Condenado por violencia de género: «Toqué fondo, había humillado a una mujer, me sentía superior»
David C. recibió un curso de reeducación por orden judicial y ahora inicia su periodo como colaborador con la entidad Cupif
David C. llega a la entrevista con este diario con gran bloc de notas en el que prácticamente todas las páginas están llenas de anotaciones. ... Contiene, en papel y tinta, los 10 meses del curso de reeducación recibido tras ser condenado en 2019 a un año y siete meses de cárcel por violencia de género. Lo guarda como oro en paño, porque considera que ha sido una especie de regalo, una guía para mejorar. Tiene 46 años y un hijo. Cita a HOY en una cafetería desierta a las cinco de la tarde de un lunes en las afueras de un pueblo de Cáceres para contar su proceso vital. La única condición es no ser fotografiado de frente. «Yo lo cuento todo, pero trabajo cara al público con mucha gente, y la asociación prefiere que no salga», acota. Se refiere a Cupif (Con un pie fuera), la entidad que trabaja con Instituciones Penitenciarias para dar los cursos de reeducación a maltratadores con condena dentro del programa PRIA-MA (programa de intervención para agresores de violencia de género en medidas alternativas).
Tras una relación larga con la madre de su hijo se emparejó con otra mujer, con la que estuvo dos años. «Era una relación muy tóxica, nos dejábamos, volvíamos, era una relación muy sexual, en el sexo congeníabamos mucho, cuando estábamos separados nos echábamos de menos, pero cuando estábamos juntos esperábamos que alguno fallara para echárnoslo en cara, fueron dos años de 15 días bien, dos días mal...», explica David, que frecuenta ambientes moteros igual que su ex pareja.
«Creía que lo que había hecho era menor porque yo no la había tocado un pelo pero era violencia de género y revelación de secretos»
«Un amigo me lo dijo, me tenía que pasar esto para poder aprender, yo ahora continúo formándome por voluntad propia»
Llegó el momento de la ruptura definitiva. Al mes y medio conoció a otra mujer con la que empezó una relación. «Y estando en una concentración motera en el Casar de Cáceres recibo un mensaje de mi ex pareja, de la que después me denunció, quería volver, por sexo o por lo que fuera». Dice que él le explicó que ya estaba con otra persona. «Me decía que me quería ver y que le mandara una foto mía desnudo». David hizo una captura con la conversación y se la envio a su nueva pareja. «Eran amigas, ella se lo dijo a mi ex pareja y con la captura se fue a la Guardia Civil y me denunció». Estaba en su casa cuando recibió una notificación de la Guardia Civil y tuvo que ir al cuartelillo, donde pasó la noche porque el agente que le tenía que tomar las huellas se retrasaba. «Parecía una cosa menor, pero es un delito, entra en el ámbito de la violencia de género y además es revelación de secretos», explica. Tras el juicio le impusieron la pena de cárcel de un año y siete meses (que no tuvo que cumplir por no tener antecedentes), una orden de alejamiento de cuatro años, un pago económico y la formación.
«Yo en ese momento me sentí castigado, no entendía por qué se me condenaba si nunca la había tocado un pelo», explica este hombre, que ahora, después de pasar por estas jornadas lo ve de una forma completamente diferente. «No supe gestionar mi ego, fue una humillación, yo quería humillarla y por eso mandé ese mensaje». ¿Era machismo? No lo duda. «Sí, yo me sentía superior a ella». David asume que su forma de vida, con parejas poco estables, le ha hecho tomarse las relaciones afectivas como un juego. «Yo jugaba cuando quería, era el macho, como un león que tiene a sus hembras». Con esa superioridad, indica, era capaz de mandar a una mujer «a tomar por culo», y decirle que estaba con otra. Pero asume que esa es también una forma de violencia. «Sí, porque yo la tenía cuando quería, la dejaba cuando quería».
