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Los fieles celebran la misa de Navidad en la iglesia de la Sagrada Familia de Gaza, adelantada por la falta de permisos para desplazarse. M. Ayestaran
Israel cierra las puertas de Belén a los cristianos de Gaza

Israel cierra las puertas de Belén a los cristianos de Gaza

La comunidad cristiana se ve obligada a adelantar diez días la celebración de la Navidad al no poder acudir a sus lugares de culto los días festivos

Mikel Ayestaran

Gaza

Domingo, 15 de diciembre 2019, 21:47

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Suenan los tambores en el patio de la parroquia de la Sagrada Familia de Gaza. El Patriarca Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, preside la mini procesión camino del templo para celebrar la Navidad con sus fieles. Este año la fiesta se adelanta diez días en Gaza debido a la decisión de Israel de no conceder permisos a los cristianos para visitar Belén y Jerusalén alegando «motivos de seguridad».

Los responsables de la comunidad esperan que el Estado judío recapacite y conceda finalmente «unos cientos» de permisos temporales, pero de momento el paso de Erez permanece tan cerrado para ellos como para la inmensa mayoría de los dos millones de gazatíes. «La de los permisos no es una historia sencilla, pero estamos a la espera de una respuesta definitiva. No poder ir en Pascua a Jerusalén o en Navidad a Belén atenta contra los derechos de los cristianos y esto crea muchas dificultades», apunta el padre Gabriel Romanelli, religioso de origen argentino del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), que lleva más de dos décadas en Oriente Medio.

La misa dura más de una hora y media y los villancicos resuenan en todo el barrio de Zeitun, el corazón de la zona vieja de la ciudad. La presión dentro y fuera de la verja de separación ha empujado a la mayoría de cristianos a abandonar la Franja en los últimos años y el número se ha reducido de unos tres mil a apena mil, la mayoría ortodoxos griegos, pero entre ellos hay también 117 católicos.

Los niños juegan bajo un enorme pino navideño a cuyos pies se han colocado varios paquetes envueltos con papeles de colores. Levantan las cajas y las agitan intentado adivinar los regalos que contienen. Fuad Ayat lleva de la mano a su pequeño, una mano tatuada con cruces. Se levanta la manga y muestra la palabra 'Jesús' tatuada en su antebrazo. «Si no nos dejan salir no es por motivos de seguridad, es una decisión política. ¿Dónde están ahora los líderes como Trump que dicen que cuidan a los cristianos de Oriente Medio? Mentirosos. En Gaza todos sufrimos el bloqueo de la misma forma, seamos o no cristianos», lamenta con gesto de rabia Fuad.

Las autoridades israelíes dieron el año pasado permiso a alrededor de 700 cristianos gazatíes para viajar a Jerusalén, Belén, Nazaret y otras ciudades santas durante estas fiestas. El anuncio realizado el jueves por una portavoz del Cogat, órgano dependiente del ministerio de Defensa, adelantó que estas navidades sería diferente y que solo los mayores de 45 años podrán salir, pero para acceder al puente de Allenby y cruzar a Jordania, en ningún caso para visitar ciudades en Israel o Cisjordania.

Castigo colectivo

La medida de Israel supone un castigo colectivo para una minoría asfixiada por la restricción de movimientos, con familias partidas desde hace años y jóvenes obligados a emigrar a Egipto para intentar buscar pareja y casarse. «Desde la iglesia intentamos atender a la comunidad, pero la gente quiere más ayuda, le gustaría tener verdadera libertad para poder moverse e ir a rezar a los lugares de su devoción. La cuestión de los permisos es algo que deja claro lo grave que es la situación y lo difícil que resulta vivir aquí», señala el padre Gabriel a las puertas de una iglesia situada a apenas 100 metros de la tumba de Sansón.

Esto es Tierra Santa y por Gaza pasó la Sagrada Familia camino de Egipto, recuerdan una y otra vez los fieles para reivindicar la importancia de su presencia aquí. En este complejo cerrado los cristianos tienen iglesia, escuela y residencia para sacerdotes y las hermanas del Instituto de las Servidoras del Señor y la Virgen, las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta y el Instituto de las Hermanas del Rosario.

Tras la ceremonia hay un teatro infantil y el salón de actos está a rebosar. Se sirve café con cardamomo y el olor se apodera de la sala. El arzobispo Pizzaballa no pierde detalle. Atiende la obra, pero tiene también palabras para los medios: «espero que una día se acabe esta situación y todos los cristianos podamos celebrar juntos la Navidad en Belén». Un deseo muy alejado de la realidad que vive Tierra Santa en 2019.

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