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En los bares extremeños se respeta al cliente e incluso a quien no lo es. Normalmente, no se le recrimina que entre al baño aunque ... no haya consumido nada y solo sea un ciudadano de paso con una urgencia. Y si está media tarde ocupando una mesa y tomando solo un café, tampoco se le mete prisa ni se le afea tanta demora, aunque eso suponga que en la terraza o en la sala no haya rotaciones.
En las ciudades extremeñas más turísticas, a veces se avisa de que el baño solo está a disposición de los clientes y es verdad que, solo en una ocasión y en una terraza de la plaza Mayor que ha cambiado de propietario, me quisieron cobrar 3,50 euros por una caña hasta que mis alumnos, sentados en una mesa cercana, avisaron al camarero de que yo era nativo, no turista y bajaron el precio a 2,50.
Durante el Womad, los bares de la plaza Mayor de Cáceres debían permitir a todo el mundo acceder al baño. Lo que no sé es si se limpiaban con frecuencia, pero en el tema de la limpieza de los retretes públicos españoles no voy a entrar porque no quiero que me suba la tensión. Hoy quiero referirme a los cafés con cronómetro.
La imagen de ese caballero que se sienta en una mesa de bar, lee gratis tres periódicos, toma un cortado y un vaso de agua y ocupa esa mesa toda la tarde era muy común. Ya no tanto porque los bares extremeños, sobre todo los de Cáceres, han aprovechado la pandemia para retirar los periódicos, no vaya a ser que la clientela enferme con la información. Y quien dice leer prensa, dice calcetar.
Cuando en el Café del Centro, situado en la plaza Mayor de Lugo, prohibieron calcetar, porque las señoras se pasaban allí la tarde cosiendo y bebiendo un vaso de leche, la caja registradora funcionó con más agilidad. A pesar de haber perseguido la calceta, le tengo cariño al Café del Centro porque en sus mesas escribí a mano muchos artículos y decidí, durante el verano de 1987, centrarme en la colaboración periodística y dejar otras actividades a las que me dedicaba. Como eran artículos cortos, no ocupaba la mesa mucho tiempo y no prohibieron escribir.
Solo me han echado de un bar por okupa. Fue en la ciudad alemana de Colonia durante un intercambio escolar. Llevábamos allí menos de una hora y éramos una docena de clientes consumiendo, pero, inexplicablemente, nos conminaron a pedir otra ronda o marcharnos.
En El Rincón de Julio, mi bar de cabecera, ocupo la mesa del fondo y leo el Hoy tranquilamente mientras saboreo una bica de café portugués que Julio o MC preparan con profesionalidad de baristas. A veces, me da corte tardar mucho en leer el diario mientras llegan grupos de clientes a desayunar y no pueden sentarse, pero jamás he visto una mala cara conmigo ni con ningún cliente solitario por demorarnos en una mesa. En los bares de barrio extremeños no hay prisa ni malas caras y en El Rincón, es frecuente acceder al baño sin ser cliente, eso sí, se suele pedir permiso.
Pero estos bares acogedores y sin agobios están en Extremadura. En otros lugares, no meas si no consumes y los hay que te cobran según el tiempo que tardes en apurar el cortado, el con leche o el té. Algunos de estos cafés con cronómetro están en Barcelona, más concretamente en La Barceloneta, ese barrio turístico y marítimo donde hay bares como el Perfetto, donde un cartel colocado en las mesas avisa de que un 'espresso' cuesta inicialmente 1,30 euros, pero solo la primera media hora. A partir de 30 minutos, el precio sube a 2,50 euros y asciende a 4 si estás más de una hora. ¿Habrá que empezar a ahorrar por si el café con cronómetro llega a Extremadura?
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