José Aliseda Olivares regresa a su casa 85 años después
Reciben supultura en Don Benito los restos del que fuera diputado socialista y los de su esposa, que marcharon al exilio en México en 1940
José Aliseda Olivares tuvo dos vidas: una en Don Benito y Badajoz, hasta 1940, donde ejerció de maestro; y otra en México D.F., donde se convirtió en farmacéutico. En la primera, además, fue militante socialista y diputado a Cortes del Frente Popular; en la segunda, un español exiliado para salvar su vida tras la Guerra Civil. Nunca regresó a España, por miedo a las represalias, pero sí estuvo una vez en su frontera con Portugal, en Elvas. Un infarto a los 61 años, en 1964, pusó fin a las dos etapas de su vida.
Este fin de semana, 85 años después de su marcha, José Aliseda Olivares ha regresado para recibir sepultura definitiva en el cementerio de Don Benito, junto a los restos de su esposa que le acompañó al exilio, Atocha Mena, y de la que enviudó al poco de llegar al país centroamericano.
En México D. F. volvería a contraer matrimonio con otra extremeña procedente también de la localidad donbenitense, Manuela Gallego. La hija de este segundo matrimonio, Josefa, y los nietos del primero, Alejandra y Ernie, aficando en Estados Unidos, son los descendientes que han viajado hasta Extremadura para cerrar un ciclo.
Las cenizas de José Aliseda y de Atocha Mena han sido depositadas en la zona del camposanto dedicada a las víctimas de la represión durante la Guerra Civil y los años posteriores.
El traslado hasta España ha sido posible de una forma administrativa más o menos ágil gracias a la aplicación de la Ley de memoria democrática, según ha contado en redes sociales el exalcalde de Don Benito y actual delegado del Gobierno en Extremadura, José Luis Quintana.
Aunque José nunca pudiera volver al municipio pacense, los Aliseda sí han mantenido vínculos en años posteriores con su familia extremeña. «Yo veía mucho a unos tios de la calle Santa María, y luego vinimos a tramitar la pensión una vez muerto Franco», indica Josefa Aliseda Gallego, que tenía seis años cuando murió su padre.
Recuerda, sin embargo, que él la llevaba a la «sede del Gobierno de la República en México D.F., eso lo recuerdo perfectamente», asegura. Esas visitas obedecían a la amistad de su padre con José Giral, quien fuera presidente del Consejo de Ministros de España durante la Segunda República y que también murió exiliado en la capital mexicana en 1962.
Fue precisamente por esta relación por la que José Aliseda comenzó a ejercer de farmacéutico en su nueva vida. «No pudo trabajar ni como abogado ni como maestro», cuenta Josefa. Tuvo dos farmacias, una llamada Madrid y la otra Tacuba. Y también se dedicó un tiempo a negocios de importación del coñac Napoleón».
Dada la muerte repentina, la decisión de traer los restos de regreso no forman parte de un deseo de su padre, sino que ha sido de ella y de su hermana Carmen. «Aquel día en Elvas, se quedó esperando el regreso de su esposa que sí entró. Él temía que lo fusilaran, claro, pero ya descansa en su sitio».