El sexo de los ángeles
Ahora, los creyentes milenial son «swifties» y adoran a una diosa que llena estadios y que, en vez de duplicar el vino, multiplica el PIB de allá por donde predica
Ana Zafra
Lunes, 3 de junio 2024, 07:27
El Vaticano va a canonizar al primer santo «milenial», conocido como 'el influencer de Dios', un joven fallecido a los quince años que dedicó su ... corta existencia a extender la palabra del Señor por Internet. Lo que vendría a ser una modernización de la virtualidad que siempre ha triunfado entre los creyentes.
Aunque la historia sea triste es casi la única noticia positiva que últimamente escuchamos de esta Sagrada Institución
Y es que la Iglesia anda bastante revuelta. En España, por ejemplo, asistimos al culebrón de las monjas rebeldes de Belorado en lo que sería el primer cisma del siglo XXI. La historia tiene de todo: trama inmobiliaria (origen y causa de la supuesta escisión); un pretendido obispo que se declara «duque imperial, príncipe elector del Sacro Imperio Romano Germánico y cinco veces grande de España»; un falso cura, anteriormente presidente de la 'Asociación de bármanes de Bizkaia' y unas hermanas okupas cuyas trufas son de pecado mortal. Ni Berlanga hubiese podido inventar una trama más chusca.
La vida monacal es dura. Que se lo pregunten a Sor Marta, una monja de clausura que triunfa en redes sociales –¿clausura no incluye Internet?– quien en su canal de YouTube explica los trucos para gestionar sus deseos sexuales. Básicamente, pensar en otra cosa. Vamos, como suele pasarnos a los no célibes cuando estamos muy ocupados.
Luego está Bergoglio, a quien algún nuncio ha pillado en un 'renuncio'. A pesar de su modernidad, por la que algunos ¡¡sacerdotes!! ultra conservadores rezan para que se «vaya al Cielo cuanto antes», Su Santidad pidió controlar que entren más seminaristas homosexuales. Hay demasiado «frocciagine» –«mariconeo»– dijo, palabra que tachan de despectiva quienes no han caído en que peor hubiese sido que lo dijese en su idioma natal: nunca compitas en insultos con un argentino, son imbatibles.
Esa manía eclesiástica por la castidad no puede traer nada bueno. Desde siempre ha existido la figura del ama que 'cuidaba' al cura, la sobrina que le acompañaba o aquello de «nunca digas… este cura no es mi padre». Todo normal. Lo peor ha sido cuando tanta represión ha emergido en forma de abusos y pederastia que han ensuciado la imagen de una institución en la que también hay muchos otros realizando una gran labor social.
Entre tanto, el Vaticano ha actualizado su guía para determinar qué es milagro y qué no. Los no iniciados sabemos mucho de eso. La multiplicación de panes y peces es un chiste comparado con llenar la nevera cobrando según qué sueldos; la curación de enfermos, teniendo en cuenta las listas de espera, se está convirtiendo en asunto de fe y las apariciones virtuales, tipo hologramas, se han vuelto habituales.
Y es que para lo de amor y amistad ya no se lleva ser «Jesus-liever». Ahora, los creyentes milenial son «swifties» y adoran a una diosa que llena estadios y que, en vez de duplicar el vino, multiplica el PIB de allá por donde predica.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión