Adultos y responsables
Mercedes Barona | Departamento de Comunicación de APROCA
Viernes, 23 de junio 2023, 12:02
Parece mentira que hoy en día haya que estar defendiendo aspectos básicos de nuestra existencia que parecían asumidos por evidentes, y que, sin embargo, son ... cuestionados y puestos en duda no inocentemente, sino obedeciendo a intereses concretos y no muy confesables. Es una lata, como tener que estar explicando a diario a un niño cómo es la vida de verdad, más allá de lo que aparece en las películas.
Y así nos encontramos con una sociedad que iguala al ser humano con los animales (a veces incluso lo coloca por debajo, ya saben: salvar al perro propio o al niño anónimo), que desconoce el ciclo de la vida o que cree que los alimentos proceden de una fábrica, mientras identifica esa ignorancia culpable con «el progreso», aunque sin duda es un enorme retroceso para la Humanidad.
Me resulta ridículo tener que aclarar que me encantan los animales pero que sin duda me considero en una escala superior a ellos. Pueden achacarlo a la racionalidad de los humanos, al hecho de que nosotros tenemos alma, incluso a que somos capaces de plantearnos si la tenemos o no, pero que no somos como los animales es algo que va más allá de la biología.
Así que saberse superior implica responsabilidad: si estás al mando has de ser justo y coherente, has de tener un plan en el que se plasme la voluntad de mejorar.
Y he de decirles a los ecologistas de salón, a los animalistas radicales y a los veganos enfurecidos que tener un plan no consiste en dejar a la Naturaleza a sus anchas, en arrancar cultivos, en dejar de criar animales o cazarlos y que otros los sacrifiquen por ti; no consiste en dejar los montes a su libre crecer ni en comer gusanos en vez de chuletones. Significa ser conscientes de que los seres humanos estamos sobre la Tierra para vivir en ella, preservarla y disfrutarla. Con cabeza, con respeto y sobre la base del conocimiento ancestral sobre el ciclo de la vida animal, de las cosechas, de la capacidad de la tierra, de los periodos de lluvia y sequía... Y tomando decisiones racionales, aunque molesten a algunos sectores, tan minoritarios como vociferantes, imbuidos de una superioridad moral que nadie les ha otorgado.
Otra cosa es que pretendamos crear una sociedad descafeinada y absurdamente irresponsable, que elija que otros cultiven, que otros cacen, que otros sacrifiquen, pero lejos, sin que nos enteremos y sin que nos afecte. Lo cual es egoísta e hipócrita y, mucho peor, suicida.
No quiero jabalíes paseando por mi residencial, pero que venga alguien y se los lleve sin que yo lo vea. Me incomoda que un mastín que guarda ovejas me amenace en mi paseo dominguero por el monte, pero dame queso. Me molesta ver, incluso saber, que los lobos diezman los rebaños o matan potros y terneros, así que no me enseñes las fotos.
No quiero presas que limiten el paso del agua, pero sí una piscina en mi jardín. Me parece un despilfarro regar los cultivos, pero me apetecen fresas en enero. Y así, todo: infantilizados, anestesiados, asépticos... horrorizados porque un león se come viva a una cebra, con lo majo que era Simba en la película.
Pues siento decirles que los ecosistemas, los de verdad, no funcionan así. Y bien lo saben quienes viven en y de ellos, que son los más interesados en preservarlos y mejorarlos sin historietas ni falsa moral.
Porque ni la cebra es buena ni el león es malo, y el ser humano es unas veces simple observador y otras, actor, aunque el papel que le toca representar en ocasiones sea feo o poco lucido.
Porque hay que ser valientes y responsables para tomar decisiones, para enfrentar las consecuencias de nuestros actos, y para saber que estar al mando no siempre es gratificante, pero es necesario.
Porque así es la vida, y a los seres humanos nos corresponde, en este escenario tan desordenadamente ordenado y tan implacablemente sabio que es la Naturaleza, la gran responsabilidad de controlar, conservar y mantener.
Todo lo demás, son películas de dibujos animados para niños y, lo que es peor, para adultos.
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