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Directo Directo | Ninguna procesión de las tres previstas en Badajoz sale a la calle

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Rajoy es como Conchita, una comadrona famosa en Badajoz porque llegaba tarde a los partos. «Es porque no me gusta molestar», decía a modo de justificación. Ella dejaba que la naturaleza resolviera sus problemas, convencida de que el parto que llegara torcido se enderezaría solo, y si no se enderezaba pues «no estaría de Dios», que la resignación cristiana tiene mucho recorrido.

Eso sí, estaba siempre a la hora de lavar a la criatura y llevársela a su madre, peinada y perfumada, para que esta visualizara su presencia y diligencia.

La pereza o pasividad de Rajoy es «un problema singular», como podría decir el ministro de Justicia. Él cree que los problemas se resuelven solos, lo que tal vez sería bueno para un eremita dedicado a la oración y al sacrificio, pero fatal para quien luce en sus tarjetones la leyenda de 'Presidente del Gobierno', obligado a tomar decisiones, resolver problemas y anticiparse a los conflictos.

Lo suyo es llegar siempre tarde, mirar, ponerse de perfil y dejar, como Conchita, que la naturaleza o el óxido resuelvan. Su incapacidad para tomar decisiones no se corrige, pero se contagia hasta el punto de que tenemos un Gobierno dedicado al maquillaje de la criatura, pero incapaz de resolver ningún problema del parto.

Rajoy mira y parpadea, poniendo cara del que se ha tragado el palo de una fregona, pero como es indolente y relativista, impone en el Gobierno, y en el partido, la velocidad punta del oso perezoso, en medio de la competitividad supersónica.

A él nada le afecta, no se ve concernido por ningún acontecimiento y, para no complicarse la vida, se encoge de hombros y justifica corrupciones e irregularidades que le obligarían a tomar decisiones, sacándolo de su sesteo permanente. Bendijo, besucón, el 'mastericidio' de Cristina Cifuentes, como antes lo había hecho con todos los casos de corrupción que están lastrando al partido, contaminando incluso a los que nada tienen que ver con prácticas corruptas.

A Rajoy todo le sorprende, le sobrepasa y le puede, pero sigue siendo el timonel del Partido Popular y, lo que es más grave, el guía de un Gobierno timorato, incapaz y desperdigado.

El electorado, que pasará al Partido Popular una minuta muy alta, tiene que esperar hasta las elecciones, pero ¿cómo es posible que en el PP no tengan capacidad para atajar un mal como Rajoy, convertido en picudo de palmera, que lo llevará a la ruina con la misma certeza que Zapatero arruinó al PSOE?

Está comprobado que en los grandes partidos, con sus prebendas y verticalismo cegato, hay más rebaño que militancia activa y efectiva. Hasta el papa Francisco tiene más contestación en la Iglesia que los líderes de los partidos en la militancia. Rajoy no está, PP chitón en boca, Gobierno ni mu.

Y cuando se mueven, peor. Montoro ayudando a los separatistas... La ministra de Trabajo tiene tal capacidad de convocatoria que, con una carta, logró sacar del letargo a diez millones de pensionistas, que esperan para darle el oportuno acuse de recibo, pero la doña, que parece gemela de Millán de 'Martes y trece', sin gracia, sigue de ministra.

¿Y el ministro de Justicia, con declaraciones desquiciadas, propias de alguien que tiene «un problema singular»?

Deberían estar cesados pero la decisión es de Rajoy y eso lo obligaría a tomar decisiones. ¡Imposible, qué pereza, mejor dejar que se cesen solos! O no.

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