Del avión al velero sin pensarlo
Aventura ·
La pacense Elena Colino, azafata de vuelo, no tenía experiencia navegando y de repente está cruzando el Atlántico, donde reconoce que a bordo de un barco no todo es idílicoHa visto delfines, tortugas marinas y hasta una ballena, pero también las náuseas típicas de quien pierde las referencias y le asaltan los mareos. «Quizás ... debería haber hecho alguna travesía previa o haber navegado antes de noche, no encontrarme con esto de golpe, pero aquí estoy», dice optimista y con una sonrisa en la cara la extremeña Elena Colino.
Antes de marcharse a Madrid trabajó en la Oficina de Turismo de Badajoz y afirma que siempre le apeteció huir de las rutinas en su vida. Empezó a cumplir su sueño cuando se convirtió en azafata de vuelo, su vocación. Lo siguiente que tachó de la lista fue vivir en el extranjero y lo consiguió instalándose nueve años en Bremen (Alemania). Ahora esta pacense vive en Málaga y hace dos años conoció a su actual pareja, Simon, británico que con solo 50 años ya es un viejo lobo de mar, de los que se marea en tierra firme. «Nada más conocernos me propuso cruzar en velero el Atlántico», cuenta por videoconferencia Elena, de 41 años, desde un punto indeterminado del Caribe a las cinco semanas de haber zarpado.
Sin experiencia previa en navegación, esta extremeña puso su casa en alquiler y soltó amarras el 8 de diciembre desde Sotogrande (Málaga). Tras una escala en Canarias y otra en Cabo Verde, estaban a punto de llegar a Barbados el lunes de esta semana. Van los dos solos y entre sus conocimientos recién adquiridos figura un cursillo sobre cómo actuar si el otro tripulante cae al agua y ella tuviera que gobernar la nave para rescatarlo. Solo cuando comenta esta posibilidad a esta extremeña de carácter jovial el rostro se le pone serio.
Y aunque su actitud sea positiva y pase prácticamente el día entero en bañador, cuando expone su día a día deja claro que navegar no es tan placentero como parece. «Se ven muchas fotos idílicas en las redes sociales de gente navegando, donde sale todo precioso, pero en un barco hay que trabajar mucho. Tengo el cuerpo lleno de cardenales porque estás en constante movimiento y chocas con las cosas. En la cama ruedas de un lado a otro y echo de menos dormir una noche del tirón, por no hablar de que durante el día todavía me mareo, el cuerpo no se me ha acostumbrado», relata con humor sobre la realidad de esta afición que acaba de descubrir quien hasta ahora se ganaba la vida volando.
En Marruecos se les acercó un barco deslumbrándolos con un foco gritando ¡Stop! y fue donde peor lo han pasado hasta el momento
A bordo del Trick, un velero de 16 metros de eslora, hay que decir que la extremeña juega con ventaja. Simon, que hoy es su pareja, se ha criado navegando por el mundo junto a sus dos hermanos, ya que sus padres decidieron que ése sería su modo de vida. «Lo que más me ha llamado la atención de esta travesía es la cantidad de familias que estoy viendo navegando con sus hijos. La mayoría son francesas o alemanas que aprovechan antes de que los niños cumplan los seis años y tengan que ir al colegio. Algunos reciben las clases a distancia».
Elena Colino, pese a algunas de las penurias que describe, asegura estar disfrutando y entiende que estar conectada a su familia y amigos es parte de las ventajas que tienen hoy día estas experiencias sin fecha de regreso, no como cuando Simon era pequeño. «Entonces la electrónica no estaba tan presente y nos guiábamos con una brújula, un compás y cartas náuticas», dice él. «Mis padres pueden ver en cualquier momento dónde está el barco y podemos estar hablando ahora viéndonos por el móvil mientras estamos en mitad del mar», apunta ella.
Susto en Marruecos
Elena ha pedido una excedencia de un año en su trabajo porque la aventura que iniciaron en diciembre no ha hecho más que comenzar. En cuatro días llegaron a Canarias, donde visitaron al hermano de ella y pusieron varias lavadoras. Luego aprovecharon los vientos alisios propios de diciembre para llegar a Cabo Verde (frente a Senegal), cuyas islas conocieron a pie antes de otra singladura, esta de doce días, la más larga, hasta las islas del Caribe, donde aprovecharán para hacer turismo.
«Hasta ahora el tiempo ha sido bueno. Solo hemos tenido un susto, cuando frente a la costa de Marruecos nos abordó un pesquero iluminándonos con grandes focos gritando '¡Stop, stop! No sabíamos qué pretendían y al final resultó que casi nos enredamos con una de sus redes de pesca. Pensé que nos estaban asaltando, pero resultaron ser muy majos».
La Nochebuena la Nochevieja la han pasado sin sus familias, algo que no era la primera vez para ambos. «Ya me encargué yo para esos días especiales de traer jamón y lomo ibérico extremeño», cuenta Elena. En cuanto dejen el Caribe, el plan es navegar hasta las islas Vírgenes Británicas, recalar luego en Bermudas y de ahí poner rumbo a las Azores en una de las singladuras más temidas pues durará más de una semana con altas posibilidades de mal tiempo al ser primavera. Esperan volver a casa en el mes de junio.
De momento, el barco, con 32 años, se está comportando bien más allá de las típicas averías en la electrónica por la humedad y el salitre. La otra parte que debe seguir funcionando, reconocen entre risas, es que como pareja se sigan hablando pues son demasiados días aislados en el océano, otra aventura paralela que los pondrá a prueba para algo que ronda la cabeza de Simon, la vuelta al mundo, un plan que esta trabajadora de una aerolínea jamás pensó que podría llevar a cabo por el mar.
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