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Ana B. Hernández
Viernes, 9 de mayo 2025, 14:48
Estaba en casa de la anciana a la que cuida en Cáceres pendiente de la televisión, como miles de personas en el mundo entero, cuando ... Robert Francis Prevost apareció como el Papa León XIV en el balcón del Vaticano. Los aplausos y los vítores que llenaron la plaza de San Pedro en ese momento se escucharon también en el domicilio en el que se encontraba Luisa Letona.
«Me emocioné, no me lo podía crear, pero sí, era él», dice. En concreto, el sacerdote agustino con el que compartió muchos viajes a caballo en su Perú natal. De eso hace ahora muchos años, «tenía 19 entonces y hoy tengo 50», pero la huella que Robert Francis Prevost dejó en Luisa sigue intacta. «He tenido la suerte de encontrarme en mi vida con sacerdotes arraigados en la fe, que han sabido transmitírmela». El ahora Papa León XIV es uno de ellos.
«Pasé seis meses con las Hermanas de la Misericordia en Piura, en el norte del Perú». Hasta allí se fue Luisa a vivir una experiencia evangelizadora desde su Lima natal cuando era joven y allí coincidió con Robert Francis. «Las hermanas colaboraban en las labores que llevaban a cabo los agustinos y el Papa estaba allí. Realizaba sus tareas como sacerdote por toda la región, por lo que recorría a caballo o en mula muchos kilómetros para llevar la palabra de Dios a todos los rincones». Viajes que duraban horas y que Luisa vivió en primera persona.
«Conozco al hoy Papa y puedo decir que es, por encima de cualquier otra cosa, una persona sencilla y humilde. Es un hombre cercano y abierto, al que le gusta escuchar, de formas pausadas y tranquilas, y muy reflexivo». Un sacerdote, asegura Luisa, «con los pies en la tierra, que conoce la pobreza y el sacrificio y capaz por eso de lograr que la gente se identifique con él y le quiera».
Pero un hombre, además, explica esta mujer, que es conocedor profundo de la Iglesia, que acumula experiencia en su organización y dirección, y siempre fiel a la espiritualidad agustina. «Esa que cuida la oración como base para lograr la fuerza para evangelizar, pero que apuesta por la comunión con las personas para avanzar de manera conjunta».
Por eso a Luisa no le extrañó que en sus primeras palabras a los fieles, el Papa León XIV hablara de la necesidad de tender puentes en busca de la unión y la paz en el mundo. «Es un acierto su elección, porque es un hombre muy bien formado, de profundas creencias y con una larga trayectoria misionera, sin olvidar la amplia dimensión territorial que atesora. No es un Papa de un continente sino de muchos a la vez, capaz por eso de tender los puentes tan necesarios hoy».
Luisa no para desde la tarde de ayer de recibir mensajes de las Hermanas de la Misericordia y de amigas que compartieron con ella la experiencia de Piura y de peruanos que recuerdan sus vivencias con León XIV. «Sentimos una emoción profunda y una alegría inmensa. No solo por los años en los que coincidimos con él allí, sino porque además luego fue nombrado administrador apostólico de mi diócesis, que es la de Callao, una zona de misión también en la que su labor fue igualmente trascendental».
Esta peruana que abandonó su país hace 14 años en busca de una vida mejor, que primero estuvo en Chile y después en Cáceres, donde lleva ya siete años y está contenta, sigue trabajando por poner en práctica cada día en la parroquia de San José a la que pertenece, y también en la de Aldea Moret en la que colabora, lo que hace tantos años aprendió con Robert Francis Prevost. «Infundía ánimos a las personas para que buscaran la forma de salir adelante cada día con el trabajo». Ella lo hace cuidando a personas mayores y limpiando en domicilios, pero también colaborando en la ayuda a los demás desde la fe sólida que mueve su vida.
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