Polémica con la ley de bienestar animal: «Tengo la rehala por pasión, no por dinero»
A la inmensa mayoría de las personas que cuidan perros de caza les supone pérdidas una afición que se asienta en Extremadura desde hace siglos
Germán Gil Fernández, de Hervás (Valle del Ambroz, 3.970 vecinos) sube a su finca Valliguelo como cualquiera pisa la tienda en busca de una ... barra de pan. Allí, una vez al día –dos cuando llega el verano–, tiene un tesoro, una pasión en forma de cuatro patas. Germán, de 60 años, lleva un cuarto de siglo con rehalas de perros. Es encofrador de profesión, que es como se gana la vida, y rehalero por devoción. «Esto te tiene que gustar y a mí me gusta, pero mantengo la rehala más casi por mi hijo, porque uno va teniendo una edad y, además, esto es costoso», relata mientras de fondo se oye el ladrido de sus 34 canes, a los que alimenta, desparasita, vacuna y protege todo el año como «un miembro más de mi familia».
La caza, las monterías, no serían posible sin los perros y sin los rehaleros en Extremadura y en otros puntos de España. «En otros países es otra cosa, se puede cazar sin ellas pero aquí nuestra diferencia es que tenemos mucho monte», dice Gil mientras camina por las hermosísismas tierras de Hervás para llevar a HOY a su 'santuario' rehalero de Valliguelo.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define una rehala como «jauría o agrupación de perros de caza mayor, cuyo número oscila entre 14 y 24». Germán discrepa de esta denominación aunque sin darle mucha importancia. Debe tener un mínimo de 20 canes y un máximo de 30, matiza. Él tiene 34 animales aunque cada vez que sale a una montería no se los lleva todos.
La rehala, junto a la montería, fue declarada Bien de Interés Cultural el año pasado por la Junta de Extremadura con la categoría de patrimonio cultural inmaterial. Una distinción, se explicó, para reconocer que ambas modalidades de caza forman parte de una tradición cinegética que constituye un «valor identitario» en la región.
En la región extremeña «sin rehala no habría cacerías, porque en la mayoría de los montes sería imposible sacar a los animales de las manchas si no hay perros», señala Germán Gil, que ejerce como delegado de Rehalas de la Federación Extremeña de Caza.
Explica que trabaja diariamente 9 o 10 horas como encofrador en la construcción pero «me canso más en una montería porque tengo que montear y eso son palabras mayores», remata en conversación con este periódico. Lo dice mientras confirma que es cazador. «Conozco bastante rehaleros que no son cazadores. Una cosa no implica la otra», apostilla.
Cuidados máximos
Los rehaleros tienen fijada su actividad entre los meses de septiembre y febrero, la época de cada año para ir de caza con sus perros. Suelen ser podencos, perros cruzados y, específicamente, sabuesos/grifón, especifica el vecino de Hervás.
Durante la temporada cinegética, cada fin de semana los dueños de rehalas se levantan a las 5 o 6 de la mañana sin hora de regreso. Están en la primera línea de la montería, entrando al monte bajo la lluvia o cuando más azota el calor.
Pero, ¿qué ocurre con el resto del año, la mayor parte del año, cuando no hay caza?. «Los suelto en la finca, los limpio, les doy de comer, les atiendo si están enfermos, los desparasito», empieza a enumerar. «A los perros los voy a cuidar todos los días una vez. Y si no puedo yo va mi hijo o mi hermano. Y en verano subo a la finca dos veces, una por la mañana y otra por la noche porque el calor puede hacer que se mueran», explica.
Como él, para la inmensa mayoría de los rehaleros extremeños -se puede estimar, aunque no hay dato oficial, que superan el centenar y medio- una rehala se tiene por pasión, no para ganar dinero.
«Yo pierdo dinero, la tengo por mi hijo, que le gusta esto aún más que a mí, y mira que me gusta. A mí mantener una rehala como la que tengo me cuesta al año unos 3.500 euros y calculo que sacaré unos 1.500 por las monterías a las que me llamen y desea ir. O sea, le pierdo dinero, vamos».
Cuenta Germán Gil que con lo que le pagan por trabajar en monterías «cubro gastos, calculo más o menos, para esos cinco meses que salgo fuera de la finca con los perros, por lo menos para pagar la gasolina», insiste.
Apostilla que tiene la rehala por capricho, no para ganarle dinero «aunque hay algunos rehaleros que sí ganan un dinero bastante interesante que les sirve para llegar a fin de mes como si fuera un sueldo en la época de caza. Voy dónde quiero y cuándo quiero, no de forma sistemática todos los fines de semana o festivos».
Debate
Narra que junto a sus perros, en cada montería lleva siempre un cuchillo de remate y un botiquín «de mínimos» para curar a los perros cuando son heridos por cochinos o venados. «Intento salvara los animales hasta el último aliento aunque estén muy heridos», enfatiza.
Comenta esto mientras reflexiona sobre el debate abierto en los últimos meses por la ley de bienestar animal. Una normativa que ha degenerado en agria polémica entre defensores de la caza y partidos políticos como Podemos. Al final, los perros de caza han quedado de estar incluidos bajo esta norma. Algo que reclamaba el sector cinegético y defendía con ahínco la Junta de Extremadura.
«Los animalistas quieren que desaparezca la caza. Por eso se meten con los perros, con la rehala, con lo que sea. Así de claro», señala convencido.
Germán Gil no comprende que se les acuse genéricamente de malos tratos a los animales de caza. «Aquí no los hay porque a los perros los tratas como fuera de tu familia. En todo caso, en todas las casas hay ovejas negras pero, en nuestro caso, para eso está el Seprona, que sabe donde están todos los núcleos zoológicos de rehalas en Extremadura y pueden ver si están bien o no los perros», agrega.
El rehalero de Hervás incide que su colectivo está «mucho más controlado que una persona que tenga un perro en su casa o en el campo. Tenemos libros de analíticas, desparasitación. vacunas, visitas periódicas de la Guardia Civil. Nuestros perros están cuidados y protegidos», finaliza
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