El ocaso de los casinos extremeños
Declive. Tuvieron su esplendor a mitad de siglo XX, pero hoy la mayoría han cerrado o su actividad se reduce a un bar que ya no es de acceso restringido
En sus barras se cerraban tratos, en las mesas se apostaban hasta fincas y en sus salones se presentaban en sociedad los hijos e hijas ... de las clases pudientes. Los casinos, ateneos, círculos o liceos, sociedades que en Extremadura han adquirido denominaciones de todo tipo, hoy se asoman a su ocaso. Cada vez tienen menos socios y estos son muy mayores. Salvo excepciones, apenas programan actividades cuando durante varias décadas del siglo XX fueron mucho más de lo que hoy son los centros comerciales. Eran el lugar donde pasar las horas de ocio de una manera más discreta y poner el pie dentro de ellos a menudo revelaba una clase social determinada.
Ya casi no existen, si acaso queda en pie el edificio, que suele estar en pleno centro y es de gran empaque comparado con los demás inmuebles del pueblo. «Una de las enfermedades de los casinos que explica su desaparición es que ocupan sitios muy codiciados, enclaves céntricos de gran valor y algunos se venden cuando surge una oferta de algún inversor privado», señala Francisco Robustillo, actual presidente del Casino de Mérida, que arrienda parte de su superficie y hoy todavía conserva sobre 300 familias como socias, aunque hoy su bar apenas tenga vida. Junto con el de Badajoz, que ahora funciona como club recreativo, fue uno de los más relevantes.
El de Almendralejo, llamado Círculo Mercantil, sin ser lo que fue, mantiene un vigor inusual. Funciona gracias a los 36 euros mensuales que pagan sus 650 socios (y sus familias). Celebra actividades, hay día en que su bar se llena y es de los pocos que tiene lista de espera. Según su presidente, «un problema generalizado es que no hay relevo generacional, pero nosotros lo hemos revitalizado gracias a que nos hemos rodeado de gente joven, los hemos escuchado y en los últimos tiempos se han hecho socios matrimonios que rondan los treinta años»
Otro que también tuvo mucha importancia en la región y aún sigue vivo es 'El Artesanos' de Valencia de Alcántara. Fundado en 1879, sigue abierto, pero está prácticamente vacío entre semana. De altos techos abovedados, muestra a la entrada su estado económico. A finales de año tenía 5.571 euros de saldo en la cuenta. Y hablamos de un lugar con hemeroteca que aún celebra bingos familiares en fin de semana y partidas de dominó en un enorme salón con más de cuarenta mesas. Allí los muebles son de madera y nada más entrar se ve un piano frente a una orla con sus socios más distinguidos de finales del siglo XIX, lo que evoca tiempos pasados que nadie espera ya que vuelvan.
Tele para fútbol y toros
Hoy los casinos como lugares de reunión y celebración de eventos han quedado reducidos a un bar. Otros en cambio se han adaptado a los tiempos y, alejados de su espíritu fundacional, han cambiado sus billares, hemerotecas y salones de baile con lámparas de araña por una sala con un gran televisor para ver fútbol y toros. En algún caso ofrecen piscina o pistas de pádel de acceso restringido a socios, como en el de Badajoz, con gran ambiente durante el verano.
Pero lo normal es que hayan cerrado. El de Alburquerque, por ejemplo, dejó de funcionar hace dos años. Tiene tres plantas y preside la Plaza más importante de la localidad, pero su interior avanza hacia la ruina. En Zafra ocurrió lo mismo; y en Los Santos de Maimona la Asociación de Agricultores, que nació hace más de cien años, sigue abierta gracias a la barra, «pero ya no es lo que era», apunta un vecino.
«Con el paso del tiempo ha dejado de tener sentido mantener esos reductos de elitismo»
Alberto González
Cronista oficial de Badajoz
La comarca de la Siberia, alejada de las grandes poblaciones, también tuvo casinos en casi todos sus pueblos. Hoy están cerrados o bien no van más allá de un pequeño bar.
Muchos de estos casinos iniciaron su andadura a finales del siglo XIX. Los que siguen abiertos sobreviven con la cantidad indispensable de socios y organizando actividades puntuales, pero un desperfecto en el edificio puede suponer la puntilla. «Hay que tener en cuenta que los edificios son muy antiguos y por tanto su mantenimiento es complicado», apunta Robustillo, al frente del Casino de Mérida.
