipo de pinturas en el antiguo Egipto, la Roma clásica o la Edad Media. También un corazón con dos iniciales en un árbol, o en la arena pudiera considerarse una arcaica y tierna expresión grafitera. Pero generalmente, concebimos el grafiti como un fenómeno contemporáneo originado en el Nueva York de los años 60, y, aunque, no obstante, existieron grafitis mucho más antiguos, correspondientes a otras realidades, resultan estos de hoy en día hijos del existencialismo y de movimientos culturales urbanos.
El movimiento grafitero está fuertemente vinculado con la protesta y el inconformismo, y si bien existen ejemplos como los anteriormente expuestos, de clásicos y considerados Muelle, Diego AS, JM Brea, Lula Goce, Bifido, o Chino, al día de hoy asistimos a una banalización grosera del movimiento.
Basta transitar por muchas de nuestras autovías para encontrar los arcos de los puentes, los muros de las fachadas e incluso ya las tapias de los cementerios llenos de grafitis y pinturas al espray o directamente a la brocha que, con una tipografía asombrosamente banal y torpe, más parecen hijos de las inscripciones de las puertas de los urinarios que reflejo cultural. Y es que además la vandalización de espacios empieza a invadir también los aparatos de control de las autopistas.
Para que alguna de estas manifestaciones tengan contenido más allá de quedar reflejado el viejísimo «Pepe estuvo aquí» o el también anterior «Vivan los quintos del 62», es necesario que las pintadas reúnan, quizá, alguna de estas características: originalidad, o sea, lo opuesto a la tan extendida mediocridad, donde basta componer una firma o acrónimo para laurearse como grafitero. Crítica social, demostrativa de verdadero compromiso. Y finalmente, valor pictórico, entendido este como hijo de nuestro tiempo y de su propio marco conceptual.
El grafiti no suele ser una manifestación aislada. Forma parte del hip hop, una cultura originada en el sur del Bronx y Harlem, en la ciudad de Nueva York, por afroamericanos y latinoamericanos durante la década hippie de 1960.
Si bien el término «hip hop» se usa a menudo para referirse a la música y al estilo de vida, se considera que el hip hop no solo se circunscribe al ámbito musical y, por el contrario, consta de cuatro principales elementos: rapeo (recitar o cantar), turntablism o DJing (auditiva o música rap), breaking (baile) y grafiti (pintura).
¿De dónde deriva su nombre? Según una explicación, el término combina el término hip, que significa «moderno» o «a la moda», con el movimiento de salto hop.
Otros autores lo hacen derivar del acrónimo «Her Infinite Power Helping Opressed People», algo así como «el infinito poder para ayudar a gente oprimida». También se cree que puede ser de «Having Inner Peace Helping Others Prosper» o «tener paz interior para ayudar a los demás a prosperar».
Sea como fuere, el fenómeno social, cultural, estético en su innovación y exponente de su contenido rompedor que ha caracterizado al movimiento suele estar bastante alejado en los generalizados ejemplos anteriores, que pudiéramos considerar «de brocha gorda». Quizás por una necesidad masiva por parte de muchos de sus practicantes de demostrar y demostrarse incluidos en un tipo de vida, clanes, rollos, crews y grupos y unas normas conductuales que pueden quedar patentizadas con la adquisición de un aerosol, y la vía libre que proporciona el poder usarlo sin tasa y sin control en todo tipo de superficie publica o privada.
Aunque puede que sea, también y de ese modo, esta circunstancia, una expresión demostrativa de nuestra ramplona y criticable mediocridad social.
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