«En cuanto la vimos caer, sabíamos que teníamos cinco minutos para salvarla»
Los cinco agentes del grupo polivalente de la Policía Nacional de Mérida recuerdan cómo fue el rescate de la mujer que se tiró al río
Señala el agente el terraplén que sujeta el Paseo de Roma sobre el Guadianilla en la rotonda de la Loba. Desnivel de veinte metros por ... lo menos. «Pues volamos por ahí». Recuerda que se quitó la ropa y se lanzó al agua. En menos de un minuto llegó casi a la mitad del río. Agarró el cuerpo de la mujer que estaba en ese momento boca abajo sobre el agua y le dio la vuelta. «Cuando la víctima deja de tragar agua, ya estás un poco más tranquilo». Luego brazeó, con la ayuda de su compañero que le alcanzó unos segundos después, hasta la Isla con la mujer inconsciente.
Otros dos minutos más. Con cuidado fueron sobre el cieno y las piedras porque no querían que tragara más agua la rescatada. La escucharon respirar mientras la acercaban. «Era extenuante, pero sabíamos que podía salvarse».
La sacaron por la Isla y a los dos golpes de pecho recobró el conocimiento.
Cuenta el jefe del equipo que en este rescate hubo varias claves. La oportunidad puede ser la primera. Bajaban los policías en la furgoneta desde la Plaza de España por la calle Puente y una compañera vio desde el coche como algo se precipitaba del río al agua. «No sabíamos muy bien qué, dijo que le parecía el cuerpo de una mujer al caer». Aceleraron trescientos metros y se metieron con la furgoneta en el Puente Romano buscando. Se pararon justo en la segunda farola. Había allí una muleta apoyada al pretil. Como si alguien la hubiera dejado. Se asomaron y, efectivamente, veían un cuerpo abajo, en el agua. Salieron del puente y en la acera de la rotonda se bajaron para tirarse por el terraplén al agua. Cree el agente que al ser ellos testigos directos todo se precipitó. «Si es un aviso, por muy rápido que te muevas, algo de tiempo tardas en llegar hasta el indicativo, pero en este caso es que la vimos caer y nos fuimos directamente».
Clave también fue mantener el contacto visual. Por eso insisten en lo de los cinco minutos. «Sabemos por experiencia que en superficie y boca abajo puede estar poco tiempo». Y por si no lo tenía claro, mientras se quitaba el chaleco en la orilla y antes de tirarse, se acercó una paseante que cruzaba por el puente. Se identificó como médica de urgencias y le dijo que si se apuraba y llegaba pronto la salvaba. «Estábamos tan concentrado en llegar que ni nos dimos cuenta que nadábamos sobre piedras y barro». En la recapitulación que hacen veinticuatro horas después los funcionarios, encuentran otra respuesta: el reparto de tareas instanáneo. En cuestión de segundos, destacan, cada uno estaba haciendo algo distinto. Dos se tiraron al río, su compañera llamó a los compañeros por radio, otra movilizó a la ambulancia para que fuera por la Isla y otro se encargó de despejar el camino de curiosos y de no perder en ningún momento el contacto visual con la mujer en el agua. «Estas intervenciones dignifican nuestro trabajo y la responsabilidad que tenemos», concluyen.
El grupo polivalente que se mueve por el centro de la ciudad se encarga, entre otros servicios, de vigilar las zonas comerciales. El lunes a mediodía venían de la calle Santa Eulalia y se dirigían al parque de la Heredad. Suelen cruzar a menudo por el Puente Romano. A eso iban, hasta que vieron como una mujer se tiraba al río y fueron detrás hasta que la salvaron.
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