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¿Qué ha pasado hoy, 16 de abril, en Extremadura?
El diestro de Torrejoncillo Emilio de Justo triunfó en la plaza madrileña. EFE
De Justo abre la puerta grande de Las Ventas

De Justo abre la puerta grande de Las Ventas

El de Torrejoncillo cuaja una sensacional tarde y corta tres orejas al mejor lote de Victoriano del Río en su mano a mano con Ferrera

rosario pérez

Domingo, 4 de julio 2021, 23:12

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Las Ventas acogió su segundo festejo mayor de la temporada tras largo año y medio de sequía, al margen del festival del 2 de mayo. Después de la 'victorinada' del pasado sábado, este domingo se celebró la llamada 'Corrida de la Cultura', un mano a mano de dos extremeños: Antonio Ferrera y Emilio de Justo. En los corrales aguardaba una corrida de Victoriano del Río.

Tras el paseíllo el de Villafranco ordenó señalar más las rayas. Poco importó cuando salió el primero, el único con el hierro de Toros de Cortés, un manso con el que Ferrera sembró la polémica cuando, como en Badajoz el pasado año, mandó al piquero salir del tercio para picar al toro. Ahí fue donde empujó Soleares.

Brindó al público y se dobló. El toro, un pavo con leña para pasar el invierno, metía la cara por el izquierdo. Y también por el derecho, por donde llevó muy tapado a un toro con tendencia a meterse por dentro. Se revolvía con peligro en el de pecho. Porque el toro tenía mucho peligro y el veterano maestro apostó con valor. Un muletazo rodilla en tierra y un desdén coronaron la obra. Con distancia citó para matar, y allá que se fue Soleares, pero la espada quedó enhebrada. Más en corto luego, enterró media baja. Palmas al toro y al torero.

Rivalidad en quites en el segundo, Esmerado. A las verónicas de arrebato de Ferrera respondió Emilio de Justo con unas chicuelinas de mano baja. Se dobló el de Torrejoncillo en los inicios con un toro de poco celo al que había que empujar mucho. Muy centrado, ahondó en cuatro naturales de máxima pureza. Ahí rompió la faena. Rota la cintura, rota la ovación. Cinco naturales de pecho ofrecido contuvo la tercera tanda zurda, buscando la colocación sincera. Un cambio de mano le llevó de nuevo a la muñeca del tenedor, pero ahí el de Victoriano comenzó a escarbar y optó por unos derechazos en los que hizo embestir al toro. A pies juntos remató antes de la suerte suprema. El espadazo se cayó algo, pero no importó para la concesión de la primera oreja de la tarde.

Candidato era el tercero. Ferrera lo saludó a la verónica, adornándose con una especie de farol sin toro. Cuando se iba a producir el quinto encuentro en banderillas, el de Villafranco se hizo cargo de la lidia, en manos entonces de Valdeoro. Con el animal rajado, Antonio dejó fogonazos de desmayo e inspiración. Hubo muchos tiempos muertos. Al final tiró la ayuda para torear a derechas al natural. Con 20 metros de por medio, se fue al paso hacia el toro y enterró una estocada caída, que generó división: más palmas que pitos.

Duende se llamaba el cuarto, en el que la plaza parecía aplatanada. El bochorno era tremendo. Aunque más bochornoso fue el tercio de banderilla. Las lanzas se volvieron cañas con el matador: dos tandas de derechazos pusieron la plaza en ebullición, especialmente la segunda, con el compás muy abierto, con un pase de pecho a la hombrera contraria. ¡Y cómo fue la tercera! Roto el torero, con un embroque sensacional, crujía la Monumental. Pasó luego a la zurda, por donde hubo menos ajuste. De Justo lo toreó soberbio, abandonado en el último muletazo con el buen toro de Victoriano. Quería más y perdió las telas. El estoconazo, en el rincón. Con la boca cerrada, se tragó la muerte, bellísima. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro.

Cantaor era el quinto con el que Antonio Chacón se desmonteró. Suya había sido la mejor lidia en el primero y suyos fueron los mejores pares de rehiletes. El reservón toro fue el peor de lo que iba de conjunto y Ferrera lo lidió con oficio. Luego pinchó. Cantó la gallina el manso. Tres pinchazos y media. Y tres descabellos. Silencio.

Cerró plaza Bisonte. De Justo, con una tarde redonda, lo hizo embestir por ambos lados y se inventó una obra torerísima. Maravillosa la trinchera y el de pecho, que los borda. A la primera lo cazó, de un espadazo algo delantero y desprendido. Necesitó el uso del verduguillo, lo que impidió el corte de un trofeo. Aun así, dio una dimensión extraordinaria. Pura cultura fue De Justo.

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