Prácticamente en todos los pueblos había casinos. «Recuerdo el de Llerena, o el de Zafra, que fueron referentes. También en Herrera del Duque, Talarrubias, Jerez de los Caballeros, Alburquerque, Fuente de Cantos, Don Benito... Se debe a que hubo un movimiento cultural a mediados del siglo XIX y todos los pueblos querían tener un casino o sociedad recreativa. Eran de acceso restringido, para los señores, pero en algunos sitios hubo liceos más populares y, ya con la República (1931-1936) se abrieron las casas del pueblo. Esto responde a un esquema sociológico casi matemático y es que en el XIX hay un deseo de diferenciación de las clases pudientes para diferenciarse de los obreros. Lo que ha pasado es que con el paso del tiempo se han eliminado las diferencias sociales y no tiene sentido mantener esos reductos de elitismo», razona Alberto González Rodríguez, historiador y cronista oficial de Badajoz.
En muchas poblaciones extremeñas se fundaba un casino para las clases altas y, como reacción, surgía otro que acogía al resto de vecinos. Fernando Delgado, cronista oficial de Mérida, lo expone gráficamente poniendo de ejemplo su ciudad. Allí el Casino se llama Círculo Emeritense y aún funciona, no como el Liceo, que surgió después y aunque hubo un intento de revitalización a principios de este siglo, fue en vano y al final ha sido vendido. «El casino data de 1887 y el Liceo de 1901; el Liceo era un poco más de empleados, de comerciantes, la clase obrera; mientras que al Círculo le llamaban el casino de los señores, de los dueños de los comercios, de los abogados, notarios... de la clase alta emeritense».
En Valencia de Alcántara, que aún mantiene abiertos sus dos casinos, también había dos espacios para la copa y la tertulia. El de los señoritos era el de la Unión; y el de la clase media la Sociedad Fomento de Artesanos. A ambos les afectó decisivamente una infraestructura como el ferrocarril, igual que ocurrió en Mérida.
Fernando Delgado lo escribe en su libro 'Viejos escenarios emeritenses': «La nueva sociedad burguesa local, surgida al rebufo de la construcción del ferrocarril, y las tradicionales familias de terratenientes, crearon la Sociedad Círculo Emeritense. Encargaron un edificio de corte clásico para albergar su sede, que se concluyó en 1867, como reza una cartela encastrada en el frontón. La construcción del ferrocarril favoreció el surgimiento de una nueva clase social burguesa que, junto con las familias de terratenientes, decidió fundar una entidad que reflejara su estatus y valores. Desde bailes y fiestas de carnaval hasta puestas de largo, el Círculo Emeritense se ha convertido en el escenario de numerosos eventos que han marcado la vida social y cultural de la ciudad».
Por su parte, el ferrocarril, concretamente la línea Madrid-Lisboa que en tiempos hizo escala en Valencia de Alcántara, favoreció que a sus dos centros sociales, el de Artesanos y el más elitista de La Unión, llegaran actores y actrices desde la capital y por eso se programaban numerosas obras de teatro, especialmente en el segundo pues su patio de butacas era de los más grandes de la provincia. Ambos llegaron a tener su propio cine, pero ya nada queda de aquello. En el caso de la Unión, las ofertas de inversores privados han sido tentadoras y más de la mitad de la manzana fue vendida en 1987. Hoy se ve en los bajos un supermercado junto a una tienda de kebabs y en las plantas superiores se han construido viviendas.
«En los ochenta empezó el declive. Había menos socios porque emigraban y no se subían las cuotas»
Ángel Melara
Historiador local de Valencia de Alcántara
Ángel Melara, historiador local, calcula que en la Sociedad de Artesanos quedan casi 300 socios y en la Unión, con menos actividad, apenas 150. Su análisis tiene que ver con el fenómeno de la emigración. «De los más de 16.000 habitantes que había en el siglo XX hoy hay unos 5.000 y esa pérdida de población ha afectado a la vida de los casinos cuya época dorada fue entre los años cincuenta y setenta. Antes estaban representados comerciantes, ganaderos y gente del campo; el de la Unión sería el de los señoritos, aunque hoy es de libre acceso. En los ochenta empezó el declive. Empezó a haber menos socios porque la gente emigraba, no se subían las cuotas y hubo proyectos de piscinas o terrazas que al final no se hicieron», explica Ángel Melara, que junto a Gabriel Moreno presentó en 2015 un libro de 406 páginas sobre la Sociedad de Fomento de Artesanos en Valencia de Alcántara.
