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Mauricio Macri. AFP
Argentina se 'bolsonariza'

Argentina se 'bolsonariza'

Macri anuncia medidas similares a las tomadas por el nuevo presidente brasileño en un nuevo giro hacia la derecha de su Gobierno

Sebastián Lacunza

Buenos Aires (Argentina)

Sábado, 12 de enero 2019, 21:34

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Cuando le preguntan a Patricia Bullrich si el Gobierno de Mauricio Macri está 'bolsonarizando' sus políticas de seguridad y migratoria, la ministra estrella del Ejecutivo argentino lo niega, pero no por disidencias con las iniciativas del presidente brasileño, sino porque reivindica los derechos de autor. Bullrich aclara que «el cambio de un modelo basado en la exaltación del victimario que dejaba indefensas a las víctimas» comenzó hace tres años, cuando Macri asumió la Presidencia, y no es producto del ascenso de la ultraderecha en el principal socio de Argentina.

Coincidencia con la asunción de Jair Bolsonaro en el Planalto o no, el Gobierno de Macri lanzó en los primeros días de 2019 una batería de iniciativas afines al ideario del mandatario brasileño. Y Bullrich es la principal portavoz de estas medidas en el inicio de un año electoral tan decisivo como incierto: se rebaja a 15 años la edad de imputabilidad penal, compra de pistolas de descarga eléctrica Taser, y deportaciones exprés de inmigrantes acusados de delitos. Poco antes de fin de año, Macri aprobó un protocolo de actuación que establece condiciones extremadamente laxas para la intervención letal de las fuerzas de seguridad federales, cuestionado por organismos de derechos humanos nacionales e internacionales.

El cúmulo de medidas y frases disparatadas que llegan desde Brasil son para Bullrich más una oportunidad que un motivo de preocupación. El viernes, la ministra de Seguridad difundió que acordó con su par de Justicia y Seguridad brasileño, el exjuez del 'caso Lava Jato' Sergio Moro, una agenda en común sobre lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. El diálogo transcurrió en un fluido portugués, idioma que Bullrich ganó durante su estancia en Brasil en los setenta, cuando esta exmiembro de la guerrilla peronista de izquierda Montoneros partió a un primer exilio.

Es tiempo de definición de candidaturas presidenciales. De cara a las primarias de agosto y las generales de octubre, los dos principales bloques, la alianza oficialista Cambiemos y Unidad Ciudadana, la oposición peronista de centroizquierda liderada por Cristina Fernández de Kirchner, mantienen una adhesión cercana a un tercio del electorado cada una, aunque con niveles altos de rechazo en ambos casos.

Con la economía sumergida en una profunda recesión y un marcado aumento de la pobreza con respecto a 2015, amén de investigaciones por corrupción que apuntan al entorno más próximo de Macri y avanzan lentamente en tribunales, la carta de la mano se presenta como una oportunidad para concitar apoyo. Al mismo tiempo, termina de echar por tierra la pretensión de parte del entorno intelectual del oficialismo que bregaba hasta hace un tiempo por la noción de que Macri encarnaba un proyecto de centro moderado, alejado de los lastres históricos de la derecha argentina.

Delitos y extranjeros

Bullrich deslizó la semana pasada que la participación de extranjeros en los delitos es cercana al 20%, «sobre todo en narcotráfico y motochorros (usan una moto para robar)». La estadística oficial del Sistema Nacional de Ejecución de la Pena indica que los extranjeros representaban el 6% de la población carcelaria en 2016, con los países limítrofes y Perú liderando el ránking. El porcentaje es similar al 4,6% de extranjeros sobre la población total del país, un número relativamente bajo en la tierra que lideró desde siempre los flujos inmigratorios en Sudamérica. En cuanto a la edad de imputabilidad, los números tampoco reflejan que, sobre 144 homicidios cometidos en la ciudad de Buenos Aires en 2017, sólo siete fueron perpetrados por menores de 16 años, indicó un informe del Consejo de la Magistratura de la Nación.

Aunque la tasa de asesinatos en Argentina es una de las más bajas del continente, los robos con violencia en la vía pública y los delitos contra la propiedad no son infrecuentes en Buenos Aires, y concitan una extraordinaria atención mediática. Un episodio de extrema violencia ocurrió en diciembre de 2017 en Caminito, epicentro turístico del barrio de La Boca, cuando dos jóvenes hirieron de gravedad a cuchilladas a un turista estadounidense a las ocho de la mañana. Un policía persiguió doscientos metros a uno de los atacantes y le disparó por la espalda. El joven, de 18 años, que no portaba armas de fuego, falleció días más tarde. Macri, Bullrich y toda la plana mayor del gobierno se han dedicado hasta el día de hoy a enaltecer al policía Luis Chocobar, quien se enfrenta a cargos por homicidio agravado.

Patricia Bullrrich, la ministra que le hace sombra al presidente

De adolescente, Rodolfo Galimberti salía a la caza de comunistas para darles palizas y algún navajazo. Integraba el grupo nacionalista Tacuara. Ya de joven, en los 70, fue una figura clave de Montoneros, la guerrilla peronista que proclamaba la patria socialista. Galimberti, 'El Loco', integraba el ala belicista de Montoneros. Implacable con los «traidores», era un apasianado de las armas. Recorrió el mundo durante su exilio, cuando la dictadura arrasó con las guerrillas y toda disidencia, y regresó con la democracia para hacer negocios con carapintadas (militares nacionalistas de derecha que se levantaron contra la democracia) y Jorge Born, el empresario al que Montoneros había secuestrado y liberado a cambio de 60 millones de dólares. Antes de morir a los 53 años, en 2002, Galimberti se había dedicado a montar un negocio de seguridad con exagentes de la CIA y a organizar juegos de azar con la principal estrella de la TV argentina, Susana Giménez.

Patricia Bullrich Luro Pueyrredón, tres apellidos de prosapia elitista y antiperonista, fue en su juventud una montonera galimbertista. Su llegada al Gobierno del peronista conservador Carlos Menem (1989-1999) fue en consonancia con la de 'El Loco', su cuñado. Con el Ejecutivo de Menem anegado de casos de corrupción y alta desocupación, Bullrich tomó distancia. Tanta, que terminó como ministra de Trabajo del radical conservador Fernando de la Rúa (1999-2001). En 2001, fueron frecuentes sus viajes a Madrid para negociar con el Gobierno de José María Aznar la transferencia de la propiedad de Aerolíneas Argentinas desde la SEPI a Marsans.

Con la eclosión de ese año, como muchos políticos, Bullrich fundó un partido unipersonal de corte liberal. Al principio rivalizó con Mauricio Macri, a quien calificó como «corrupto» en un debate televisivo.

Con el tiempo, 'La Piba', tal como la bautizó un enemigo sindical hace dos décadas, se transformó en una de las principales espadas legislativas contra Cristina Fernández de Kirchner. En 2015 se recicló una vez más como la macrista de más alto perfil en el gabinete de Macri. Desde su cargo, ensaya una relación preferencial con el Israel de Benyamin Netanyahu, en otra de sus coincidencias con Jair Bolsonaro.

Se la menciona como probable candidata a vicepresidente de Macri para las elecciones de este año. No falta quien avizora que 'La Piba' se podría volver a reciclar una vez más si ve espacio para abandonar a Macri y transformarse en la Salvini, o la Bolsonaro, o la Abascal argentina.

     

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