Cautivadoras maneras de hablar
Novela. Un retrato de las nuevas relaciones amorosas y los peligros de la nostalgia. Las amistades peligrosas del siglo XXI
Enrique García Fuentes
Sábado, 4 de octubre 2025, 02:00
LGonzalo Torné (Barcelona, 1976) es uno de esos escritores que, quienes más o menos presumimos de estar al día y conocer lo que hay, no ... podemos negar que hemos leído. No es un autor fácil; tal vez por eso se halla entre los que viven un poco en los márgenes, sin figurar casi nunca en el elenco habitual de los nombres de referencia, pero acaba apareciendo siempre en los recuentos que se hacen cuando hay que valorar las mejores novelas publicadas durante un año o un tiempo más o menos específico. Su trayectoria no es excesivamente larga pero sí tupida, y su manera de escribir requiere de un lector que no se deje llevar por las veleidades de aquello que más o menos reconocemos como fácil.
Brujería (título de difícil explicación ateniéndonos al argumento) es una novela de argumento ínfimo; Diego Duocastella, narrador y protagonista de la misma, regresa a Barcelona después de pasar siete años en Italia, donde no ha terminado de asentarse del todo. De buena familia, culto y adinerado, soltero y sin cargas familiares, va a incorporarse a un trabajo que no le entusiasma, pero antes decide pasar un último verano en el pueblo costero de su infancia. Allí su abulia y despego le inducen a relacionarse con un matrimonio de recién llegados: Julio Pons, un emprendedor de origen humilde, y su esposa Laura, de familia pudiente, que llegan acompañados de sus tres hijos y de la misteriosa Berta, la cuñada y aparente cuidadora de los chavales. Pronto se establece entre ellos una especie de liaison que mezcla amistad, intereses económicos y un extraño pacto que les mantendrá unidos de regreso a Barcelona tras el estío.
Brujería
Gonzalo Torné
Barcelona, Anagrama, 2024.
A medida que esa relación se intensifica iremos sabiendo también del turbio pasado de Diego y sus contactos con su grupo de amigos y amantes de entonces hasta que vamos poco a poco reconstruyendo esa antigua realidad que todavía late en él y de alguna forma lo condiciona. Con todo, lo que concede auténtica notoriedad a nuestro texto es la destreza de los diálogos, tan imposibles como asumibles y creíbles -lentos, reposados, con un extraordinario sentido del ritmo y un uso pesado y medido del lenguaje- que Diego, Laura y Berta van manteniendo durante buena parte de la trama de la novela. Dotados de una cadencia precisa en los desarrollos y en las respuestas (a mí no se escapa un aire a los que aparecen en las novelas de Alonso Guerrero) conceden a nuestro texto una envergadura notable -siempre circunscritos a las diferentes circunstancias de las relaciones amorosas, todas ellas bien imbricadas en la mínima trama-, hasta el giro al final, que tal vez resuelva el relativo estancamiento de la acción, pero acaba por conferirnos una cierta sensación de vacío y desencanto que nos deja un tanto con la miel en los labios.
Ni que decir tiene que quien prefiera la narración desbordante de hechos rápidos que se van sucediendo sin casi dar respiro no va a encontrar en esta novela saciedad para sus ansias; antes bien, Torné prefiere recrearse en la indagación de la complejidad de las emociones humanas, que, además, sabe proyectar hacia el pasado -que poco a poco va revelándose-, regodearse en el presente y atisbar (o recrear) un posible futuro, sobre todo según se explicitan algunos deseos confesables por parte de los personajes respecto a iniciar vidas distintas, eso sí, sin renunciar del todo a las que han ido construyendo. El lector ha de estar atento a esta solo aparente confusión de planos.
Tal vez hasta sea preferible indagar en nuestra mente acerca del otro gran tema que sustenta la novela (las diferencias socioeconómicas entre los personajes y cómo terminan influyendo en sus relaciones y decisiones; Diego es rico, Laura también, los hermanos Pons proviene de familia de trabajadores) y, sobre todo, insisto, dejarse acunar por la cadencia extraordinaria de esos larguísimos diálogos a los que he aludido, por medio de los cuales se acaban fijando las bases de la relación entre los cuatro protagonistas. Más que contribuir al progreso de la trama, la aletargan, pero constituyen un interesante mecanismo para tratar de desvelar los entresijos ocultos de cada uno de ellos.
A ello contribuye el magistral uso de una prosa etérea, pero diestra, capaz de expresar la confusión que anida en los protagonistas y hacer aflorar sus emociones, pero sin caer nunca en el dramatismo, bendecida casi siempre por el bálsamo purificador que siempre aporta la ironía bien pautada.
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