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Cuando el extremeño Juan José Leranca fue portada del semanario París Match del 19 de diciembre de 1970 solo otros dos españoles habían ocupado ese espacio en la revista: Federico Martín Bahamontes al haber ganado el Tour de 1959, y el rey emérito Juan Carlos ... de Borbón cuando aún era príncipe. Para los tres, las posibilidades de que también hayan estado en fiestas con Salvador Dalí y hayan sido recibidos por la familia imperial de Japón existen, pero son mínimas.
Leranca hizo todo lo anterior con menos de veinte años y además, como detalle extravagante de su azarosa adolescencia, llegó a volar entre Bogotá y Tokio con cinco caballos en cabina. Eran parte del espectáculo al que pertenecía Leranca, El Circo de los Muchachos, que dio la vuelta al mundo durante el último tercio del siglo pasado. La historia la acaba de revivir un documental de Prime Video que se estrenó el 15 de noviembre. En realidad abarca un universo más amplio, 'La Ciudad de los Muchachos', un proyecto liderado por el cura jesuita Jesús Silva (1933-2011) a caballo entre la utopía, la revolución y el auxilio social.
El extremeño Juan José Leranca, de nombre artístico 'Naranjita', estuvo inmerso en aquella experiencia entre 1967 y 1976. De muchas de las cosas que vivió se han enterado ahora sus más íntimos amigos e incluso su mujer. «Ella sabía que había hecho circo porque alguna vez me había visto dar volteretas, pero poco más». Cuando él abandonó el circo de los muchachos con veinte años enlazó varios trabajos entre Madrid y León hasta que se estableció en Badajoz para trabajar durante casi treinta años como comercial de las populares aceitunas 'Aguedo' que se elaboran en Valverde de Leganés. «Ni mi mujer ni mis clientes sospechan las cosas que yo he hecho en mi vida», dice quien ha firmado cientos de autógrafos y le ha pedido posar con él el mismísimo Alain Delon, como da fe un 'Garbo' de octubre de 1973. Esta y otras pruebas las va sacando de su viejo maletín Samsonite durante la entrevista que tiene lugar en la redacción de HOY.
–¿Cómo llega usted a La Ciudad de los Muchachos?
–Mi padre murió con 37 años y mi madre tenía 36 años y cinco hijos ya. Nos quedamos sin nada. Yo soy el segundo. A mi hermana mayor y a la tercera las colocó en colegios de monjas en Talavera de la Reina y Toledo, y no sé si el destino o la casualidad trajo a una maestra de Orense a Helechosa de los Montes. Mi madre se ofreció a cocinar para ella y esta le habló de un lugar donde se podía estudiar o aprender un oficio gratis. Así que mi madre me llevó hasta Orense, primero a Celanova, un convento a treinta kilómetros que se quedó el padre Silva. Pero luego acabé en Benposta, a cinco kilómetros, donde este cura fundó La Ciudad de los Muchachos. Tenía once años y yo no había salido jamás de mi pueblo.
– ¿Qué impresión le causó la primera vez que vio al padre Silva?
– Era muy chico, tenía once años, pero hay cosas que no se olvidan. Le pregunté a un chaval quién era, me lo señaló y le dije que ese no podía ser cura porque yo los que veía iban con sotana y este iba con el pelo alborotado, chupa de cuero y vaqueros.
– ¿Es acertada la expresión de que aquella 'ciudad' era como un islote en mitad de la dictadura de Franco?
–Totalmente acertada. No nos explicamos cómo podíamos vivir en aquella especie de república. Era un régimen democrático total. El alcalde era un niño de los mayores, de unos veinte años como mucho. Teníamos una aduana junto a la gasolinera que había, que era parte del negocio. Teníamos nuestra propia moneda (la corona) y nos autogobernábamos. Hacíamos elecciones por sufragio universal cada dos años. Además, había talleres de carpintería, alfarería, guarnicionería, electricidad, torno, panadería... Luego surgió el circo como una actividad más.
–¿En qué momento descubre usted que puede ser acróbata?
–El padre Silva venía de familia de circo y había sido capellán de los circos de España. Cuando yo llegué los espectáculos acababan de arrancar y ya habían debutado. Para entrar en el circo te hacían unas pruebas, pero tampoco es que se apuntaran muchos niños. Yo fui un poco enchufado porque una hermana de la maestra que fue a Helechosa salía con un chico de Benposta y me llevaron a ese circo justo cuando un chaval, Pancracio (Fernando Álvarez, de Jerez de la Frontera), necesitaba un compañero para que funcionara su parodia. Al final yo hacía de payaso cara blanca (el listo) y él de augusto (el torpe). Acabamos siendo como hermanos. Además, yo era ágil y acabé también haciendo acrobacias porque con once años se aprende todo. Al final debuté en Madrid en el circo Price en 1968, al año de llegar.
Juan José Leranca
– ¿De dónde le viene el apodo de 'Naranjita'?
–Todos los artistas teníamos un nombre artístico o bien el apellido. Lo mío fue casualidad porque al colocarnos para una foto en la que salíamos toda la 'troupe' como arlequines mis rombos eran naranjas y el fotógrafo me colocaba llamándome 'Naranjita'. Y se me quedó.
–¿Cuántos espectáculos llegó a hacer?
–Imposible acordarse, cientos. Hicimos Francia durante año y medio, luego el resto de Europa y después América, Japón... Éramos unos cien, todos menores excepto el padre Silva.
–Firmaban autógrafos...
– Sí, muchas veces teníamos que irnos por la puerta de atrás, pero nos recomendaban ser amables. Es que aquel fenómeno es equiparable a lo que hoy puede ser el Circo del Sol. Pero imagínate un despliegue así en aquella época sin la tecnología de hoy.
–Su cara fue portada de la revista Paris Match.
–Recuerdo que un día vino un fotógrafo profesional e hizo muchas fotos. Al salir del hotel había varios ejemplares. 'Mira Naranjita', me dijeron, y yo pregunté '¿ese soy yo?'. Y nuestro relaciones públicas me explicó lo relevante que era salir allí y que solo dos españoles más habían salido antes. Luego ya nos iban haciendo reportajes por todo tipo de publicaciones. En 1975 cuando terminé con la gira de Japón decidí dejarlo tras haber actuado en los sitios más emblemáticos del mundo, como el Madison Square Garden en Nueva York. Lo dejé a los veinte años porque ya me veía mayor y yo no era en realidad artista, la vida me hizo artista. Mi compañero Pancracio, por ejemplo, sí tenía madera y de hecho aún sigue actuando como un gran payaso en París.
–Llegó con once años a Benposta sabiendo apenas leer y escribir, ¿Qué persona diría que salió de allí a los veinte?
–No lo puedo imaginar. Yo veía a mi madre cada año y medio entre gira y gira y tenía que volver enseguida. Lo que yo aprendí era imposible que lo aprendiera en Helechosa en aquella época. Subrayo lo de 'en aquella época' porque en aquellos años no viajaba casi nadie y yo conocí los cinco continentes, a Dalí y hasta Alain Delon pedía hacerse fotos conmigo y mi compañero.
–Entre el año 1956 y 2000 pasaron 40.000 muchachos por Benposta, ¿le ha hecho ilusión que lo contactaran para prestar su testimonio en el documental de Prime Video?
–Cuando yo llegué éramos unos 300 y creo que viví la época dorada. A mí me han resucitado cosas que ya estaba olvidando y al ver el documental me he enterado de cosas que no sabía.
–¿Por ejemplo?
–De lo que pasó a partir de 1975 hasta 2003 yo no tenía ni idea.
–Pues gran parte de las noticias que generaba La Ciudad de los Muchachos eran sobre acusaciones de maltrato, estafa, litigios con la Xunta de Galicia por los terrenos...
–De todo eso me he enterado yo después por algunos de los mayores que estuvieron conmigo. Algunos se quedaron como profesores y sé que tuvieron problemas con el cura a la hora de cobrar o por los contratos. Eran su mano derecha y acabaron teniendo problemas con él. También hubo mucho politiqueo porque el cura era 'más rojo que una guzzi' y educaba en un régimen socialista. No me explico cómo el régimen y la iglesia de aquella época se lo permitían. Y ya en democracia se enfrentó con Fraga siendo presidente de la Xunta. Yo la verdad es que fui feliz en la etapa que me tocó. Creo que tuve la suerte de vivir la época dorada de Benposta y también del circo, que estaba en su máximo esplendor cuando lo dejé. Yo viví aquella utopía en la que nos gobernábamos nosotros ¡con quince años! Cuando salí de allí era porque sentía que debía estar con mi madre en Helechosa de los Montes.
– ¿Tiene usted hijos?
– No, solo sobrinos. Y nunca había contado estas historias, pero a partir de ahora las estoy reviviendo. Mi mujer se ha enterado de que trabajé en el circo treinta años después.
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