Mi frutero y los presupuestos
Tres en raya. Aprobar las cuentas en Cáceres, Mérida y Madrid es tema popular de conversación
Presupuestos. Tema de moda. Quién nos iba a decir que algo tan arduo y aburrido como unos presupuestos se convertiría en un asunto popular que ... ha bajado de las altas esferas económicas a las conversaciones de esquina. El otro día, cuando fui a comprar el pan de Talaván, mi frutero me facilitó información de primera mano, noticias que solo conocen los entendidos: «Pues sé de buena tinta que los socialistas iban a decir que sí a los presupuestos, pero les tiraron de las orejas desde Madrid y han tenido que decir que no», me sopló en voz baja mi frutero/panadero.
De allí me fui a hacer una hora de entrenamiento físico, aunque sin tener muy claro si el tendero se refería al PSOE local o al regional, a los presupuestos cacereños o a los extremeños. En la sala de ejercicios, mi profe de gimnasia me hizo otra confidencia. «Pues creo que llamaron a los consejeros de la Junta a Fitur para que se vinieran rápidamente porque iban a mantener una reunión urgente sobre los presupuestos».
Es decir, sin haber pasado aún por mi bar, mentidero tradicional del barrio, lugar donde practico el arte japonés de oler el aire para adivinar cómo está el patio e intuir por dónde van los tiros… Sin haber olido el aire, digo, el tema central de las conversaciones populares en él eran los presupuestos. Nada de revueltas, hormigueros ni islas tentadoras, ¡presupuestos! Toma castaña. Porque los presupuestos siempre han sido un tema castaña hasta este año, que son tema candente, actualidad palpitante, novedad de moda, en boga, en auge, o sea, 'trending topic'.
Así que entré en el bar, pedí una bica de café portugués y me llegó una noticia desde el otro lado de la barra: «Pues María Guardiola ha convocado rueda de prensa a las 12.30. Hay mucha expectación». Desde una mesa apostillaron: «Eso es que convoca elecciones». Desde la tragaperras glosaron con autoridad: «En Madrid no la dejan pactar ni con Vox ni con el PSOE. La tienen frita». Y desde un taburete zanjaron: «Todo esto es por culpa de los presupuestos».
No habíamos llegado al mediodía y los presupuestos sobrevolaban la frutería, aleteaban en la sala de gimnasia y se posaban en el bar. No recuerdo un caso parecido. Estábamos acostumbrados a un bipartidismo imperfecto, pero bipartidismo con pactos puntuales y los presupuestos se aprobaban sin dilación ni vacilación, pero una situación endiablada con partidos de ideologías tan semejantes como contrapuestas, observándose con recelo y queriendo sacar tajada de cada movimiento, nos ha llevado a esta realidad enrevesada que, acostumbrémonos, va a ser hábito y costumbre. De ahora en adelante, cada presupuesto, un calvario y cada negociación, una partida de mus en la que es tan importante ganar como engañar.
Yo ya me veía con el bus urbano para los mayores de Cáceres gratuito, que era una de las medidas de los presupuestos prepactados. Pero mi gozo en un pozo porque les han tirado de las orejas. Como ahora se vota por los intereses particulares más que por los generales y prima el garbanzo sobre la utopía, hay que disponerse a vivir calvarios presupuestarios en los que se jugará con pensiones, salarios, ayudas y trenes.
Los gobiernos de coalición han venido para quedarse y cada negociación presupuestaria será sinónimo de calvario y cálculo partidista: votar no en Cáceres puede entorpecer la negociación para votar sí en Mérida y votar sí aquí y allá significa dar aire acullá. Solución, la de mi madre. «Mamá, estamos sin presupuestos en Cáceres, la Junta y Madrid», le dije. Y ella, 95 años, respondió: «Pues nos tendremos que ir al extranjero».
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