David se tomó la condena como «una forma de tocar fondo». Un coach que es amigo mío me lo dijo. «Me tenía que pasar esto para poder aprender». Los porqués de esa conducta no es capaz de determinarlos ese hombre. «Supongo que por la educación, la sociedad, la vida, mi forma de ser».
Sesiones
Como se cruzó la covid por medio los cursos pudo seguirlos de manera telemática, aunque cada tres meses acudía de forma presencial a Talayuela (nordeste de Cáceres) que es donde está la sede de Cupif. Hay sesiones individuales y grupales. «Son sesiones muy psicológicas y muy terapeúticas y a mí me ha gustado tanto que yo continúo por voluntad propia, mediante las tareas que te mandan ». Saca su cuaderno de bitácora, en donde ha ido apuntando las reflexiones, los estados de ánimos y las situaciones vividas en los últimos tiempos. «Escribir cómo te sientes ayuda mucho». ¿Se aborda la violencia de género en sí? «Se abordan más bien las herramientas, canalizar las emociones», cuenta David. «Te enseñan a que hay muchos tipos de violencia».
Ahora que incia su periodo como voluntario prepara toda su experiencia para que les sirva a los demás. «Me meti en el grupo de Whatsapp y el primer consejo que di es que o se lo tomaran como un castigo, uno me respondió que yo no sabía cómo estaba él, pero sí, yo estaba así, cómo él, enfadado, sé lo que es, hay miedo, miedo a poder ser encarcelado».
Desde su nueva óptica ahora observa de forma diferente ciertos comentarios machistas, cuando se dice, por ejemplo, que las mujeres se han vuelto implacables o exageradas al denunciar trato machista. «Yo entiendo que se hable así, porque no tienen los conocimientos que tengo ahora».
«Yo esto no se lo cuento a cualquiera, es normal que piensen que si he tenido este problema cómo tengo que ser»
«Las relaciones afectivas han sido como un juego para mí, era como un león, un macho que tiene a sus hembras»
A él le ha servido especialmente la técnica del semáforo, en la que él aprende a identificar cuando está en rojo (con sentimientos descontrolados) para intentar pasar al naranja y después al verde. Asume que ahora se toma la vida de otra forma e intenta ir con pasos más calmados en sus relaciones afectivas. «Si yo no hubiera hecho este curso hubiera seguido con las mismas actitudes». Reconoce que siente cierto reparo a emparejarse. «Tienes que estar preparado, yo esto lo estoy contando aquí porque sé que sois periodistas y no va a salir mi cara, pero esto no se lo puedo contar a cualquier persona, porque lo primero que me va a decir es que si has tenido ese problema cómo tienes que ser».
Esta formación también le ha ayudado a aplacar sus celos. «Antiguamente sí era celoso, si sabía que mi pareja estaba con alguien pasaba dos veces con el coche a ver si la veía, porque estaba metido en un bucle de masculinidad». ¿Tóxica? «Sí, sí».
Expresa sus teorías sobre la igualdad. «Estoy totalmente de acuerdo en que los hombres y las mujeres tengamos los mismos sueldos y los mismos derechos, pero somos diferentes y por eso nos unimos», asegura. Y añade que que las mujeres son mejores cuidadoras.
Una vez abierto el melón de la terapia que ha seguido en Cupif quiere seguir profundizando en el autoconocimiento. «Queda mucho por hacer, decía Dani Martín que todos tendríamos que ver al psicólogo al menos una vez en la vida, y es verdad». Toca el cuaderno, que es como su talismán. «Estos 10 meses que hay aquí deberíamos pasarlos todos».
ATENCIÓN A VÍCTIMAS DE VIOLENCIA MACHISTA
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Teléfono: 016. Atiende a todas las víctimas de violencia machista las 24 horas del día y en 52 idiomas diferentes.
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WhatsApp y correo electrónico: las consultas online pueden realizarse a través del email 016-online@igualdad.gob.es, el canal del WhatsApp en el número 600.000.016 y el chat online, accesible desde la página web: https://violenciagenero.igualdad.gob.es.
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