Ambigüedades
MIDIENDO LAS PALABRA ·
ANA ZAFRA
Lunes, 13 de marzo 2023, 08:35
No sé ustedes, pero servidora, en esta sociedad acelerada, con la fragilidad mental llamando a la puerta de nuestras neuronas, vive en un sinvivir a ... causa de una constante búsqueda de certezas. Convencida de que la seguridad es el último refugio del Homo (Homa? Home?) modernensis, intento reafirmarme en aquello en lo que siempre he creído. Sin embargo, últimamente, todo parece oscilar cual barco que moviese mis más ancladas certidumbres.
Y no me refiero a la seguridad física, que también. Ni siquiera a la fiscal, esa por la que Ferrovial, cuyo pingüe capital proviene mayormente de ordeñar nuestra piel de toro, dice verse impulsado –o mejor «tentado»– a emigrar a Flandes (que también pudiera ser por ahorrarse impuestos o, incluso, por un patriotismo nostálgico destinado a recuperar territorios del antiguo imperio patrio).
Busco certezas, sobre todo, anímicas, que proporcionen algo de confort mental. Y es que vivimos persuadidos de ciertas verdades inamovibles y un día, ¡zas!, te las cambian.
Busco certezas que proporcionen algo de confort mental. Vivimos persuadidos de ciertas verdades inamovibles y un día te las cambian
Me pasó, por ejemplo, cuando nos convencieron de que pagar con euros equivaldría a pagar con pesetas, mientras veíamos «redondear» el café más que su taza y pasar de veinte duros a costar 166 pesetas. En mi caso, que padezco de hiperasia (comprar mucho en los «supermercados asiáticos») y que además soy bilingüe, monetariamente hablando, sigo empeñada en «traducir» aquello que me venden como ganga. Mis principios «botejaras» aún se tambalean al pagar quinientas pesetas por, pongamos, un rollo de celofán.
Vivimos rodeados de inseguridades. Servidora, sin ir más lejos, toda la vida se ha creído feminista. Sin embargo, el pasado día 8 caí en la duda. Pensaba que, con defender la igualdad en derechos, luchar por la paridad, educar en el respeto, pretender no tener miedo al salir sola, cobrar lo mismo que un hombre, hacer las mismas tareas, ser libres... y otras fruslerías semejantes, mi feminismo quedaba demostrado. Pero hete aquí que ahora, como me parece bien arreglar una ley que permite rebajar penas a los delincuentes sexuales, aunque, a la vez, siempre he considerado mujeres a quienes han elegido serlo, incluso en contra de su partida de nacimiento, ya no sé si lo soy o no.
Claro que el terreno de la ideología es un suelo movedizo. Como el caso de ese referente comunista, Ramón Tamames, que de ser más rojo que el pintalabios es presentado ahora como el salvador de la patria por un partido de extrema derecha. Y si, encima, cuando ya nos habíamos hecho a la idea, resulta que empieza a defender argumentos contrarios al partido que lo presenta. Como si el péndulo de un reloj en lugar de oscilar empezase a dar vueltas.
Y, por si fuera poco, hasta la RAE, en vez de, fiel a su lema, «fijar», deja al adverbio «solo» en el limbo de la tilde diacrítica permitiendo su uso solo en caso de ambigüedad.
Perdonen que sea «día-crítica», pero ambigüedad es justo lo que nos viene sobrando.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión