La bajada de la incidencia de la tuberculosis bovina no reduce el malestar de los ganaderos
Ha caído nueve puntos respecto a 2016 pero la sequía y los costes complican la situación con las campañas de saneamiento en el foco
«Extremadura no es Salamanca. Salamanca está ahora como estábamos nosotros hace siete u ocho años». Ángel García Blanco, presidente de Asaja Cáceres, va al ... grano cuando se le cuestiona por la tuberculosis bovina en la región, de la que se vuelve a hablar tras la crisis provocada en Castilla y León, con imágenes violentas incluidas, a causa de esta enfermedad. «En Extremadura, salvo en dos comarcas, está controlada dentro de lo razonable pero los ánimos, entre los ganaderos, están mal y hay cosas que se pueden intentar mejorar», remata García.
Para saber la realidad sanitaria de la tuberculosis bovina (de declaración obligatoria cuando se detecta) se toma como referencia la prevalencia de rebaño (cuántos animales son positivos dentro de una explotación) o la incidencia por animal dentro del número total de cabezas. Se suele coger el primer indicador.
En 2015, la prevalencia de esta enfermedad por explotación alcanzaba el 12,23% como media regional. Un año después subió al 12,96%. Ahora (2022) está en el 4%, tras investigar 10.142 explotaciones. Hay comarcas extremeñas que apenas superan el 1% y están cercas de poder ser declaradas indemnes de la enfermedad pero la media extremeña se eleva sobremanera por los malos datos en las comarcas de la Sierra de San Pedro y del entorno del parque nacional de Monfragüe. En cuanto a incidencia de la tuberculosis en vacas es del 0,32% tras analizar 955.838 animales al acabar 2022.
Estos son los datos extremeños. En Salamanca, su cabaña bovina supone el 21% del total nacional. Y es unas de las más afectadas por la tuberculosis. Por eso se mira con mucho detenimiento aquí lo que ocurre en la vecina provincia charra.
La normativa europea es la que marca el paso a cumplir por Gobiernos nacionales y autonómicos. Se regula a nivel comunitario mediante un reglamento de 2019 que completa una normativa anterior de 2016. Se ha puesto en marcha para acabar con esta enfermedad, muy arraigada en la cabaña ganadera española.
Resolución y diálogo
Por resumir: Bruselas obliga a todo tipo de pruebas para controlar posibles positivos de animales para prevenir contagios y evitar la extensión de la enfermedad.
El protocolo diferencia entre zonas libres de la enfermedad y otras que no lo están. Y se fija muy especialmente en los movimientos y traslados: cualquiera requiere de test negativos previos. Otro aspecto clave es que cuando sale un animal con tuberculosis en una explotación se debe sacrificar y restringir los movimientos a otros, aunque estén sanos o aparentemente sanos.
Levantar la mano con esa restricción de movimientos es lo que el Gobierno de Castilla y León (PP+Vox) prometió que no se harían. Para eso sacó una resolución la Consejería de Agricultura, en manos de Vox, que ha sido tumbada por los tribunales una vez que el Gobierno y otras comunidades autónomas pusieran el grito en el cielo por lo que se quería hacer: se podría producir contagio a humanos y a otras zonas ganaderas.
«Era una resolución ilegal y con efectos negativos en territorios como el nuestro, incluso en la propia Castilla y León, con tres provincias (León, Valladolid y Burgos) libres de tuberculosis», indica Antonio Cabezas, director general de Agricultura y Ganadería de la Junta en funciones.
«Cuando llegamos a la Junta en verano de 2015, la situación era muy delicada. Y siguió empeorando durante unos meses más. Creamos una mesa contra la tuberculosis y nos pusimos a trabajar, codo con codo, con los ganaderos y las organizaciones agrarias, haciendo todos un esfuerzo que ha obtenido resultados», comenta Cabezas.
«La situación es complicada cuando te tienen que matar una vaca y sobre todo cuando te inmovilizan la explotación. Y más en un año como este, con sequía y falta de pastos», dice Juan Metidieri, presidente de Apag Asaja.
«Tiene que haber más reuniones con el Ministerio para flexibilizar el protocolo de aplicación contra la tuberculosis», especifica aunque tiene claro que las «imágenes de Salamanca son excesivas. Nunca se pueden validar actos que conlleven violencia».
Mientras, Ángel García Blanco se suma a que «hay que apostar» por flexibilizar el protocolo «pero hay que esperar a la modificación del reglamento comunitario».
En todo caso, el presidente de Asaja Cáceres es contundente. «No abogo por la libertad total de movimientos porque si queremos exportar terneros hay que tener animales sanos. Ni vamos a incitar a matar a veterinarios ni a asaltar oficinas veterinarias».
De forma concreta, pide que se incremente más la cuantía de lo que se paga por sacrificio de animal como lucro cesante mientras no puede haber libertad de movimiento y que se tome como referencia de la tuberculosis la incidencia en animales y no en explotaciones o rebaño.
Veterinarios
Desde el punto de vista veterinario, la tuberculosis bovina es mucho más que un problema ganadero. Es uno de salud pública.
Juan Antonio Vicente, presidente del Colegio de Veterinarios de Cáceres, parte de una premisa. Entiende que el ganadero esté enfadado, y más en un año tan complicado desde el punto ganadero como este. Pero, a continuación, añade que el veterinario no es el enemigo sino el que debe velar por la seguridad sanitaria de su explotación. «Nuestro objetivo solo es poder colaborar en la lucha contra la tuberculosis bovina y lograr la seguridad sanitaria porque esto es un problema de salud pública», agrega.
Vicente trabaja en la oficina veterinaria de Valencia de Alcántara, una de las dos áreas con mayor prevalencia de tuberculosis bovina de la región. Señala que una cosa es la flexibilización de la normativa, siempre con el beneplácito de la Comisión Europea, «no de forma unilateral por una región» y otro asunto es rebajar los límites de la seguridad sanitaria de tal manera que se ponga en peligro a la salud pública.
«Lo que se trata es de garantizar la seguridad sanitaria, que el ganado que se comercialice esté sano, que no contagie», subraya el presidente de los veterinarios cacereños.
Apuesta por el diálogo para hablar sobre la normativa, sin perder de vista que la tuberculosis bovina es una enfermedad contagiosa que obliga a adoptar una serie de medidas de saneamiento y de limitación de movimientos. «No podemos permitir el traslado de animales positivos salvo para sacrificio», agrega.
¿Afecta a los humanos?
La tuberculosis bovina es una zoonosis, esto es, una enfermedad infecciosa que puede pasar de un animal a humanos. En este caso, ganaderos o personal de mataderos son los más expuestos por contactos con animales afectados. En cuanto a su incidencia sobre los consumidores, el riesgo es más bajo porque los controles de trazabilidad y sanitarios son relevantes. De un lado, la leche y el queso pasteurizado lo impide. En cuanto al consumo de carne, la bacteria que provoca la tuberculosis es sensible al calor. Quiere decir que una buena cocción del alimento es fundamental para reducir las posibilidades de contagio. Los expertos recomiendan, por tanto, consumir siempre productos lácteos pasteurizados y someter la carne a temperaturas elevadas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión