Aterrizar en un arrozal
La Extremadura del regadío. La región que más agua embalsa, pero la aprovechamos mal
Aterrizar en el aeropuerto de Badajoz supone una inmersión brusca en la Extremadura del regadío. He visto a viajeros llegar en el vuelo de Barcelona ... y asustarse por creer que el reactor iba a posarse sobre maizales y arrozales. Ya en tierra, los recién llegados se asombran al reparar en el verdor de los campos, en la exuberancia vegetal, incluso en los tomates que, en temporada, se ven desparramados y despachurrados por las rotondas. Los forasteros que aterrizan por primera vez en Badajoz no dan crédito al descubrir la Extremadura del regadío, otra gran desconocida.
Extremadura dos, la del regadío y la del secano. La primera más rica, más viva, más emprendedora. La segunda, también emprendedora, pero menos rica porque el trabajo agrícola no cunde como en la zona regada. Cuando las dehesas y los llanos amarillean agostados, sorprende viajar de Mérida a Gévora de Miajadas a Don Benito, por los alrededores de Galisteo y de Coria o por los pueblos del Tiétar, recibiendo lecciones de agricultura intensiva: del maíz al arroz, del tomate a la nectarina.
Extremadura, el país de los 140 embalses. El de Alcántara, en el Tajo y el de la Serena, en el Zújar, son de los más grandes de Europa con más de 100 kilómetros cuadrados. El del Cíjara es el más antiguo, se construyó en 1956. En 1961, se acabó el de Orellana y antes de 1970 ya estaban construidos los de García de Sola (1963), Valdecañas (1964), Zújar (1964), Torrejón (1967) y Alcántara (1969). En La Siberia extremeña (cinco pantanos levantados entre 1956 y 1990), embalsan más agua que en cualquier región de España salvo Castilla y León y Andalucía.
Somos la región con más agua embalsada en 13 centrales hidroeléctricas y 126 presas, casi un tercio del agua embalsada en toda España. Los españoles creemos que el mayor consumo de agua se produce más o menos por igual en la industria, el turismo, los hogares y la agricultura. Falso, según los datos publicados por el Ministerio de Transición Ecológica en 2022, el 80,2% del agua se dedica a la agricultura.
Extremadura es cruzada por dos de los ríos más largos y caudalosos de España: Tajo (1.007 kilómetros) y Guadiana (818), pero su aprovechamiento agrícola es desigual. El 89% del agua de la cuenca del Guadiana se destina a la agricultura, frente al 71% del agua del Tajo. Del Tajo bebe Madrid y, además, cruza la provincia de Cáceres encajonado por efecto de los sucesivos embalses hidroeléctricos, que acabaron con el regadío natural de pueblos como Garrovillas. En Extremadura queda poco regadío natural que no dependa de embalses. El de la vega del Gévora, entre La Codosera y su pedanía de La Rabaza, y poco más. El regadío en Extremadura es una esperanza, un sueño de muchas comarcas. Las últimas: Monterrubio, cuyo regadío avanza a trompicones, y Tierra de Barros, que ya es más frustración que ilusión.
Falta agua, se dice para justificar los regadíos frustrados, pero lo cierto es que el 79% de los sistemas de riego en España son ya eficaces, mientras que en Extremadura, por cada 600 litros por metro cuadrado de lluvia, se evaporan 1.000: un déficit de 400. Esto se evitaría con medidas como tuberías, soterramiento de conducciones y otras que impidieran la brutal evaporación que padecemos. Hace un año, el Consejo Económico y Social de Extremadura elevaba a la Junta un dictamen referido a la sequía. Se pedía mayor eficacia y mejores infraestructuras de suministro y riego. Somos la región que más embalsa. Aprovechemos ese agua mejor y reguemos más eficazmente. En España, cada año se suman 20.000 hectáreas al régimen de regadío. ¿Y en Extremadura?
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