«Cuando fui a por la espada supe que podría abrir la puerta grande»
Una semana después de abrir la puerta grande de Las Ventas, Ginés Marín concede a HOY una entrevista en la que revive lo que fue su mayor triunfo
PEPE ORANTOS
Sábado, 3 de junio 2017, 08:35
Ginés Marín Méndez acaba de marcar un hito en su carrera al salir a hombros de la primera plaza del mundo con veinte años recién cumplidos. Nacido en Jerez de la Frontera, vive y siente Olivenza como su tierra. Allí se ha hecho torero y allí quiere seguir viviendo, cerca de donde lo hacen figuras del toreo de la talla de El Juli, Miguel Ángel Perera y Alejandro Talavante.
La puerta grande de Madrid pesa mucho. ¿Tiene usted el temor de no saber digerir este triunfo?
No me da miedo porque es lo que he buscado toda mi vida desde que decidí ser torero. Es verdad que el precio del éxito es alto y mi responsabilidad ahora crece mucho, pero es lo que buscamos todos los toreros, la responsabilidad que dan los triunfos.
¿Qué fue lo primero que le vino a la mente cuando vio el segundo pañuelo en el palco y supo que esa tarde saldría a hombros de Las Ventas?
Es difícil recordar lo que pensaba en esos momentos, son instantes de mucha emoción y tardas en ser consciente de lo que está pasando. Aún así, pensé en que mi familia estaba en la plaza y en la emoción que ellos también estaban viviendo mientras disfrutaban de mi triunfo. En ese momento sentí una enorme satisfacción.
Usted sabe que ha habido quien ha puesto en cuestión la concesión de la segunda oreja, ¿cree que se ha sido injusto?
Yo creo que el triunfo es bastante claro, para mí la faena fue rotunda, fue todo muy reunido y muy importante. Por lo que conozco y he visto en Madrid y cómo vi a toda la plaza de entregada y al 'Tendido 7' en particular, creo que fue una faena rotunda.
¿En qué momento vio usted que, si mataba bien, tenía las dos orejas en el esportón?
Ya en el capote vi que el toro podía tener cosas buenas que me llevaran a conseguir un triunfo. A lo largo de la faena, a medida que el toro iba mostrando sus condiciones y la faena iba cogiendo vuelo, vi cómo la gente en los tendidos estaba muy metida en lo que yo hacía. Cuando me fui a por la espada sabía que si lo mataba tenía las dos orejas. Esos fueron momentos de mucha tensión y responsabilidad, sabía que el futuro inmediato de mi carrera pasaba por esa estocada.
Han sido muchas tardes en el campo, muchos tentaderos, muchas vacas a puerta cerrada para entrenar esa estocada, ¿temió que se le encogiera el brazo en ese momento?
No. Ha sido mucha la preparación a lo largo de los años y he prestado mucha atención a perfeccionar la forma de entrar a matar para que llegara un momento así y tener la seguridad de poder colocar una buena estocada. Sabía que lo importante era mantener la tranquilidad y tener la frialdad para ejecutar bien la suerte.
Uno de los momentos más emocionantes de la celebración del triunfo fue cuando su padre le lanzó el castoreño desde el callejón y usted se acercó a devolvérselo y fundirse con él en un abrazo ¿qué pensó en ese momento?
Ahí recordé todo lo que hemos tenido que luchar los dos juntos desde que decidí ser torero. Él siempre me ha apoyado y se ha involucrado mucho en mi carrera. En ese momento, por encima de todo, me sentí muy satisfecho.
Aunque no es un caso único, no es habitual ver esa relación paternofilial en el seno de una cuadrilla. ¿Hay algún momento en el que separe su vinculación familiar con la laboral?
Cuando entramos en la plaza yo no le veo como mi padre y él, supongo, que no me ve como su hijo. Ahí somos matador y picador. Eso no quita que la preocupación porque nos pase algo dentro en el ruedo es mutua y mayor que en cualquier otro caso.
Hay una anécdota suya hace un par de ferias de Olivenza, cuando vio que su toro se estaba llevando más castigo del necesario y su padre no le hacía caso. En ese momento usted soltó un «no le des más papá», ¿ahí se le olvidó quién era el padre y quién el matador?
Sí, hay veces que te sale por propia intuición. Normalmente digo «vale, vale», pero como no me hacía caso, tuve que tirar del 'papá'.
Una vez que usted ha abierto la puerta grande de Madrid, ha cerrado muchos debates, pero durante mucho tiempo usted ha sido considerado un privilegiado por haber sido tutelado por una empresa tan importante como la FIT desde que se convirtió en novillero con caballos. ¿Cómo cree que ha marcado eso su carrera?
Para mí ha sido una garantía y un apoyo muy grande tener a esta empresa detrás desde tan temprano, pero más que por la fuerza que tiene haberme puesto en tantas plazas como he toreado, por haberme dado el cariño que me ha dado durante todos estos años. La confianza que la FIT ha tenido siempre en mi toreo me ha transmitido mucha seguridad en mí mismo y, a la postre, ha permitido que lleguen triunfos tan importantes como el de la semana pasada en Madrid.
El Juli, Miguel Ángel Perera, Alejandro Talavante y ahora Ginés Marín. ¿Por qué cree usted que tanto talento ha elegido Olivenza para vivir allí?
En el caso de los maestros que citas, supongo que será el entorno, ellos han decidido irse a vivir a Olivenza por la tranquilidad y las facilidades que les dan sus fincas para entrenar. En mi caso, no me ha quedado más remedio. Yo he crecido allí y tengo la suerte de haberme hecho torero rodeado de todas estas figuras.
Ahora, con su triunfo, muchos andan despistados en cuanto a su origen. Todos sabemos que nació en Jerez de la Frontera pero ¿nos equivocamos cuando al referirnos a usted como 'el torero oliventino'?
No. Yo me considero de Olivenza porque allí me he hecho torero. Aunque nací en Jerez de la Frontera y allí viví mis primeros años, me he criado taurinamente en Olivenza y es Olivenza a la que considero mi ciudad adoptiva.
Usted comparte la misma empresa con José Antonio Morante y ha compartido entrenamientos y tentaderos con el maestro de la Puebla. ¿Qué le ha aportado formar parte del mismo 'equipo'?
No he tenido la cercanía que hubiera querido con él, por lo mucho que le admiro, pero cada vez que tengo la suerte de tentar con él, me considero un privilegiado. Tener tan cerca a un torero de esta categoría es poder disfrutar de algo que trascenderá en la historia del toreo. Morante tiene la capacidad de hacer vivir al público las dos caras de la fiesta en muy poco espacio de tiempo. Es tan genial que nunca sabes por dónde puede salir. Esa inquietud que causa es la que muchas veces no entiende un sector del público.
Usted dejó los estudios muy joven para volcarse en su faceta como matador de toros. ¿Qué hace Ginés Marín cuando no está en el toro?
Para mí el toro lo es todo. Prácticamente vivo por y para el toro. Cuando no estoy en el toro me gusta disfrutar del campo de otra manera. Siempre rodeado de animales para relajarme.