Carolina y Cándido, los talentos de la UEx
HOY cuenta las historias de Carolina, que quiere enseñar, y Cándido, bioquímico. Son los universitarios premiados en la UEx por su vocación investigadora e implicación social que quieren triunfar sin tener que emigrar
Carolina Picapiedra y Cándido Ortiz no son dos estudiantes más. En la Universidad de Extremadura (UEx) hay muchos que como ellos han alcanzado la excelencia ... académica, pero muy pocos han ido más allá de lo aprendido en el aula y por eso ambos fueron premiados el lunes pasado en la gala 'Extremadura es futuro', del Consejo Social de la UEx, que valora la conexión entre universidad, empresa y sociedad. Cándido ha ganado el premio por su implicación social y Carolina por su vocación investigadora.
Él, bioquímico, no solo tiene las mejores notas de su promoción sino que le apasiona divulgar ciencia y llevar el folclore a las personas mayores para animarlas. Ella ya ha demostrado su audacia para innovar en la docencia e ideas para levantar la escuela rural en tiempos de Inteligencia Artificial. De una frase que escuchó –«antes los cuentos eran para matar el hambre y ahora contamos cuentos para que los niños coman»– hiló un exitoso trabajo de fin de grado y está a punto de enfilar su tesis.
Ninguno supera los 25 años. Él investiga contra el cáncer y ella quiere ser docente, uno es de Ribera del Fresno (Badajoz) y la otra de Jaraíz de la Vera (Cáceres), pero tienen en común algo muy valioso entre los jóvenes más talentosos que se forman en la región, y es que ninguno va a emigrar porque ambos quieren evolucionar profesionalmente en su tierra.
Cándido Ortiz, bioquímico: «Falta investigación biomédica»
Cándido Ortiz Placín se matriculó en la Facultad de Veterinaria de Cáceres y se decantó por la Bioquímica. «Mi padre es agricultor y entré en la carrera pensando en las plantas, pero acabé pensando en la investigación biomédica», dice quien fue el mejor expediente de su promoción (2021), la cuarta que se graduaba en la UEx, y el cuarto mejor de toda España.
Con ese bagaje marchó a Madrid a hacer un máster de Inmunología en la Complutense y volvió a Extremadura para centrarse en el cáncer de páncreas. «Mis abuelos fallecieron de cáncer de mama y de colon, y al final decidí aportar mi tiempo para combatir esta enfermedad. Me centré en el de páncreas por una oportunidad que surgió y porque, aunque no sea el más prevalente, es el más letal», explica Cándido, que también ha sido becado por el CSIC. En la actualidad realiza una tesis doctoral que le dirigen los profesores de la UEx Antonio González y José Antonio Tapia gracias a una beca-contrato de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), la primera que ha venido a Extremadura.
Pero este joven no ha sido premiado por semejante curriculum. Su candidatura en realidad se asentó sobre valores que tienen que ver con la divulgación científica, la cultura popular, la atención a las personas mayores y la representación estudiantil.
«De pequeño, al vivir en un pueblo, nunca pude ver un laboratorio de la universidad, así que ahora uno de mis objetivos es llevar los laboratorios a los pueblos», dice este voluntario de la AECC que da charlas por piscinas, colegios y jornadas explicando científicamente por qué es buena la crema solar o la importancia de las enzimas y la microbiota, entre otras revelaciones que hace de manera razonada y lúdica con la idea de despertar vocaciones investigadoras.
Con tantas inquietudes su agenda no da abasto. Mientras cultiva células en un laboratorio del campus de Cáceres y prepara la siguiente charla, Cándido lleva su bandurria en el maletero para volcarse en su otra pasión, el folclore. Empezó a bailar con cuatro años y ahora imparte clases en numerosos grupos de la región, pero sobre todo en pueblos de La Siberia como Talarrubias (el de su madre) con La Miajina, en Castilblanco con La Encalá, o Valdecaballeros con el Madroñal, aunque suele acudir a la llamada de cualquier grupo folclórico de su región, también para viajar a residencias de mayores. «Algunos se suman a nosotros cantando y los hay que se atreven con un par de pasos, son momentos increíbles. Les viene genial para mantener actividad mental y no sentir soledad», dice de los ancianos antes de citar centros a los que es asiduo como el de Alcuéscar, el de Aldea Moret o de Malpartida de Cáceres. Aunque si hay una residencia a la que está especialmente vinculado este universitario es al centro de La Providencia, donde trabaja su madre y donde rompió aguas cuando él nació.
