Descubre las claves de la eficiencia energética en los espacios exteriores

Patios, galerías o balcones acristalados, paredes vegetales, aleros y soportales… La arquitectura tradicional guarda grandes dosis de sabiduría popular de valor para la eficiencia energética en los espacios exteriores que ahora emplea la arquitectura bioclimática, a lo que se suman los avances de la domótica.

La eficiencia energética no solo se logra en los espacios interiores; realmente debe comenzar por un estudio del entorno y su climatología para aprovechar sus potencialidades y minimizar sus hándicaps mediante el diseño del edificio y la utilización de espacios exteriores intermedios que reduzcan la demanda energética.

Esta concepción parte de la idea de que el edificio no es un mero consumidor de energía, sino que es capaz de almacenarla y distribuirla. La orientación de la vivienda para optimizar el calentamiento en invierno y el enfriamiento en verano, el aprovechamiento de los flujos de aire como reguladores térmicos y la utilización de la vegetación existente son algunas herramientas que se emplean para, de forma pasiva, conseguir un ahorro energético que permita que la vivienda sea menos dependiente de otras fuentes energéticas para su climatización.

Junto a lo anterior, el uso de determinados elementos arquitectónicos en las zonas exteriores de la casa, además de ofrecer espacios de disfrute y un valor añadido a la vivienda, pueden resultar sorprendentemente efectivos para reducir la demanda de energía.

Una investigación realizada por las Universidades de Sevilla y Cádiz constató hace unos años lo que en el Sur de España parecía conocerse ya hace mucho tiempo: que los patios pueden ejercer de reguladores térmicos y contribuir a la eficiencia energética de los edificios.

Mediante el estudio de los patios de determinadas edificaciones de varias ciudades andaluzas, el grupo de investigación comprobó que tanto estos patios como otras estructuras diseñadas para la recirculación del aire intervenían en la regulación térmica, mediante fenómenos físicos como la estratificación del aire según su temperatura y la convección que provoca el movimiento del mismo a partir del intercambio de temperatura.

Otros elementos arquitectónicos como los invernaderos adosados y las galerías y balcones acristalados, que aprovechan el efecto invernadero para la captación de energía térmica, ayudan a reducir el exceso de temperatura en verano en el interior de la vivienda y a acumular calor en invierno. También estructuras como los soportales y aleros sirven de espacios de transición entre la temperatura exterior e interior y contribuyen a la regulación térmica.

La utilización de elementos vegetales en las paredes exteriores también se ha utilizado tradicionalmente como una forma de reducir la radiación solar sobre la fachada y, de este modo, también el exceso de calor. Más moderna es la instalación de techos verdes, ampliamente extendidos en algunos países europeos, que también tienen entre sus muchas funciones la regulación de la temperatura.

Empleados en azoteas y cubiertas, los techos verdes tienen otras muchas ventajas, además de los propios beneficios ecológicos y medioambientales: entre otras, reducen la diferencia de temperatura entre el día y la noche, absorben la gran mayoría del agua de lluvia y aumentan la vida útil de las cubiertas.

Junto a estos elementos más o menos tradicionales que actúan de forma pasiva, los avances en la tecnología y la domótica también son de aplicación en las zonas exteriores de la vivienda, y permiten tanto la automatización de sistemas y estructuras como su monitorización.

En su empleo en pérgolas y techos móviles, permiten tanto su apertura y cierre de forma automática a determinadas horas del día, la orientación de lamas para maximizar la sombra o el cierre del techo si los niveles de humedad predicen lluvia o si así lo aconseja la intensidad del viento. Además de contribuir a la eficiencia energética, estas aplicaciones permiten aumentar el confort en zonas exteriores de la vivienda como jardines y terrazas.

En lo que respecta a la iluminación, el aumento de la eficiencia energética va más allá del uso de lámparas de bajo consumo: la programación de la iluminación exterior o su automatización mediante sensores de movimiento y luminosidad, así como el control de consumos, son algunos de los usos de la domótica en este ámbito.

• Temas
• Sevilla
• Cádiz
• Casas