'Los champis', esencia de bar de barrio en el centro de Cáceres

Salimos de la 'zona de confort' de las taperías de moda (alguna ya ha cerrado) para volver a la esencia más pura del bar de barrio y tomarnos un vino a gusto en el de toda la vida, ese en el que más de uno nos hemos criado. Hablaremos, en este caso, de El Nuevo Meson, 'los champis' en Cáceres, vamos.

Poco hay que describir de esta pequeña tasca situada a la entrada de un residencial 'vip' del centro que da al Paseo de Cánovas. Bajo con ventanas de hierro fuera, y, en el interior, estampas a carboncillo de la parte antigua y faroles de forja alumbrando el local. Clasicismo viejuno en estado puro, con jamones colgados, quesos y cabezas de ajos en una vitrina, y una selección de botellas de rancio abolengo decorando el fondo de barra: DYC, Larios, JB, Ponche Osborne...

Estamos en la plaza de los Maestros, una urbanización privada con servidumbre de paso en la que El Nuevo Mesón ha arraigado con su plancha funcionando a todo gas. Aquí despachan sin pausa champiñones con panceta y magro y guarnición de patatas fritas caseras. Es la especialidad de la casa, servida en aperitivos y raciones (puedes pedir media). Huelen que alimentan y saben mucho mejor.

Por El Nuevo Mesón pasan un largo etcétera de perfiles: familias jóvenes con niños, estudiantes, jubilados, matrimonios maduros, gente alternativa, grupos de amigos, pijos, trabajadores..., lo que viene siendo un bar abierto a todo el mundo y sin etiquetas.

Los camareros son profesionales de la hostelería con un bagaje de años, serios, atentos y pendientes del negocio y de que la clientela esté servida. En días de jaleo las mesas auxiliares caen en el descuido, pero se excusa por el agrado del personal y el barullo del momento.

De vinos podemos pedir Viña Alcorta, Palacio Quemado, Paiva, Martínez la Cuesta o un Diamante blanco, entre otras marcas de batalla para el chateo diario, que se acompañan de queso de oveja o cabra, salchichas, panceta, moraga, solomillo, anchoas de Santoña y los ibéricos de la tierra: jamón, chorizo, lomo y salchichón. Un punto a su favor es que salen muchos vinos y al tener una selección corta de referencias las copas se llenan de botellas recién abiertas.

Entrando en materia, pedimos más champiñones porque el aperitivo nos supo a poco, y una tosta caliente de solomillo con torta de queso que se quedó en un suficiente raspado porque el pan se quemó un poco.

El negocio se ha sumado al 'take away' que estableció la pandemia y puedes llevarte a la oficina el café, y a casa sus exitosos champiñones que conquistan paladares a buen precio. Otro punto que suma y abarrota el local son precisamente los precios de combate de toda su oferta en el actual contexto de inflación. A modo ilustrativo, cinco vinos tintos (Palacio Quemado), media ración de champis y una tosta, 23 euros.

El sitio es un aliciente para una plaza sombría y geométricamente calculada a la que Atrio dejó huérfana de platos de autor. En su lugar, el bullicio y el sabor de 'los champis' mantienen encendida la plancha, la chispa y el buen ambiente del bar tradicional de barrio. ¡Vivan los bares!

• Temas
• Gastronomía
• Cáceres
• Patata