Frenoso, de Victoriano del Río, un escándalo de toro
Firme y entregado, Fernando Adrián no remata con la espada una faena marcada por el toro en la feria madrileña
Barquerito
Viernes, 16 de mayo 2025, 23:21
Dos descarados toros cinqueños de Victoriano del Río completaron la corrida de los dos hierros -Puerto y Ventana- de Lorenzo Fraile que se vio este ... viernes en la monumental de Las Ventas. Se jugaron de tercero y quinto. Abierto, veleto y muy astifino, el tercero fue recibido con una ovación cerrada y corrida. Aunque armónica y simétrica, un punto macabra la cuerna, cerca del metro de cuerda de pitón a pitón. Por la cara se retrataba el toro, bajo de agujas, peso ligero para lo que se estila en San Isidro. 534 kilos.
Quebrantado en dos puyazos severos -el segundo, cobrado en estrellón-, duró entero en la muleta demasiado poco, se rebrincó y, aunque Pablo Aguado, impecables buenas formas, lo sacó de las rayas y se lo trajo por delante, se acabó encogiendo y finalmente parando. En su turno, Aguado había firmado en los medios con el segundo toro del Puerto un primoroso quite a la verónica de cuatro lances limpios y despaciosos, puro compás, aire singular. Una joya. Se aplaudieron con mucho más sonora fuerza en la plaza madrileña dos pares de banderillas de Marco Prieto que el propio quite. Cuando Aguado pretendió empeñarse con el toro de Victoriano del Río le aconsejaron ir por la espada. Costó un mundo pasar el fielato. Cinco pinchazos, dos golpes de cruceta.
El quinto de Victoriano fue tan astifino como el tercero. Más astifino no se podía ser. Tal vez estuviera la gente cansada o escarmentada, pero a ese quinto le regatearon las palmas de salida, que no las de llegada, o sea de arrastre. Será seguramente el toro de la feria. Más completo, imposible. Desde el mismo momento de tomar capa por primera vez -lances decididos y discretos de Fernando Adrián- hasta la hora de cuadrarse ante la espada. Picó bien y lo preciso Alberto Sandoval. El toro salió embistiendo de una primera vara bien peleada y fue pronto en banderillas.
Luego vino el concierto: hizo el surco por la mano diestra, por donde tomó cuerpo la faena de Adrián, abierta por la vía temeraria -de rodillas abierto en el tercio, un cambiado por la espalda para encender la lumbre-, repitió las embestidas con humillada entrega y un ritmo colosal, impuso su propia velocidad en ellas y aguantó una tercera tanda de cinco seguidos que podían haber sido incluso más. Una máquina de desbordante alegría.
El palco negó la vuelta
No tenía fin ni fondo el toro, que antes del remate de faena por alto -despegadas manoletinas- parecía listo para otra faena entera. La faena se vivió como una fiesta, no solo por la entrega, la buena colocación y los deseos de Adrián, que no se escondió ni le hizo al toro un solo regate, sino por esa manera de embestir que es la música de fondo. Un desarme al ponerse por la izquierda cortó el fluido repentinamente. No terminó de verse por esa mano el toro, y esa fue la mayor carencia. La gente empujó para que entrara la espada, pero no entró. Un pinchazo, otro segundo hondo, tres descabellos, un aviso. Se pidió para el toro la vuelta al ruedo. Se enrocó el palco y no.
Los dos toros de Manzanares, un primer atanasio del Puerto y un cuarto de la Ventana con la edad recién tomada salieron nobles y de muy sencillo trato. Sin aparente ilusión, cauteloso y casi desconfiado, desidioso en el fondo, Manzanares aportó bien poco, no se dejó ver con la mano izquierda ni una sola baza, no paró de perder pasos ante toros sin secretos ni segundas intenciones. A los dos los tumbó de estocadas casi fulminantes cobradas al paso. Aguado no pudo repetir quite mayor con el sexto de la Ventana, que cobró en el caballo demasiado y se vino abajo antes de tomar vuelo.
Ficha
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Plaza: Las Ventas Madrid. 7ª de la Feria de San Isidro. Primaveral. No hay billetes. 22.964 almas. Dos horas y diez minutos de función.
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Ganadería Dos toros -1º y 2º- de Puerto de San Lorenzo, dos -3º y 5º- de Ventana del Puerto y, completando corrida, dos -4º y 6º- de Victoriano del Río.
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Toreros Manzanares, palmas y silencio. Fernando Adrián, silencio y vuelta tras aviso. Pablo Aguado, silencio tras aviso y silencio.
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