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La plaza de Colón de Madrid durante la manifestación convocada por PP, Cs y Vox. EFE
Excesos y mentiras

Excesos y mentiras

La calma del encinar ·

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Sábado, 16 de febrero 2019, 09:44

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Cuando se disponen de muchas verdades para argumentar, es torpe meter de cuña mentiras, porque muchas verdades juntas no legitiman una mentira, pero una mentira sola acaba deslegitimando muchas verdades. Fue el caso del manifiesto leído por tres periodistas durante la manifestación convocada por PP, C´s y Vox el pasado domingo, en Madrid. Creo que dos de ellos, Albert Castillón y Carlos Cuesta, cumplieron su papel con acierto, no se trataba de hacer un discurso académico, usando tono y contenido propio del momento, del lugar y para las circunstancias, pero cuando le tocó turno a María Claver, ésta, que parecía haberse pasado con la cafeína en el desayuno, se empeñó en hacer un refrito chabacano, mezclando verdades con mentiras innecesarias, que dejaban la razón de la protesta bastante cuestionada. Por ejemplo, entre muchos disparates, afirmó que Pedro Sánchez había cedido en los 21 puntos que exigían los independentistas para aprobar los PGE. Una mentira evidente que solo sirvió para cuestionarse. ¡Se lució la señora! ¿Más?

¿Se supone que las delegaciones del Gobierno en las CC.AA son instituciones serías y fiables, que podrían no dar un dato, pero que si lo dan debería estar contrastado? Mera ilusión. La Delegación del Gobierno en Madrid, que salió por peteneras calibrando el espacio ocupado por los manifestantes, adelantó la ridícula cifra de entre 40.000 y 45.000 los concentrados en la Plaza de Colón, cuando todos los técnicos aseguraban que solo en la plaza, que estaba llena, y sin contar las calles adyacentes, cabían 60.000 si no están muy juntos. Al final, incluso los medios más críticos con la manifestación reconocían 100.000. Y esta semana se ha seguido con el baile, pero ya nadie cuestiona la cifra, tal vez optimista, de 200.000 asistentes.

Se sabe que en estos recuentos hay siempre cuatro datos diferentes: el de los convocantes o sindicatos, el de la Delegación del Gobierno (según el signo del Gobierno), el de la Policía Municipal (según el signo del ayuntamiento) y el real, que es la suma de todos ellos divida por cuatro. Y está bien que cada uno arrime el ascua a su sardina, pero la Delegación del Gobierno, como institución que no está al servicio de un partido, por vergüenza, debería disimular, como si no tuviera sardina. ¿Más?

Después del sarpullido que en muchos produjo la manifestación del sábado, se esperaba que los conejos comenzaran a salir de las chisteras, pero ¡qué poca imaginación tienen algunos asesores, sacando gazapos que están agotados desde los años de la transición! Lo de la «profanación» de las tumbas de Pablo Iglesias y La Pasionaria huele a naftalina. «¡Tontos p´a siempre!», que diría José Mota. ¡Esas tretas, que están en el manual de Joseph Goebbels, ya las usó Mitterrand en Francia! Conozco a un ex alcalde extremeño, hijo de un fusilado por las tropas de Franco, que durante la campaña electoral, allá por 1979, sabiendo que lo tenía todo perdido, se le ocurrió indignar al electorado con el victimismo y él mismo escribió en las paredes de su casa: «Fulanito, te vamos a cortar los güevos como a tu padre». Ganó las elecciones, pero ¿ahora, cuarenta años después con la misma mandanga? Algunos sabihondos necesitan reciclarse.

No obstante, como detrás de cada flautista hay siempre ratones y ratonas, Elena Valenciano, la eurodiputada y ex vicesecretaria general del PSOE, entre otros muchos boquerones que salieron al quite nada más conocerse «la profanación», señaló de inmediato la autoría: La extrema derecha. Es lista, sí. Estudió mucho y no acabó nada, pero es lista.

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