Toros | Feria San Isidro
Una versión aparatosa de TalavanteDaniel Luque pone la plaza boca abajo al rematar la faena del tercero con una acendrada versión de su patente inimitable de muletazos trenzados
Barquerito
Jueves, 1 de junio 2023, 23:22
De los tres toros cinqueños de la corrida de Alcurrucén, abiertos en lote, tercero y quinto, justos de trapío, fueron los de mejor trato. Con ... el tercero, cargado de carnes, hizo Daniel Luque la faena de la tarde, la más seria y rigurosa, la más bella también. Con el quinto, Talavante, en versión aparatosa de sí mismo, apostó más por las formas que por el fondo y eso devino, bajo la lluvia, en una ligera pero celebrada extravagancia, una faena abierta con unos cuantos, muchos muletazos de rodillas en los que vino más toreado el toro que en lo que siguió después. Lo que siguió fue, cuando remitió el goloso gas primero del toro, toreo vertical de muletazos alicortos en distancia mínima y a toques suaves. Pausas y paseos entre tandas, guiños al tendido donde todo se jaleaba. De partida, ese quinto, ensillado, de distinguido porte, estrecho de sienes, acapachado y abrochadito, había sido protestado. Se diluyeron las voces en cuanto se hincó de rodillas Talavante. Ninguna duda: es torero querido por la parroquia, o por quienes más se dejan oír. A pesar del apoyo sin condiciones, el ambiente fue decayendo -la lluvia provocó una desbandada en los tendidos- y el toro, también, pero sin perder gota de su apagada nobleza. Antes de la igualada, Talavante cambió a capricho de terrenos, se perdió en un intento de remate de faena por bernadinas y cobró una estocada trasera y perpendicular. Sonó un aviso.
Ficha del festejo
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20ª de abono de la Feria de San Isidro Fresco, encapotado, lluvia en los dos últimos toros. 22.798 almas. Dos horas y veintidós minutos de función.
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Ganadería Seis toros de Alcurrucén (Familia Lozano)
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Terna Diego Urdiales, palmas tras aviso y silencio. Talavante, silencio y ovación tras aviso. Daniel Luque, saludos tras aviso y vuelta. Dos grandes pares de Iván García al tercero.
Quien puso a la plaza en pie, o la plaza boca abajo, que es casi lo mismo, fue Luque al rematar la faena del tercero con una acendrada versión de su patente inimitable de muletazos trenzados sin ayuda por una y otra mano, cobrados en alternancia en la suerte natural y la contraria, a muleta por derecho o vuelta, y rematados con uno de pecho clásico. Después del de pecho, un desplante antiguo, columpiándose Daniel entre los cachos del toro en señal de autoridad. La tanda fue el broche de una faena que, a toro aún por ver, rompió con una tanda de toreo genuflexo, el toro enganchado y empapado, llevado hasta el final del viaje, y retomado en muletazos ligados cada vez más despaciosos. Encajado con naturalidad, descolgado de hombros, cobró Luque tres tandas más en redondo, embraguetadas, resueltas con el de pecho incluso las dos veces en que no quedó otra que enganchar el toro por el hocico. Toda la faena se siguió con clamor. Sólo que, sin apenas aire, el toro tropezó engaño por la mano izquierda y se plantó. Luego del broche, Luque se precipitó con la espada, atacó en la suerte contraria, fue estocada sin muerte, un aviso, un descabello, no cuajó una petición de oreja reclamada más a voces que blandiendo pañuelos.
Se esperaba que la segunda salida de Alcurrucén en la feria mejorara la primera, pero eso no fue lo que pasó. El contraste con la corrida de Santiago Domecq jugada en la víspera se dejó sentir entre los fijos de la plaza, que no son pocos. La salidas distraídas tan propias y su frialdad en los dos primeros tercios tan propias del encaste Núñez enfriaron los ánimos, y eso que Diego Urdiales, impecables las formas y el asiento, toreó con pulso de seda y del caro por las dos manos a un primero de corrida de muy justito poder que al final del trasteo rodó en una costalada y, echado, parecía incapaz de levantarse, Talavante cortó por lo sano con el rebrincado segundo que hizo un par de regates y claudicó. El cuarto, pinta espectacular -castaño berrendo aparejado- y panza monumental, ofensivo, huido, a la defensiva, fue toro con sentido que siempre se vino cruzado. Urdiales lo trató como si fuera bravo y claro, y hasta logró embarcarlos en dos tandas, no más. A los dos toros los mató Diego con acierto y decisión. Dos estocadas.
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