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Visión desde el helicóptero de una etapa de la Vuelta. Virginia Carrasco

Un día a bordo de la Vuelta

En helicóptero y en un automóvil de la organización se experimenta una carrera ciclista diferente, la de todos los que escoltan a los deportistas

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Domingo, 10 de septiembre 2017, 00:53

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Un nutrido grupo de nómadas recorre las carreteras de España durante tres semanas. Son aproximadamente 3.000 personas al servicio de los 198 ciclistas que reciben el foco durante la Vuelta a España. Todos componen una pequeña ciudad itinerante en la que a fuerza de compartir kilómetros se convierten en camaradas de un engranaje gigantesco que necesita que cada pieza encaje para avanzar correctamente.

La organización está a cargo de Amaury Sport Organisation desde que la compañía francesa adquirió las acciones de Unipublic. No le falta experiencia a A. S. O. puesto que se encarga del Dakar y del Tour, dos hitos con acento del norte de los Pirineos. Su influencia comienza cuando las matrículas con tres dígitos y dos letras por delante y por detrás delatan que los automóviles son de la V República, aunque con conductores españoles con una una característica común indispensable: son exciclistas. ¿Por qué? Por un lado, los coches han pasado la prueba durante las tres semanas del Tour en julio. Por el otro, haber competido como corredores en pelotones y haberse movido con las dos ruedas facilitan la simbiosis entre los coches y los pilotos. Los vehículos, que se mueven siempre delante del pelotón, son Skoda con marchas automáticas que viven descensos de rallies, ascensos a ritmo de procesión y adelantamientos e intercambios de posición con una armonía propia. Juegan entre escapados, se adelantan a compartir breves paradas con los espectadores y avisan sobre cualquier información que resulte pertinente al resto de la organización. Son una de las piezas del engranaje de la ciudad ciclista.

Seguir la caravana de la Vuelta a España desde el interior es un ejercicio de reconocimiento al estilo del juego del 'Quién es quién'. Desde el automóvil de la organización facilitado gracias a Ecovidrio, la entidad sin ánimo de lucro encargada de gestionar los envases de vidrio en España, las secuencias a las que prestar atención se suceden. Radio Vuelta transmite por onda corta a los interesados las principales incidencias desde las motocicletas que acompañan al pelotón y a los grupos en mensajes asépticos en español, francés e inglés. Así, los directores técnicos pueden conocer que Rafael Reis ha sufrido un fallo en la zona neutralizada, que un gran badén espera a la llegada a la siguiente población o que la cabeza de carrera tiene 40 segundos de ventaja. También avisan con indicaciones organizativas para evitar colapsar el tráfico, retirar vehículos mal aparcados o que las diferentes tribus (motocicletas, coches de equipo, comisarios, etc.) conozcan la línea que deben seguir en cada momento durante tres semanas en las que el cuentakilómetros puede sumar 10.000 kilómetros.

Imágenes de la etapa entre Motril y Antequera. Virginia Carrasco
Imagen principal - Imágenes de la etapa entre Motril y Antequera.
Imagen secundaria 1 - Imágenes de la etapa entre Motril y Antequera.
Imagen secundaria 2 - Imágenes de la etapa entre Motril y Antequera.

Los primeros kilómetros del trayecto entre Motril y Antequera ejemplifican el nerviosismo casi siempre desconocido de la búsqueda de la escapada definitiva. Omar Fraile había avisado antes de la salida al guardia civil que abre camino de que se verían pronto. Y el vasco del Dimension Data cumple la palabra y forma un grupo de aventureros para un perfil escarpado. Para ello se ha estirado el pelotón, se han ajustado los dedos al gatillo del freno y se ha activado la visión periférica. Es cuando menos quieren que se acerquen los helicópteros, señala el piloto de uno de los tres que sobrevuelan al pelotón durante la Vuelta a España. No se trata del miedo a que el viento de las hélices derribe a los corredores -algo poco usual-, sino a que el ruido ensordecedor del aparato silencie las órdenes, avisos y advertencias salidas de las gargantas de los deportistas cuando el enjambre está más nervioso y activo en la colmena. Nada baladí cuando se circula a más de 50 km/h en los primeros kilómetros a la búsqueda de escapadas.

Por delante, un despliegue de guardias civiles salvaguarda la seguridad de los deportistas. Son elegidos entre los mejores y los pilotos de las motos deben demostrar sus habilidades en un test de pericia antes de ser destinados a escoltar a la gran ciudad itinerante. En algunas etapas, la cifra de agentes supera las 200 unidades, aunque a veces es insuficiente para evitar incidentes como el del joven discapacitado mental que empujó a Maxim Belkov durante una subida en la etapa y aumentó la tensión entre los vigilantes. En esa misma jornada, que comenzó a caldearse antes de la salida con el autobús del Aqua Blue Sport incendiado por un pirómano, un miembro de las fuerzas de seguridad empujó a los pies de una motocicleta a un aficionado que corría junto a un ciclista. Son ejemplos que dan la vuelta al mundo gracias a las redes sociales pero que para los encargados de la seguridad no se acercan a los momentos de presión de cuando la Vuelta era amenazada por los terroristas en algunos puntos de su recorrido.