Ahora, con 25 años, sabe que se ensancha su horizonte vital y laboral, pero tiene claro que se quedará en Extremadura. «Aquí están mis amigos y mi familia, tengo muchos lazos con mi casa y mi madre es alguien a quien necesito cerca, así que no veo irme fuera. Si todos lo hiciéramos nuestra tierra se quedará estancada. Hay que aportar, pero aquí necesitamos investigación biomédica si no queremos perder talento, ya que toda la investigación es en la universidad y allí el tiempo es limitado porque los profesores también hacen docencia. Las instituciones deberían entender esto», reflexiona.
Carolina Picapiedra, docente: «Para hacer ciencia no hace falta estar en un laboratorio»
Carolina Picapiedra de Matías también brilla en la universidad y está anclada a su tierra. Ella estudió en la Facultad de Educación, pero a sus 23 años ya no se conforma con dar clases en Primaria. «Antes quería solo ser maestra, pero me tira la investigación y quisiera dar clase en la facultad desde que en tercer curso elaboré un buen trabajo y mi tutor me animó».
A ella le concedieron el premio 'Extremadura es futuro' por su vocación investigadora de entre todos los candidatos que, como ella, ya disfrutaban de una beca de colaboración de las que concede el Ministerio de Educación y Ciencia. Esta la materializó en el libro 'Expedientes de censura franquista de obras para adultos' que escribió junto a los profesores de la UEx Ramón Tena y José Soto y que completa un trabajo similar anterior enfocado a obras infantiles.
Vive en Jaraíz de la Vera y el curso que viene tiene la idea de combinar la investigación en la universidad con una oposición al cuerpo de maestros. Denominada a sí mismo «cuentista» porque le gusta que le cuenten historias y también contarlas, precisamente la literatura infantil y juvenil es lo que más le interesa. Por eso entre sus otras tres publicaciones científicas ya aceptadas, aunque aún sin publicar, hay un título que valoró el jurado para premiarla: 'Representación de la cultura alimenticia en los cuentos populares de Perrault, Hermanos Grimm y el pico de la cigüeña'. Lo convirtió en trabajo de fin de grado cuando observó que en la mayoría de cuentos la comida y el hambre son asuntos recurrentes, así que confrontó el marco literario europeo con el extremeño para confirmar esas premisas.
Carolina ha hecho prácticas en el colegio público San Martín de Garganta la Olla y esto también le ha marcado. Aunque sabe que no puede controlar la falta de niños en los pueblos, ella cree que es posible renovar la enseñanza en el ámbito rural y darle una nueva voz y recursos. También es muy consciente de cómo ha irrumpido la Inteligencia Artificial en la enseñanza y no oculta su inquietud. «En mi facultad se usa mucho la IA para hacer trabajos y los números son alarmantes. Tengo un dilema moral sobre qué está pasando. Pero yo vengo de hacer prácticas en una escuela rural y veo posible integrar la tecnología y que la IA no sea el centro de todo porque para mí lo más importante es desarrollar competencias, que el alumno sea crítico y tome sus decisiones».
En la agenda de Carolina lo más inmediato es defender a finales de este mes de junio su trabajo de fin de máster, que ha enfocado hacia el concepto de 'situación de aprendizaje', anteriormente conocido en la ley como 'unidades didácticas'. Después dirigirá un campamento en su pueblo, un entorno que dice que le sirve para probar muchas cosas relacionadas con la didáctica.
Si consigue un contrato el curso que viene, quiere hacer el Doctorado en la Facultad de Formación del Profesorado de la UEx (en Cáceres). Según dice, en el futuro no se ve en otro sitio que no sea Extremadura. «Oportunidades hay. Yo cuando las he tenido las he sabido aprovechar. No nos debe dar vértigo subirnos al tren porque el talento en Extremadura existe y hay propuestas muy potentes. Estamos acostumbrados a asociar el talento a ramas científicas, pero también existe en la rama social, para hacer ciencia no hace falta estar en un laboratorio».
«Mi futuro profesional en Extremadura, no me veo en otro sitio, quiero mucho a mi tierra. Reivindico con mi investigación dar voz las escuelas rurales», remata.
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