Vivir entre basura y escombros en un edificio destrozado en Cáceres
Viviendas sociales ·
Solo cuatro familias quedan ya en el Bloque 8 de la Junta en Aldea Moret: «Llevamos 15 años sin ascensor, no hay ni luz en la escalera», se quejanDerribado el Bloque C de Ródano, el nuevo símbolo de la marginalidad en Cáceres puede ser ya el Bloque 8, un edificio de ... viviendas sociales de la Junta de Extremadura en Germán Sellers de Paz. El patio comunitario es la imagen icónica del abandono y la desidia. «Es un estercolero. La gente se toma un yogur y lo tira allí», cuenta Maribel, que vive en uno de los 24 pisos del inmueble junto a su pareja. Llegó desde Madrid hace meses y no da crédito a lo que ha visto y sigue viendo. «He convivido con todo tipo de personas. Yo vivía en Fuenlabrada y había magrebíes, latinos... No tuvimos ningún problema. Pero esto es algo que supera lo imaginable. Un sitio sin ley, en el que nadie nos atiende, sin servicios y en el que llamas para denunciar y te ignoran», reseña la mujer.
Esa fotografía del patio, con basura y desechos, solo es el complemento a lo que el visitante y los residentes se encuentran cada día. Pisos destrozados, puertas reventadas, cristales rotos, botellas de plástico... forman parte de un 'tour' inesperado. Se mezclan la indefensión y el vandalismo con butrones entre viviendas, ventanas sustraídas y cables. El recorrido hay que hacerlo a pie por las seis plantas. No hay ascensor. «Llevamos así 15 años», lamenta otro inquilino. Los escalones se van superando a duras penas. A falta de luz siempre queda el recurso del teléfono móvil.
María, que va camino de los 70 años, sube como puede hasta su vivienda, un primer piso. «Nadie nos hace caso. Un día se nos cae el techo encima», se sincera mientras Jesús, su marido, señala con la mano en la cocina. La humedad ha hecho acto de presencia en varias estancias y los azulejos han cedido.
Es media mañana y hay movimiento en Aldea Moret. Germán Sellers está al fondo del barrio, tras adentrarse en el mismo por Río Tíber y Ródano. Desde la casa de Maribel se ve cómo está quedando la reforma en el edificio de Juan García García que está justo enfrente. Un desembolso de dinero público que de momento luce mucho más que el invertido en el Bloque 8. «Terminarían la obra en diciembre y yo vine poco después y ya estaba todo destrozado. Hemos escuchado durante las noches los golpes en los pisos, llevándose cosas y destrozando paredes y material», rememora esta vecina, de las pocas que quedan. «Ya solo somos cuatro los que vivimos aquí y hay 24 pisos. En el cuarto hay una pareja que a veces ha venido, pero poco. Los demás no vienen o directamente se han marchado», relata A. B. Evita que se publique su nombre por temor a represalias. Maribel cuenta que una pareja a la que adjudicaron otra vivienda vio el estado en el que se encontraba y decidió irse.
Una pareja ha tenido que poner sus nombres en la puerta de casa ya que recibían visitas a cualquier hora en busca de droga
En los últimos días ha sido noticia la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura que avalaba el derecho de otra afectada, María del Mar, a renunciar a un piso social por el estado deplorable en el que estaba. «No era digno, no se podía vivir allí», ha reconocido la mujer. A. B. paga 58,58 euros mensuales de alquiler pero dice que no tienen llaves ni de los buzones. «Si me tienen que traer una carta la llevan a casa de mi hija, aquí ni me llega», sugiere. Las deficiencias de su piso las está costeado con su pensión. «Llamas al arquitecto de la Junta y a Servicios Sociales y no te hacen caso», abunda. Se está planteando dejar de pagar.
Un paseo por las estancias comunes confirma que esas cuatro familias que resisten están haciendo un ejercicio de supervivencia. «He ido a todos lados. He pedido que me trasladen a otro sitio. Nada», insiste A. B. Repite el problema de no disponer de ascensor para llegar a un tercero. Tiene 65 años, ha sido operado de varices y sufre artrosis, revela. Jesús Vázquez, de 68 años, coincide en que el abandono es absoluto.
No se cambia de casa porque no puede, pero las deficiencias se multiplican sin respuestas de la administración. Curiosamente, un cartel preside la entrada. Es de la antigua Consejería de Movilidad. 'Obras de acondicionamiento de viviendas en Cáceres', se lee. La inversión, 99.280 euros. Aparece el nombre de la constructora en una puerta metálica y oxidada. HOY ha solicitado a la Consejería de Infraestructuras información sobre los pasos que va a dar para recuperar el inmueble así como de las inversiones que se han hecho. No hay respuesta.
Una piedra
Cascotes, botellas... el pavimento está sucio y es difícil no tropezar con restos de ladrillos o cables. Han reventado puertas blindadas y muros. Más arriba, otro cartel de reformas de la Junta. Es de septiembre de 2022. Los cristales se reparten por el suelo y una grieta sacude la fachada interior. El telefonillo cuelga de la pared y en un ventanal de la quinta planta reposa una piedra. Si cayese a la calle provocaría daños graves a cualquier viandante.
Camino de vuelta, escaleras abajo. En uno de los portales habitados aparece el nombre de la pareja que reside. «Hemos tenido que ponerlos porque venían individuos a cualquier hora a comprar droga. Por lo menos que sepan que aquí vive una familia decente», explican. «A veces se ama el recuerdo, no la persona», se lee en una pintada ya en el portal. El visitante se despide del Bloque 8 de Aldea Moret, destrozado, mugriento, dejado. Cuatro familias siguen condenadas a vivir allí cada día.
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