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Un partido con mil detalles para recordar
Las fotos a los futbolistas famosos, la alegría de ver el estadio lleno, el dispositivo para que todo salga bien... Un partido así es muchas cosas a la vez, y este jueves Cáceres lo disfrutó
Como en las excursiones del colegio, el primero que se baja del autobús es el profesor. En este caso, Diego Pablo 'Cholo' Simeone, seguramente ... la estrella del Atlético de Madrid que este jueves ganó 1-3 en Cáceres la segunda eliminatoria de la Copa del Rey. Eran las cinco y media de la tarde cuando el entrenador argentino se apeó del autobús colchonero, que tiene todas las trazas de ser más cómodo que algunos hoteles. Tienen dos, por cierto, que detrás del primero con la plantilla apareció otro idéntico. Detrás del técnico, el primer futbolista en aparecer fue Koke, el capitán del equipo, lo que deja claro que se respetan las jerarquías en este Atleti que si antes del partido pensaba que su tirón en Extremadura le echaría una mano en las gradas, no tardó en percatarse de que no iba a ser así. En Cáceres hay mucho atlético, en Extremadura entera los hay, sí, pero son más los seguidores del equipo local. Lógica aplastante, por otro lado. Y esto se notó antes, durante y después de un choque que la ciudad disfrutó desde por la mañana.
No se llenó el estadio, quizás porque al club se le fue la mano con los precios de las entradas. Hasta el punto de que reculó e hizo rebajas de última hora, a ver si así. Y así, no. Quedaron algunas calvas en las gradas, en especial en uno de los fondos. Lo que no faltó fue animación, desde horas antes de que el balón echara a rodar.
Tiene rutinas curiosas el fútbol, al menos en ocasiones como esta. A las cuatro de la tarde empezaron a llegar los jugadores del Cacereño a su vestuario. Pero al rato se subieron a su autobús y se marcharon. A merendar al hotel Don Manuel. Concentración le llaman. Lo hacen todos los equipos ante citas fuera de lo común, es verdad, pero no deja de resultar curioso. Son las cosas de los partidos a estos niveles, en los que hasta los árbitros tienen su protocolo, que da incluso reparo contarlo pensando que de haber algún colegiado leyendo esto, será seguramente de los que se pelean contra los elementos en campos de váyase a saber.
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El Audi oscuro de los árbitros
No habían llegado aún los buses con los jugadores cuando apareció primero un coche policial camuflado, un utilitario blanco, y tras él un Audi oscuro bien largo. Eran ellos, los árbitros, que así juntos, altos y fuertes, parecían de otro deporte. Lo dicho: son las cosas del fútbol de Primera, que también sabe manejarse con sensibilidad.
Juan Carlos Vega tiene una discapacidad física e intelectual, se mueve por la vida en silla de ruedas y no se pierde un partido del Cacereño. «Venimos todos los domingos», cuenta el adulto que le acompaña, a unos pocos metros del banquillo visitante, en el que este jueves se sentó un jugador, el argentino Julián Álvarez, que le costó al Atleti noventa millones de euros, o sea, más que el presupuesto del ayuntamiento de la ciudad (78,5 millones el de este año). Si le sumamos los salarios de los que ocupaban sitio junto a él en el banquillo (el esloveno Oblak, el inglés Gallagher, el exmadridista Llorente, el uruguayo Giménez, el exbarcelonista Lenglet, el entrenador mejor pagado del mundo, que ya es decir), igual da para hacer la autovía Cáceres-Badajoz en un par de meses.
Pero estábamos con Juan Carlos Vega, que este jueves vivió un episodio que recordará toda su vida. ¿Contentos, no? «Encantadísimos», respondían por él. Un minuto antes, José María Giménez, defensa del Atleti, le había entregado una camiseta rojiblanca firmada por toda la plantilla, que es algo por lo que muchos pagarían. La celestina que ha permitido que Juan Carlos tenga ese objeto de deseo es Fidel, empleado del Cacereño, que este jueves implicó a los suyos para que todo saliera bien en un día especial.
En torno al estadio había el despliegue propio de las ocasiones, incluido el policial. Y los puestos de banderas y bufandas. En el que vendía productos oficiales lamentaban que hubiera también puntos de venta de quienes no pagan impuestos como ellos, razonable queja, como la manifestada por algunos hinchas colchoneros por los ya mencionados precios de las entradas.
«El campo no se va a llenar», anticipó el presidente del Cacereño por la mañana, durante la recepción en el ayuntamiento a las directivas de los dos equipos. Y acertó, claro. Como atinó Merencio, el número 11 del Cacereño, a la media hora de juego. Con el gol local se cayó el estadio, como dice el tópico. Gritó el Príncipe Felipe como si ensayara a diario para ello. En realidad, en el estadio saben de sobra lo que es celebrar goles, porque el equipo va bien y ha encadenado una racha de victorias que le tiene flirteando con puestos más altos.
El Redoble a todo meter
El cántico desatado del gol tuvo dos previas, que conocen bien los asiduos al lugar pero no los demás. Una fue cuando el himno local sonó por los altavoces, que dan calidad, suenan potentes. Y al rato, cuando pusieron el himno oficioso de Extremadura, ese Redoble que se sabe todo adulto residente en la comunidad autónoma desde hace un tiempo.
Quizás influyó en el mal primer tiempo que jugaron los colchoneros el mate que los argentinos De Paul y Álvarez compartían con el uruguayo Giménez antes de empezar el partido. Ver esa escena en Cáceres es un caramelo para los futboleros, que en partidos así lo disfrutan todo: el ambiente previo, la búsqueda e identificación de defensas, centrocampistas y delanteros en chándal primero y en pantalón corto después, el casi lleno en la grada, ver el campo como no se suele ver de gente...
Todo eso es un partido de este calibre, uno del máximo nivel, de los que ha disputado muchos Manuel Sánchez Delgado, 'Manolo', que jugó en los dos equipos. Con 17 años ya estaba él jugando contra el Atlético de Madrid en el Príncipe Felipe. Era el año 1982, y entonces la Copa del Rey se jugaba a doble partido, uno en el estadio de cada equipo. Los rojiblancos ganaron la eliminatoria, pero las pasaron canutas. Recordaron ese encuentro, y también el de Liga que el Atleti jugó en otra ocasión, al tener su estadio clausurado, durante la recepción en el ayuntamiento, de la que Rafael Mateos, el alcalde, salió con una camiseta nueva.
Rojiblanca, claro. Con su apellido a la espalda, encima del número diez, el que históricamente en el fútbol se reserva para el mejor del equipo. Lo llevó Maradona, por ejemplo, que de ir con alguno de los dos equipos que jugaron este jueves, sería el Atleti, que es un poco una sucursal de la selección argentina (Julián Álvarez, Nahuel Molina, Rodrigo de Paul, Giuliano Simeone, Juan Musso y Ángel Correa).
Futbolistas que un aficionado cacereño ve normalmente en la tele y que este jueves estuvieron tan cerca que hasta se les podían hacer fotos en las que se les distinguía. A alguno le tocó una tele de 55 pulgadas que sortearon en el descanso, en el que los aficionados degustaron el resultado en ese momento y también el bocadillo muchos de ellos. Hay tradiciones que el fútbol mantiene, como esta de las viandas al descanso. Y como la fiesta que supone que un equipo pequeño reciba a uno grande. Y más aún que ese pequeño le meta un gol al grande. Que lo elimine es algo antinatural. Es como si de pronto el mundo se diera la vuelta. Y eso, este jueves en Cáceres, estuvo a punto de ocurrir.
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