El Buda, la mina o la nada
Vivimos muy bien. Cáceres quiere crecer y tener más habitantes sin hacer sacrificios ni renuncias
Tiene razón el profesor Sánchez-Oro, el problema de Cáceres es que no sabe qué tipo de ciudad quiere ser. O mucho peor: Cáceres, en ... realidad, no quiere ser nada o, para ser más precisos, no quiere que nada cambie, que aquí «vivimos muy bien» y cualquier novedad nos va a complicar la vida. Con la Semana Santa, el Womad, la Feria, el Festival de Teatro y un par de festejos más, tenemos bastante. A veces, soñamos con tener tantos habitantes como Badajoz o tantos turistas como Toledo, pero luego nos percatamos de que para eso hay que hacer sacrificios y mejor, lo dejamos, no vaya a ser...
Ha habido proyectos e incluso realidades que pudieron cambiar la ciudad, pero tenían el problema de que no eran proyectos únicos, que solo pudiéramos tener nosotros y eso provocó que no sirvieran para mucho. En un caso, aquello de Cáceres Capital Cultural Europea, porque no se consiguió y en el otro, Capital Gastronómica, porque se consiguió, pero hay ya tantas capitales gastronómicas de España, cada año una, que el título sirvió para promocionarnos un poco y para igualar un mucho las cartas de los restaurantes, que, desde ese año, ofrecen todos más o menos lo mismo salvo excepciones.
Necesitaríamos un proyecto único sin competencia. Es lo que han sabido hacer en Santiago de Compostela. Allí, es verdad, tienen un sepulcro donde, dicen, está enterrado el Apóstol Santiago. No hay ninguna certeza de que sea así y lo de que llegó en una balsa de piedra como que no cuela. Pero qué más da. Si la gente cree desde hace mil años que allí está el cuerpo de Santiago Apóstol y que hay que peregrinar para visitarlo, quién soy yo ni nadie para quitarles la ilusión.
Fíjense cómo fue la cosa. Resulta que una tarde del año 1990, el consejero de la Xunta de Galicia Manuel Vázquez Portomeñe y algunos de sus colegas estaban tomando unas tazas de vino del Ribeiro en una taberna compostelana. Les dio por inventarse algo único que compitiera con la Expo de Sevilla y los Juegos de Barcelona y empezaron a apuntar ideas en unas servilletas de bar. Llegaron a la conclusión de que la única imagen de marca exclusiva de Santiago era la tumba del Apóstol. Alguien cayó en la cuenta de que el año 1993 era santo y la reunión acabó con una brillante idea escrita en una servilleta de papel: Xacobeo 93.
Portomeñe aún conserva esas servilletas que cambiaron la historia del turismo gallego. Le presentaron el proyecto al presidente Manuel Fraga y no le convenció mucho. Se basaba en los datos. En 1982, Año Santo y visita de Juan Pablo II incluida, solo se habían entregado 1.868 compostelas, ese certificado de haber hecho el Camino que hoy tiene media España. No parecía que de aquello pudiera salir mucho rendimiento económico. Pero don Manuel dejó hacer y llegó la locura. Porque en 1992 hubo 9.764 peregrinos, pero en 1993 ya se despacharon 100.000 compostelas y pasaron por Santiago cuatro millones de personas. Y en 2022, la Compostela fue entregada a 438.307 peregrinos y los extranjeros superaron holgadamente a los españoles. Hoy, Zara en A Coruña, Citroën en Vigo y el Apóstol en Santiago son las tres grandes industrias que mueven económicamente Galicia.
¿Qué hacemos en Cáceres con una Virgen de la Montaña que no se apareció, sino que se compró, un San Jorge que tiene la competencia imbatible de Sant Jordi y una Cruz de los Caídos igual que otras miles de cruces de caídos, aunque sea más grande y se vea más? Por ahí no hay nada que hacer así que o nos quedamos como estamos, que es lo que nos mola, o nos la jugamos con el Buda o tragamos la mina. No hay más.
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