Borrar
¿Qué ha pasado hoy, 28 de marzo, en Extremadura?

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Soy 'serieadicta'. Lo confieso. Ver series me sirve de terapia, me evado y durante un rato los problemas parecen un poco más lejanos. Una afición que se ha agravado durante los meses de confinamiento, en los que dejarnos seducir por la pantalla ha sido algo parecido a un descanso para muchos de nosotros. En ese tiempo en el que nos hemos pegado a la pantalla más de lo acostumbrado hemos sido más conscientes de lo mucho que ha cambiado la forma de hacer televisión y, sobre todo, de consumirla. En los 90 teníamos que esperar semana tras semana para descubrir quién mató a Laura Palmer en la mítica 'Twin peaks', pero ahora nos hemos aficionado a los maratones de series que nos quitan el sueño hasta la madrugada. Sobre todo a los que, como a mí, nos gustan las que tienen como eje central la resolución de crímenes. La intriga ya no dura semanas y somos capaces de acompañar durante ocho horas seguidas a una pareja de detectives que pasa años persiguiendo a un asesino en serie en la magnífica primera temporada de 'True detective'. Ocho episodios capaces de desvelarnos toda la noche y nos dejan con ganas de continuar viendo la segunda y la tercera temporada. Y eso ahora es posible con HBO, Movistar, Netflix, los canales de series... Nos lo ponen fácil y contribuyen a que nos enganchemos.

A veces bromeo diciendo que gran parte de las series que veo últimamente hay al menos dos cadáveres por hora. Siempre me han encantado las policíacas, que conjugan acción, misterio, investigación y suspense y consiguen mantenernos en tensión. En mi caso todo comenzó con la frase de un personaje del que solo aparecía su voz y que seguro que muchos lectores aún recordarán: «Había una vez tres muchachitas que fueron a la academia de Policía. Les asignaron misiones muy peligrosas. Pero yo las aparté de todo aquello y ahora trabajan para mí. Yo me llamo Charlie», seguida de la cabecera de la serie y su icónica e inconfundible música. Aunque no tenía edad para verla, creo que no me perdí ningún episodio de 'Los ángeles de Charlie'. Muchas niñas fantaseábamos con ser alguna de aquellas intrépidas y listas mujeres.

'Policías de Nueva York', 'Canción triste de Hill Street', 'Luz de luna', 'Ley y orden'... fueron otras de las series policíacas que me engancharon al género. Me atraen tanto si los que resuelven los crímenes trabajan en un laboratorio como en 'CSI': Las Vegas, Miami, Nueva York y hasta Cyber; como si lo hacen analizando la conducta de los asesinos, como en 'Mentes criminales'; con acción trepidante como en 'Hawai 5.0'; o si es fruto del trabajo en equipo liderado por un jefe carismático como Gibbs en 'Navy, investigación criminal', la serie más longeva que he visto y de la que ya se han emitido 17 temporadas.

Pero no solo me rindo ante las series estadounidenses, muchas españolas también me han atrapado, desde la en su época rompedora 'Brigada central' hasta 'El comisario', 'El Príncipe', 'Vivir sin permiso', 'Bajo sospecha', 'Mar de plástico', 'La caza', 'Néboa'... o francesas como 'Candice Renoir' o 'Alice Nevers'. No me canso. Me entretienen otras como 'Killing Eve', con la inteligente y perturbadora Villanelle planeando asesinatos surrealistas mientras crece su obsesión por su perseguidora. ¿Cómo una asesina a sueldo tan malvada nos puede hacer gracia por su peculiar sentido del humor?

A veces me pregunto ¿por qué nos fascina tanto descubrir cómo se resuelven los crímenes? ¿Será una forma de hacernos sentir más seguros?

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios