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¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?

«La expresión 'de Madrid al cielo' se ajusta más a Extremadura»

Cristina Herrera | Presidenta del Banco de Alimentos de Extremadura

Martes, 4 de agosto 2020, 14:15

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Nació en Madrid, pero también vivió en El Ferrol y Cartagena. Hija de un militar de la Marina, se adaptó rápidamente a Extremadura, donde ha tenido una activa carrera política. Ahora preside el Banco de Alimentos, la Asociación de Mujeres Rurales y gestiona una explotación agrícola.

–¿Por qué vino a Extremadura?

–A José María, mi marido, le conocí en Madrid. Por entonces él vivía allí temporalmente. Al final estuvo cuatro años, pero después de ese tiempo se vino a trabajar a Badajoz, que era su ciudad, y yo me vine con él. Fue aquí donde formamos nuestra familia.

¿Qué impresión tuvo al llegar?

–No tuve una mala impresión ni de Badajoz ni de Extremadura, pero sí noté que todo era bastante diferente. Yo venía de Madrid, del Madrid de los años 80. Es verdad que por entonces había mucha diferencia entre la capital de España y las demás ciudades del resto del país, y eso, inevitablemente, lo percibes. Cambiaba totalmente de entorno. Todo era distinto. Si a día de hoy no tiene nada que ver la vida que podemos llevar en Madrid con la que podemos llevar en una ciudad como Badajoz, imagínate hace casi 40 años.

¿Cuál es la mayor diferencia que ha encontrado?

–Hoy no hay tantas diferencias. Eran bastante más visibles cuando llegué, pero eran, sobre todo, detalles a los que yo no estaba acostumbrada. Por entonces, comprar pescado o carne por las tardes cualquier día de diario en Extremadura era imposible porque no abrían ni las pescaderías ni las carnicerías. Eso me chocó muchísimo. Otra cosa que me pareció muy curiosa fue que los fines de semana, especialmente los domingos, la ciudad se quedaba prácticamente desierta, no encontrabas a nadie por las calles. En Madrid ocurría totalmente al contrario. Actualmente eso no ocurre o sucede menos. Poco a poco hemos ido pareciéndonos cada vez más y hoy hay menos diferencias.

¿Cómo le recibieron aquí?

Con los brazos abiertos de par en par. O así, al menos, es como me sentí yo. A los extremeños nadie les puede decir que no sean personas acogedoras y educadas. Todo lo contrario. Y yo fui recibida como si estuviese en mi tierra. La familia de mi marido era de aquí y pronto me enseñaron a ser extremeña. Hoy lo soy sin ningún tipo de duda. No nací aquí, pero elegí esta tierra para quedarme.

¿Tardó en habituarse a vivir aquí?

–Me adapté muy rápido. En parte me ayudó el hecho de ser hija de un marino de guerra. Estaba acostumbrada a viajar, así que los cambios no los llevo mal. Supe adaptarme pronto.

–¿Hay algunas costumbres que le hayan llamado la atención?

–Hay muchas. Recuerdo que una de las primeras costumbres que me llamó la atención en Badajoz fue que, en los funerales, el cuerpo del fallecido se lleve a la iglesia. Eso no lo había visto en mi vida en Madrid. Y, además, los asistentes a la ceremonia pasan después por delante de la familia para transmitir su pésame con un pequeño gesto. Eso tampoco existe en Madrid.

¿Qué echa de menos en el lugar donde vive?

–Tengo un doble sentimiento. Por una parte, es verdad que en Extremadura no podemos echar de menos nada. Yo vivo estupendamente aquí. Cuando mi marido murió, podía haberme vuelto a Madrid. Allí vive mi madre y la podría tener más cerca, pero decidí quedarme aquí. Pero tenemos que echar de menos muchas otras cosas que son fundamentales para el desarrollo de la región y para el desarrollo individual de cada extremeño. Un tren en condiciones es un ejemplo de ello, porque se trata de una infraestructura que también afecta a la vida de cada persona.

–¿Cómo ha cambiado su visión de la región?

–Yo llegué aquí con una imagen de Extremadura que no se correspondía con la realidad. Esto le sigue pasando actualmente a quienes no conocen esta región. Me sorprendieron, por ejemplo, sus paisajes. Es increíble de norte a sur. Antes yo podía decir lo de «de Madrid al cielo», pero la realidad es que esa expresión se ajusta bastante más si la decimos de Extremadura.

¿Qué es lo que más le conquistó de esta tierra?

–La gente. Igual es una respuesta que todo el mundo da, pero no me extraña porque es la verdad. La gente es sencilla, abierta, acogedora, cariñosa... Tengo miles de anécdotas que demuestran que los extremeños son estupendos.

¿Suele recomendar Extremadura a amigos y familia?

–Totalmente. Yo me siento enamorada de Extremadura. Me lo enseñó mi marido, que mostraba la Catedral de Badajoz a sus amigos de Madrid como si fuera la Catedral de Notre Dame de París.

¿Le gusta el clima extremeño?

Me he acostumbrado a él. Es nuestro clima y tiene muchos aspectos positivos.

¿Qué destacaría de los extremeños?

–Que son buenas personas. Creo que hay pocas cosas en la vida que se pueda decir de alguien mejor que eso. Pero es lo que creo.

¿Qué cree que necesita Extremadura para su desarrollo?

–Mejorar, en primer lugar, sus comunicaciones. Extremadura no va a tener nada mientras continúe sin unas comunicaciones decentes. ¡Pero si no tenemos ni una autovía que una las dos capitales de provincia! Si no hay comunicaciones, no hay desarrollo. Y si no hay desarrollo, no hay avance.

¿Los servicios públicos con los que cuenta son suficientes?

–Son totalmente insuficientes. Es nuestro gran punto débil. No nos promocionamos bien y es importantísimo que lo hagamos. Extremadura es una región cultural, pero fuera de aquí muy poca gente lo sabe. Y respecto al comercio, necesitan apoyo.

–¿Cuáles son sus sitios favoritos de la región?

–Me encanta la zona de Barcarrota y Jerez de los Caballeros. Es espectacular, un lugar extraordinario.

–¿Qué rincones recomendaría de Badajoz?

–Recomendaría muchas cosas, pero a mí me encanta la placita López de Ayala, que es la del convento de las Descalzas. Y cómo no, nadie debe irse sin conocer la alcazaba, la plaza Alta, la Catedral y la plaza de España, la plaza de Cervantes, la de la Soledad, la Iglesia de la Concepción, los jardines del Guadiana, el puente y la puerta de Palmas, el parque de Castelar... En Badajoz tenemos muchas cosas que enseñar. Pero también vivo en Barcarrota, y de allí siempre recomiendo pasear por sus calles y hacer vida de barcarroteño, que es un lujo, pero, sobre todo, descubrir su entorno, sus dehesas.

¿Dónde viajará este verano?

–Trataré de ir unos días a la playa con mi madre si finalmente las circunstancias nos dejan. El resto del tiempo lo pasaré en Barcarrota, en el campo.

¿A qué dedica su ocio?

Pues ahora mismo, entre las Mujeres Rurales y el Banco de Alimentos por un lado, y mis nietos por otro, trato de leer cuando puedo y trato de estar con mis amigos. A todo esto es a lo que dedico mi tiempo en estos momentos. ¡Ah! ¡Y a gestionar mi campo! Me encargo de absolutamente todo lo que conlleva administrarlo: el corcho, el ganado, ¡de todo! Así que no paro.

¿Suele acudir a fiestas o a acontecimientos culturales?

–Todos los veranos voy al teatro a Mérida. Me gusta mucho asistir a todas las obras que pueda. También me gusta mucho disfrutar de los carnavales de Badajoz o de su Semana Santa.

¿La cercanía con Portugal es un aliciente?

–Que dos hermanos vivan cerca y unidos siempre es positivo para una familia, y Portugal y España son dos países hermanos que viven las mejores de sus relaciones, así que disfruto de ella todo lo que puedo. Las costumbres portuguesas no se parecen a las extremeñas, pero tenemos, por otra parte, muchas cosas en común. Portugal es un gran país y tener Lisboa a poco más de dos horas es una suerte.

¿Qué es lo que más le gusta de la gastronomía extremeña?

La Torta del Casar, la chacina, rabos de cordero, las criadillas de tierra, los espárragos trigueros, las migas, la cachuela... ¡Menuda variedad tiene nuestra gastronomía! ¡Y menuda materia prima!

Para terminar, defina Extremadura en tres palabras.

La gran desconocida.

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