El bipartidismo extremeño

Porque, además, en Extremadura los bi-mandamases siguen siendo los mismos que cuando irrumpió la nueva política en los tiempos en los que hablar de vacunas significaba o que tenías niños o que tenías gripe. Aunque ambos tengan sus dolores de cabeza.

El de Fernández Vara se llama Valdeflores. O litio. O mina. Él dirá que no, pero al final le han torcido el brazo y ha metido en un cajón su tesis de que Extremadura debe garantizar ante todo seguridad jurídica a cualquier proyecto empresarial que le llegue. La Junta ha dicho esta semana que no a lo mismo que en el pasado dijo que sí. Pero enfrentarse estos días al titular de que se concede una autorización, aunque sea un trámite más en un camino aún muy largo, y a los compañeros socialistas de Cáceres, que están muy pesados con el tema, ha resultado demasiado. Total, si el asunto va a acabar en los tribunales. Cuando la covid ya tenga una completa bibliografía, seguiremos hablando de Valdeflores.

El de Monago, su dolor de cabeza se llama próximos congresos. Empieza el desfile de nombres de posibles candidatos para tomar las riendas en la provincia de Badajoz (en Cáceres parece asumido que el tándem Pizarro/Ballestero es el fuerte). De cómo queden repartidas las fuerzas a la hora de sustituir a Fragoso podrán extraerse muchas conclusiones para la cita principal, el próximo congreso regional, el que de verdad decidirá si el PP extremeño cambia de rumbo y de caras. Seguramente, en las próximas fechas irán saliendo nuevos nombres que esperan su momento.

Pero ya ven, aquí hablando del PSOE y del PP. Y qué pasa con Podemos, con Ciudadanos, con Vox, con la nueva política en definitiva, que nunca llegó del todo a los pueblos extremeños. La visión urbana de los aparatos de estos partidos, su sentido tan vertical del ordeno y mano, su desprecio a las estructuras territoriales tratadas como meras delegaciones para acarrear votos y cuotas, como el que tiene un punto de recogida para los pedidos de Amazon, ha impedido que cuajen realmente en Extremadura, y no digo que fuera tarea fácil. Pero parece que se empeñan en tirar a la basura el trabajo realizado en ese sentido por quienes, efectivamente, se esforzaron en ser alternativa al bipartidismo en la comunidad.

Es curioso, pero puede que Ayuso al final tenga razón: Madrid es España dentro de España. O algo así, que dijo. Porque el 4 de mayo, un martes cualquiera del calendario hasta que los murcianos decidieron liarla parda, puede marcar la despedida de Ciudadanos y ya veremos qué sucede con Vox, oscilante entre entrar por primera vez en un Gobierno o no entrar siquiera por el torno del Parlamento. Y qué pasará con Pablo Iglesias y su reconquista. Y los efectos de ese Madrid, lugar de libertad o libertinaje, según quién opine, pueden irradiarse al resto de territorios, bien reforzando el bipartidismo, bien dando nuevo aliento a las coaliciones de gobierno. Un 4 de mayo que Extremadura celebrará su debate del estado de la región, pero que, en realidad, estará más pendiente de lo que suceda en la Puerta del Sol.