La mirada de las águilas de la Vuelta resulta indispensable. La última edición ha contado con tres helicópteros y un avión para registrar imágenes y servir como repetidor de envíos para una retransmisión que en países como Bélgica asciende hasta el 45% de la audiencia en algunas etapas. Siguiendo el ejemplo del Tour de Francia, la organización ha dedicado en 2017 un helicóptero básicamente a mostrar lugares pintorescos o de interés turístico durante las jornadas. No obstante, la principal utilidad de los vehículos voladores ha sido aclarar a los espectadores la situación de carrera. Nada mejor que un vuelo cenital para recuperar la sensación de las carreras de chapas infantiles.

Los aficionados en las orillas de la carretera son el broche al deporte de las bicicletas. Según los que más tiempo llevan en la caravana, en el sur de España son más aficionados al espectáculo y en el norte es el deporte el mayor reclamo (puede que por la tradición de que la carrera fuera organizada durante mucho tiempo por el diario vizcaíno El Correo). Así, los integrantes de los automóviles de la organización recuerdan la simpatía en Andalucía, donde habitualmente se multiplican los saludos de respuesta a las cunetas, mientras que la atención se concentra más en los ciclistas conforme avanzan hacia el Cantábrico.

En el camino a Antequera, una pareja de mediana edad belga confirma el valor internacional de la Vuelta. Se han desplazado a Málaga desde Flandes y prometen ir a Sierra Nevada para la mayor fiesta del mundo ciclista en la montaña. Mientras, animan a su compatriota escapado y lamentan la tardanza en la victoria de algún español (llegará en el penúltimo día con Alberto Contador). Se mezclan entre un público que aplaude sin discriminación a todos los corredores siempre y cuando suelten el absorbente móvil para las nuevas tradiciones de grabar y fotografiar cada instante.

Fotografías del interior de un automóvil de la organización, varios aficionados en una cuneta y la llegada a meta de varios corredores. Virginia Carrasco
Imagen principal - Fotografías del interior de un automóvil de la organización, varios aficionados en una cuneta y la llegada a meta de varios corredores.
Imagen secundaria 1 - Fotografías del interior de un automóvil de la organización, varios aficionados en una cuneta y la llegada a meta de varios corredores.
Imagen secundaria 2 - Fotografías del interior de un automóvil de la organización, varios aficionados en una cuneta y la llegada a meta de varios corredores.

Sin los aficionados no habría deporte y ellos son los que moldean la prueba. De hecho, en los últimos años la Vuelta a España ha buscado recovecos espectaculares para competir contra la sobremesa y la reputación soporífera del ciclismo. Para ello, han debido eliminar algunos aspectos tradicionales. Desde la organización se reconoce que a los esprinters no les seduce la nueva carrera pero que los datos de audiencia confirman que a los espectadores sí.

Al interés por la Vuelta contribuye una lista de favoritos que en ocasiones supera en interés al Tour de Francia. No se oculta que el empeño de Chris Froome es recibido con aplausos por Unipublic. El británico nacido en Kenia apenas hace peticiones especiales -poder ducharse una hora antes de alguna etapa es lo más extravagante- y se desvive con una sonrisa por alimentar la afición por el ciclismo firmando autógrafos o posando para fotografías con la muchachada. Retrasó su preparación para Francia pensando en España y casi se baja un escalón en los Campos Elíseos. Incluso ha aplazado su tradiconal 'rodillo' (pedalear en bicicletas estáticas tras cruzar la meta para dar una transición a los músculos después de una gran exigencia física) por no retrasar la ceremonia de premios en el podio o las declaraciones con los periodistas. Otros ponen mayores obstáculos a la hora de atender a medios, patrocinadores o aficionados. Pero al final, todos pertenecen a la particular banda de nómadas que partió el 19 de agosto en Nimes (Francia) y culminó su trashumancia el 10 de septiembre en Madrid.

Recicla y pedalea

El trofeo, fruto de la acción participativa de los ciudadanos, simboliza el esfuerzo tanto de los ciclistas en cada etapa como de los ciudadanos por cuidar el medio ambiente.

En esta nueva Edición, Ecovidrio ha diseñado un nuevo mini iglú inspirado en La Vuelta, con el que pretenden contribuir una vez más a la donación de bicicletas 'Handbikes' en beneficio de la Fundación del Hospital Nacional de Parapléjicos para la Investigación y la Integración. El uso de estas bicicletas es fundamental en el desarrollo de la musculatura de los pacientes y con ellas pueden mantenerse en contacto con la naturaleza. Los aficionados los podrán adquirir a través de la página web Miniglu.es y en las zonas habilitados por Ecovidrio en cada etapa.

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