Vender patrimonio ha sido la vía que han tomado muchos de estos casinos para sobrevivir. El Casino de Badajoz, fundado en 1839 con el nombre de Liceo, se instaló inicialmente en la calle Obispo. Luego pasó a la Plaza de San Juan y a la esquina de la Soledad, pero a finales de siglo volvió a la calle Obispo, en sede propia y de nueva planta. «En el edificio destacaba su patio central –relata Alberto González en su 'Historia de Badajoz'–, solemne escalinata, amplias salas de lectura y juego, biblioteca y hemeroteca y , sobre todo, su salón de baile, lujosa pieza de enorme amplitud decorada con estucos al estilo rococó». Sin embargo, prosigue, en 1987 el edificio fue vendido a la Diputación Provincial para poder financiar con la venta otro local y unas instalaciones deportivas (el actual club social con piscina y pistas deportivas que hay en Las Vaguadas, en las afueras de Badajoz), trasladándose entonces a la esquina entre las calles Ramón Albarrán y Martín Cansado.
Todos los directivos consultados coinciden en que los edificios de los viejos casinos suelen tener solera y mantenerlos en buen estado es un desafío. Esto es lo que le ocurre al de Llerena, denominado Ateneo Llerenense, que a mitad del siglo pasado tuvo su época de esplendor con más de medio millar de socios y hoy resiste a duras penas con un centenar de personas intentando atraer todas las actividades y eventos posibles a su bello patio mudéjar.
Chari Solano, miembro de la junta directiva, explicaba esta semana que en el pasado era el lugar de reunión «de los señoritos», pero hoy ya no es así y se acepta a todo el mundo. Según recuerda, siempre ha habido tertulias de todo tipo y en su época reciente, en este siglo, ha habido conferencias, cursos, excursiones y bailes. Pero ahora reconoce que atraviesan un bache. «Está cerrado pero porque el Ateneo funcionaba por el bar y desde hace aproximadamente un año no hay hostelero, y eso que no cobramos arrendamiento, solo la luz y el agua. En cuanto a los salones, cuando un socio lo solicita se le deja para celebrar un bautizo o una boda y solo tiene que pagar la limpieza de antes y de después, pero lo que queremos es que el Ayuntamiento cuente con el edificio para celebrar allí algunas actividades o presentaciones para que siga vivo».
15 euros cada dos meses
Otro casino que fue referencia más allá de su pueblo y también pelea contra la corriente es el de Barcarrota, denominado Círculo de la Fraternidad y fundado en 1899. Como tantos otros, entró en declive y hoy ya solo funciona la barra del bar. Según su presidente actual, Juan Barrena, «ahora el bar abre todos los días, pero hace unos diez años el casino estuvo al borde de la muerte. Antes había biblioteca, pero ahora ya no. Para Barcarrota ha sido un buque insignia, pero la mentalidad actual ya no es de casino y mantenerlo no es fácil. La gente se da de baja y sin masa social es imposible», cuenta su presidente, que estuvo al frente en 1999, tres años antes de que el inmueble fuera reformado y que volvió en 2014 para intentar salvarlo de un cierre definitivo por asfixia económica.
Si durante el siglo XX el casino de Barcarrota funcionaba con más de 500 socios, hoy tiene 244 de número más 50 juveniles y la cuota es de 15 euros cada dos meses. «Con los socios que tiene ahora se mantiene y sigue abierto porque gracias a algunas fiestas se ha revitalizado», apunta Juan Barrena.
Otros presidentes como Francisco Robustillo (Mérida) o Juan Bote (Almendralejo), lo ven claro: o atraen a los jóvenes y consiguen que haya un relevo generacional o en los próximos años los casinos, liceos, círculos, ateneos y similares pertenecerán definitivamente al pasado.
Infinidad de actos en Almendralejo por el centenario
Si hay un casino activo, al menos este año 2024, es de Almendralejo, conocido como Círculo Mercantil y que en marzo cumplió cien años. Por este motivo, su programa de actos este año es muy completo. Incluye veladas literarias, conciertos de piano, catas de vinos, muchas conferencias, una exposición de fotografía, otra de pintura, una matiné en agosto por las fiestas de la Piedad, baile con música de los años veinte, una cena de gala y la presentación, ya a final de año, de un libro sobre la historia de este Círculo Mercantil que hoy luce una de las fachadas más singulares de Almendralejo. El programa incluye además una mesa redonda en mayo titulada 'Presente y futuro de los casinos', la cual promete ser reveladora ante la realidad de estas sociedades decimonónicas que intentan subsistir en este siglo XXI.
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