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¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
El diestro Rafaelillo saluda al ruedo durante la corrida de la Feria de San Isidro celebrada este sábado en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid. EFE/ Emilio Naranjo
Las Ventas | San Isidro

Triste adiós de Talavante a la feria

La cuarta de sus tardes firmadas fue la más desafortunada. Castigado por sus fieles y apático. Rafaelillo se hace querer con el mejor toro de una corrida de Adolfo Martín muy ofensiva

BARQUERITO

Sábado, 4 de junio 2022, 23:14

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Tres de los seis toros de Adolfo Martín fueron particularmente ofensivos. Tercero, cuarto y quinto. Dos de ellos, cuarto y quinto, veletos y cornipasos, lucían ... temibles perchas disuasorias. El tercero, no tanto, pero por fibroso y sacudido, un aire de partida fiero, impuso no tanto como los que salieron después, pero se movió mucho más y fue por eso, el toro de más viva tensión de la corrida. Ese tercero, el primero del lote de Talavante, hizo una cosa que los otros dos no pudieron: humillar. Por mirón, por su correa y por la recámara, tuvo ese punto tardo y reservón tan privativo del encaste Saltillo. El toro calamocheó con genio en la primera vara, pero salió de la segunda embistiendo por abajo y por derecho. Aunque en el inicio de faena, Talavante pareció tranquilo -la muleta, a la izquierda casi sin probar-, al salirse hacia el tercio se vio sorprendido: el toro reponía la embestida y procedía abrirlo. Renunció Talavante a cambiar de estrategia y el toro pegó dos rebañones casi seguidos y le comió la moral al torero. Al sentirse en peligro, y descubierto además por ráfagas de viento, Talavante sacó bandera blanca. Dudó un momento. Si cambiar de espada o volver a intentarlo. Se fue por la espada. Un pinchazo, un terrible bajonazo ladeado, media y un descabello. La última baza y la última bala de las nueve de que ha dispuesto en la feria era un sexto de corrida de tipo, remate y armamento distintos a cualquiera de los cinco previos. Playero, alto de agujas, cabezón, salió con pies, pero arrastrando cuartos traseros, no se sabía si acalambrado o descaderado. En cuanto el toro perdió las manos, se levantó una protesta que provocó la devolución, Al ir envuelto en la parada de cabestros, el toro seguía renqueando. Tres días llevaba siendo enchiquerado como primer sobrero un toro de Garcigrande de 615 kilos. Y a la tercera fue llamado a escena. A pesar de su volumen, recibió al asomar algunos pitos. Los acalló con un buen galope. Los destemplados capotazos de Talavante para fijarlo fueron indicio de que el toro no entraba en sus planes. Y menos todavía, cuando empotrado en dos puyazos interminables, encelado, dormido sin dejar de romanear, empujar y amenazar con mandar caballo y piquero al suelo, el toro llegó a banderillas molido de tanto castigo. Sin prisa, Talavante se tomó un respiro antes de abrir faena con tres ayudados por bajo y cosidos con ellos tres naturales bien tirados, ligeros, en línea. Luego, se abrió al tercio y se puso por la mano derecha. Apenas pudo el toro seguir el engaño. Se dejó sentir un coro de palmas de tango que no iban por el toro sino por Talavante, que, sin perder los nervios, pero visiblemente afectado, se fue por la espada, Mató al séptimo intento. La despedida fue muy triste. Algunas almohadillas. «¡Vaya feria, Talavante!», sentenció una voz anónima.

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