El viento que censura
Banderas con mensaje. La naturaleza y otras vicisitudes deslucen Cáceres Abierto
En las ventanas de mi lugar de trabajo, un convento jesuita de la parte antigua de Cáceres que alberga la Escuela Superior de Arte Dramático, ... han colgado unas banderas rojas y amarillas que forman parte de una singular intervención artística de Cáceres Abierto. Su título es 'Rojigualda' y el artista que la ha concebido es Maismenos, o sea, Miguel Januário (Oporto, 1981). Estas banderas son concebidas como elementos de señalización alusivos a problemas locales o globales. Una docena de ellas cuelgan de las ventanas del viejo convento y otras están instaladas en unos mástiles en el cacereño parque de El Rodeo, junto al lago.
A primera vista, parece como si San Jorge se hubiera llenado de banderas rojigualdas, hasta el punto de que una alumna de la escuela ironizó preguntándome si habían colocado tantas banderas de España porque iba a venir Franco, lo que me llevó a considerar cómo en el imaginario colectivo aún se da esa asociación entre la rojigualda y un periodo de nuestra historia.
En teoría, en esas banderas, que no tienen la disposición en franjas de la bandera oficial de España, sino solo sus colores, se reflejan problemas y debates que se plantean los colectivos ciudadanos de Cáceres como son la tauromaquia, el litio, la turistificación, etcétera. Pero ha surgido un problema imprevisto: el viento, que las hace tremolar y las acaba enrollando y subiendo a los alféizares de las ventanas, sin que se puedan exponer sus mensajes.
El viento como censor en unos días en los que la parte antigua de Cáceres es un hervidero de gente: primero, por la bajada de la Virgen de la Montaña, que mueve a miles de cacereños a visitarla en Santa María y a acercarse hasta la ciudad monumental por única vez en todo el año; en segundo lugar, por la celebración del Womad, que tiene en la plaza de San Jorge, justo debajo de las banderas, uno de los espacios de conciertos más concurridos, y, finalmente, por la celebración del Festival de Teatro Clásico de Cáceres, cuyo escenario este año es único y está enclavado en esa misma plaza, donde los espectadores podrán entretenerse, antes de que empiecen las representaciones, contemplando las banderas y sus mensajes.
En las redes sociales empezó a comentarse que se estaban censurando las banderas e impidiendo que se contemplaran al tenerlas recogidas cada una en su alféizar. Para evitar cualquier suspicacia, máxime si tenemos en cuenta las acusaciones de censura lanzadas por los artistas por no poder colgar determinados carteles ni permitir que recorra las calles un carrito musical, todas las mañanas nos dedicábamos unos cuantos a descolgar las banderas para que se vieran, pero el viento retornaba inmisericorde y al rato volvían a estar recogidas. Era la naturaleza censora haciendo de las suyas y nosotros impotentes desplegando inútilmente las enseñas ante la falta de unos contrapesos, que ya han colocado, en cada símbolo de esta intervención 'Rojigualda'.
En el convento de la plaza de San Jorge estuvo en 1889 el primer núcleo del Museo Provincial de Arqueología y Bellas Artes, que se trasladó en 1933 al Palacio de las Veletas. En 2001 se inauguró en ese convento la feria de arte contemporáneo Foro Sur, uno de los pocos empeños artísticos que han llegado a interesar a los cacereños. Ahora cuelgan allí banderas simbólicas que el viento agita, pero hoy, estos temas parecen dejar fría a la ciudadanía, orgullosa del Helga de Alvear y de su arte recogido, que no molesta, pero protestona cuando las intervenciones ocupan las calles y quiebran la monotonía urbana. Y como las banderas no entorpecen el paso, pues que haga el viento lo que quiera con ellas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión