La Euskadi nórdica

El test de hoy intentará medir si en la sociedad vasca existe una suficiente pulsión de cambio frente al 'desgaste' del PNV de los últimos años tras casi 40 años en el poder, y que intentaría capitalizar una EH Bildu que ha cogido fuerza con el viento de cola del relevo generacional y un prograna social de izquierdas abierto al voto en declive de Elkarrekin Podemos. Como flanco débil de su discurso, agudizado en los últimos días, la negativa de su candidato a lehendakari, Pello Otxandiano, a condenar el terrorismo, si bien ha pedido «perdón» a las víctimas de ETA por si sus palabras haya podido herir su sensibilidad.

Este capítulo revela las incoherencias de la izquierda abertzale que apostó por el fin de ETA y ha torcido una campaña inicialmente planteada de guante blanco y estilo nórdico sobre el funcionamiento de los servicios públicos. La alusión a la memoria frente a ETA ha provocado los verdaderos calambrazos de la campaña, que el soberanismo había diseñado en un comienzo sobre una base: la sociedad vasca ha pasado la página de la violencia de forma mayoritaria, en especial los más jóvenes, que ni siquiera han conocido la existencia de la organización terrorista. Pero al final se ha puesto sobre el espejo una cara incómoda del pasado. EH Bildu ha reaccionado con el discurso de la «reconciliación» pero le ha faltado reflejos ante quienes sostienen que una persona que aspira a ser lehendakari tiene que tener también alma para ser solidaria y empática con las víctimas de ETA.

Este aspecto, sustentado en el olvido sociológico, ha puesto en el centro de la discusión el clásico eje derecha-izquierda sobre el problema de la vivienda, la seguridad en los barrios, el funcionamiento de Osakidetza –la salud pública– o la atención a los mayores.

La pugna permitirá comprobar hasta qué punto el relevo de Pradales por Urkullu –planteado inicialmente como una operación de relevo generacional– logra recuperar parte del voto perdido o que se ha refugiado en la abstención en un contexto en el que se registra una crisis de marca de su partido.

Otra de las claves es hasta qué punto el PNV y los socialistas logran reeditar un gobierno de coalición con mayoría absoluta y si no lo logran qué tipo de combinaciones podrían estar dispuestos a llevar a cabo. Para eso primero hay que cerciorarse de si Sumar obtiene representación en la Cámara o si la presencia de los parlamentarios del PP se convierte en decisiva para garantizar la gobernabilidad.

Más allá del peso que ha adquirido la polémica por la memoria en los últimos días llama poderosamente la atención la paradoja que supone que el Parlamento vasco presumiblemente más soberanista de la historia haya aparcado en la práctica el debate independentista o sobre el derecho de autodeterminación que ha provocado el colapso del 'procés' catalán. Las propias encuestas sociológicas vascas detectan un fuerte enfriamiento de la pulsión identitaria tras el fin de ETA, a pesar de esa mayoría política nacionalista. Según ese análisis, la sociedad entendería más el autogobierno como instrumento de bienestar social que como elemento de reafirmación nacional de una sociedad diferente.