Toros | Feria de San Isidro
Una tarde soberbia de RománInspirado, atrevido y capaz, cuaja a modo el mejor toro de la seria corrida cinqueña de Fuente Ymbro y se juega la piel conscientemente con un quinto incierto y artero
Barquerito
Sábado, 11 de mayo 2024, 22:22
Fue la tarde de Román. Intrépido, porque eso va en su temperamento. Tan atrevido como valeroso, firme y entregado. Tan capaz también. En dos versiones tan distintas como la condición de los dos toros de su lote: un segundo de trapío y hechuras sobresalientes hechuras, el mejor rematado de una ofensiva corrida cinqueña de particular hondura y de paso el de más refinada condición, y un quinto artero, probón e incierto, muy incierto, casi predador, que punteó protestando primero, escarbó y no paró de escarbar, midió, avisó y y no paró de avisar.
Con el bravo segundo, una faena de son creciente, planteada desde el principio en la distancia sin que el toro, distraído entonces, se sintiera propiamente reclamado, sino suelto de dos primeras reuniones, una por cada mano, cobradas a buen galope. En el tercer asalto se fijó al fin el toro, metió la cara y repitió. Fue a partir de entonces cuando cobró la faena vuelo del caro. En las reuniones a distancia, el recuerdo ineludible del modo y maneras de César Rincón. Por el aguante, la firmeza y el temple, claves las tres cosas para traerse al toro embarcado, sostenerlo y vaciar las embestidas sin un solo tirón. No importaron ligeros golpes de viento que descubrían a Román.
En cuanto vino ligada y embraguetada la primera tanda de cuatro, ya quedó sentenciada la pelea. En distancia más corta, entre rayas, el rumbo de la faena siguió siendo el mismo. Antes de la igualada, una tanda de ayudados genuflexos en la suerte cambiada o natural. Un clamor. Y después de la igualada, en la suerte contraria, una estocada a morir. Trasera, de muerte demorada, con Román sentado en el estribo y sin decidirse a descabellar. Un aviso, tiempo muerto que se llevó la que pudo ser segunda oreja. Solo una.
Luego de la emoción de tan rica faena, la emoción del riesgo, llevado hasta el límite en un trasteo de exposición sin cuento, porque se estuvo mascando la cogida una y otra vez, y tragando saliva todo el mundo. Todos menos Román, descarado, convencido de que el toro iba a acabar por someterse, y no tanto, pero, uno a uno, los naturales brotaron templados, ceñidos, puro rigor. No se cansó Román de insistir y de asustar la miedo porque la porfía, tensísima, fue de pasar el miedo propio que deviene del peligro. Un clamor todavía mayor que el del primer toro. Una estocada a morir, pero trasera. Resistencia a armarse del descabello, un intento fallido, cayó un segundo aviso, dobló el toro. Una vuelta al ruedo de reconocimiento sin reservas.
Ficha
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Plaza Las Ventas. 2ª de feria. 18.497 almas. Veraniego. Dos horas y media de función.
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Ganadería Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo)
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Toreros El Fandi, silencio tras aviso en su lote y en el que mató por cogida de Valadez. Román, oreja tras aviso y vuelta tras dos avisos. Leo Valadez, ovación.
Donde Román y solo donde Román estuvo la corrida. Farragoso y despegado hasta la exageración, El Fandi se valió de su oficio para salir del paso con un primer toro que se abrió mucho y fue por eso más sencillo que su tremenda apariencia y para ponerse tesonero y repetitivo sin apostar por un cuarto muy pegado en el caballo. También de oficio fueron sus dos tercios de banderillas, meros trámites en su caso. Con el toro que mató por cogida y lesión de Valadez tuvo la cordura de abreviar. Valadez, bullidos con el capote, fino en los doblones de apertura con el tercero pero desarmado luego por él, volteado en una inoportuna arrucina de remate de tanda, apenas algún muletazo limpio y, en fin, una estocada de entrega y ejecución formidables. De la reunión con la espada -estocada letal- salió prendido y feamente golpeado. Una luxación del hombro le obligó a abandonar.