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María José Gallego, fotografiada la semana pasada en Mérida. :: brígido

De las primeras en los 8 de marzo

María José Gallego Expósito | Activista feminista

Lunes, 4 de marzo 2019, 08:24

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La semana pasada estaba enferma y cuando se le planteó si llegaría con fuerzas suficientes al 8 de marzo su voz se reactivó como un resorte: «¡Eso nunca, yo el día 8 no me lo pierdo!». Para ella ese día es algo más que una fecha porque pertenece a esa generación de activistas que salía a la calle con el altavoz cuando apenas eran cuatro mujeres más. Ahora reconoce que en los últimos tres años la presencia de gente que secunda la lucha feminista se ha multiplicado. «El año pasado es que fue ... (se le quiebra un poco la voz) tan bonito».

María José Gallego es nacida y criada en Mérida, aunque pasó tres años en Bilbao porque allí la trasladó Telefónica, la empresa en la que ha sido delegada sindical y para la que ha trabajado prácticamente toda su vida hasta que un expediente de regulación de empleo de la compañía la jubiló cuando tenía 61 años.

ALGUNOS DATOS

  • Profesionales Ha trabajado toda su vida como operadora en Telefónica, principalmente en Mérida, hasta que un ERE en la compañía la prejubiló con 61 años.

  • Personales Es madre de dos hijas y un hijo y tiene dos nietas. Le apasiona el cine, la lectura y la música. Canta en la Escuela de Música de Don Álvaro. También le gusta y el campo y los animales. Tiene cuatro gatos y un perro.

Sí, se puede decir que ella ha sido como una de las chicas del cable, esa serie de televisión que ha reflejado una época de la dictadura en la que las ideas feministas empezaba a abrirse paso en el ámbito laboral. «Yo trabajaba de operadora con las clavijas de antes, y entonces había mucha jerarquía. Arriba, mandando, estaban los hombres y la mujeres que estaban por debajo de ellos, pero eran nuestras jefas y estaban por encima de nosotras, algunas tenían actitudes muy machistas, así que tuvimos que luchar contra eso», rememora esta extremeña.

«Las leyes de igualdad son buenas, pero no se desarrollan por falta de presupuesto»

María José Gallego vive ahora en Don Álvaro, a pocos kilómetros de Mérida, ciudad a la que se desplaza a diario para colaborar como militante de Comisiones Obreras, en este caso en la federación de pensionistas y jubiladas y jubilados. Además, pertenece desde 1995 años a la asociación Malvaluna, dedicada a promover la igualdad entre hombres y mujeres y a atender a las víctimas de la violencia de género.

Según cuenta, su vida dedicada al activismo comenzó como una especie de revelación en los años sesenta. «Yo empecé con 16 años en la Juventudes Obreras Católicas (JOC) y en 1964 recuerdo que celebraban unas jornadas en Segovia que duraban cuatro días. Le dije a mi madre que me iba con una amiga a unos ejercicios espirituales, pero lo que allí vi me cambió mi visión del mundo. Se puede decir que de repente conocí la realidad, que estábamos en una dictadura, las desigualdades que había... Lloré mucho y volví llena de ganas de trabajar para intentar transformar la realidad», rememora.

De vuelta al presente, hace poco que ha empezado a implicarse con una asociación de reciente creación, 'Mujeres sembrando'. «Se dedica a las mujeres excluidas porque viven en la pobreza. Mi objetivo es cambiar esta sociedad tan machista e insolidaria hacia una sociedad más justa y feminista. Pero es que estas mujeres tienen una características diferentes. Viven en zonas marginales y, aunque son de Mérida, no conocen Mérida. No salen de su gueto y tienen carencias de habilidades sociales y de formación. Compañeras maestras colaboran con ellas porque algunas son analfabetas parciales o totales y eso que muchas son jóvenes, tienen entre 21 y 40 años, lo que pasa es que viven al día, solo piensan en el corto plazo y, ante muchas situaciones, se paralizan. Creo que el feminismo sirve para empoderar a las mujeres para que luchen por sus derechos», reflexiona.

Mujeres pensionistas

En cuanto a su tarea en la asociación Malvaluna, María José afirma que desde que ella colabora allí, hace más de veinte años, ha pasado mucha gente. Y si bien ahora hay mayor conciencia social, ello no significa que cada vez tengan más trabajo. Se debe a que los recursos para luchar contra la violencia de género se han repartido por las instituciones, un logro que personas como ella han contribuido a conseguir aportando su granito de arena.

Dice María José que, afortunadamente, la gente se está concienciando de que la violencia machista es un terrorismo del más cruento. Por otro lado, recuerda que se siguen dando muchas desigualdades en la sociedad y pone como ejemplo las mujeres pensionistas. «En general los pensionistas tienen una pensión baja, pero las mujeres mucho más, y una de cada cinco mujeres mayores de 65 años se puede decir que vive en la pobreza. Esto se debe a su trayectoria profesional. Y es que el Estado siempre nos ha responsabilizado de los cuidados de los hijos y las personas mayores, y eso nos ha impedido tener una carrera profesional digna y una cotización suficiente para el día de mañana porque, pese a haber trabajado, los contratos temporales casi siempre han sido para las mujeres». En su caso, ella es madre de dos hijas y un hijo ya adultos que la han hecho abuela, nietas a las que seguramente inculque su valentía a la hora tomar decisiones, ya que María José estuvo casada, se divorció y se volvió a casar con una mujer. Según cuenta, «siempre tuve el apoyo de mi exmarido, pero reconozco que, en alguna ocasión, me asaltaron sentimientos contradictorios porque le quitaba tiempo a mi familia debido a mi militancia. Lo que pasa es que creo que no podría haberlo hecho de otra manera. Además, creo que ha merecido la pena»

Pese a todo, María José es de las que no se conforma con las conquistas realizadas y se mantiene alerta. Por un lado, denuncia que a las leyes de igualdad le pasa lo mismo que a las de dependencia. «Son buenas, pero no se desarrollan por falta de presupuesto. Hay que dotarlas de mayores recursos», dice.

Por otro lado, desconfía de que los derechos que han ido consiguiendo las mujeres sean definitivos. «Nunca todo el mundo los considera legítimos, y ahora estamos en uno de esos momentos», dice ante el temor de que «la derecha más rancia y la ultraderecha», como ella dice, vuelva a gobernar el país.

Aunque el año pasado hubo unanimidad en que las manifestaciones feministas por el 8 de marzo fueron un clamor en España, a ella siempre le parece insuficiente. «Yo siempre miro hacia detrás y me parece que debería haber más gente, así que espero que este año se superen al cifras del año pasado».

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