Borrar
Uruguay, Arabia Saudí y Cabo Verde, rivales de España en el Mundial
Palacio de Jabalquinto, en Baeza.

Del Virginiano a Baeza

felipe sánchez gahete

Sábado, 22 de junio 2019, 09:42

Comenta

Dice la jefa que no escriba de política, pero es que la política pone en bandeja perlas como la de Ricardo Cabezas, candidato socialista en Badajoz: «Un auténtico atraco a la democracia la formación de un gobierno de perdedores». Llevaría razón si no sufriera amnesia selectiva para cosas que sólo sucedieron hace un año.

Leyendo a Álvarez Buiza ('El Virginiano y el Opus Dei', 15/06/19) me reía porque me sucedió algo parecido, aunque algo después: soy del 54. Corría el verano del 71 y acabábamos de hacer sexto y reválida. En septiembre haríamos COU, que echaba a rodar ese año.

Estudiaba en Llerena, en un humilde internado que desasnó a la comarca y se nutría de becarios del PIO, que nos comíamos las piedras y los libros y poblamos media Extremadura de las primeras generaciones de universitarios que no habían tenido que pasar, como hasta entonces, por el seminario.

Acabando el curso el director nos ofreció a un grupo –cabíamos en su coche– pasar unos días en Baeza, en el palacio de Jabalquinto. Se trataba de una convivencia en la que se nos instruiría sobre el COU.

Desde casa, ya en vacaciones, volvimos los elegidos a Llerena y dormimos aquella noche en el colegio para, en la madrugada siguiente, salir con la fresca hacia tierras jiennenses. Para las once ya estábamos instalados. Nuestro director se había ido y a nosotros nos llevaron para abrir boca a una piscina. Disfrutando del agua oímos unas palmas, era nuestro monitor que nos instaba a salir del agua porque, nos dijo, íbamos a rezar el Ángelus. Ahora, a posteriori, sé que las frases que nos leía el director todas las noches antes de irnos a la cama eran del 'Camino'.

Llamar proselitismo a aquella aventura sería demasiado. Quizás, y se lo tengo que agradecer, el director viera en nosotros posibilidades de llegar a ser algo o alguien, quizás fuera un plan general y él un obediente peón.

La tercera noche, tras rezar el rosario alrededor del maravilloso patio, sacamos un enorme cajón de un valioso mueble de sacristía, metimos a uno de nosotros y organizamos un entierro alrededor del palacio. Algún vecino se asustó, nos denunció y acabamos amistosamente invitados a volver a casa, cosa que hicimos por nuestra cuenta y buscándonos la vida.

Si fuera malpensado o rencoroso hablaría de dramática encerrona. No es así, aquello forma parte de mi vida, siento nostalgia al recordarlo y, sin juzgar intenciones, sólo me deparó ventajas: conocer, sin saber todavía apreciarlo, Baeza y a buena gente, sobre todo a una excepcional persona que, muchos años después, vicerrector de la UNAV, me ayudaría con mi hijo mayor, que estudió allí y vivió dos años en el 'Belagua', un colegio mayor. Felipe, que antes había pasado por los jesuitas, sólo aprendió cosas buenas con ambos, dejó amistades para siempre y, cuando quiso volar, nadie le puso impedimento alguno. Al menos nunca me dijo nada.

Mi director, se me olvidaba, también me eligió para 'Cesta y puntos' (concurso de televisión con las reglas de un partido de baloncesto). Que en gloria esté.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Del Virginiano a Baeza

Del Virginiano a Baeza