El tatami más pequeño que colecciona medallas en Cáceres
La escuela de Jiu-jitsu del gimnasio Atenea, una de las cuatro de la ciudad, triunfa pese a contar solo 12 metros para practicar
El lugar donde más de una treintena de niños y niñas cacereños practican lucha cuerpo a cuerpo no es más grande que la sala de ... estar de un piso estándar. Son, en concreto, 12 metros cuadrados de tatami en donde reina el Jiu-jitsu, un deporte de combate y sistema de defensa personal que surgió en el Japón feudal pero fue desarrollado en Brasil hace aproximadamente dos siglos. Allí, juntitos pero organizados dentro del gimnasio Atenea de El Junquillo estos pequeños deportistas han encontrado una actividad motivadora y que les ha hecho cosechar medio centenar de medallas durante el curso que ahora se clausura. Una muestra de que el tamaño no importa cuando hay ganas.
«Es un derivado del Judo que llegó a Japón y se demostró que era bastante eficaz», explica David Hinojal, el maestro que va saludando uno por uno a los niños que van entrando por la puerta, con familiaridad y educación. «Hay más respeto que agresividad», define después de señalar que en este deporte hay «inmovilizaciones, dislocaciones, estrangulaciones...» y otros términos que suenan a tortura. «Suena feo, pero no», ríe. La idea es que un individuo pequeño pueda defenderse con éxito frente a un rival más fuerte a través de esta técnica, un arte marcial que aún no es demasiado conocido, al menos no tanto como en Taekwondo, el Judo o el Karate, los grandes pesos pesados del deporte que llega de Oriente. «Es relativamente nuevo y todavía falta conocerlo un poco más». A diferencia del Taekwondo y el Judo el Jiu-jitsu no es olímpico. El Karate lo fue en Tokio 2020, pero no en los últimos juegos de París.
«Lo más importante que logramos transmitir es el respeto, escuchan y entienden que la jerarquía es conocimiento»
Este es uno de los cuatro equipos que hay en la ciudad, pero probablemente, según explica David, sea el que cuenta con un espacio más pequeño para su práctica. «No llegamos por muy poco a 50 podiums este año, desde septiembre hasta ahora», destaca mientras hace hincapié en que se mezclan las edades, de 4 a 13 años. «Aquí se valora el grado, el conocimiento, lo más importante que logramos transmitirles es el respeto, entienden muy bien la jerarquía, escuchan muy bien porque entienden que la jerarquía es conocimiento», destaca subrayando esa parte más relacionada con el desarrollo mental y el empoderamiento «Cuando se les da una indicación no lo piensan, lo hacen porque entienden que es lo mejor».
La escala jerárquica se establece, igual que en otras artes marciales, por los colores de los cinturones. Blanco, azul, morado, marrón, negro, negro-rojo, blanco-rojo y rojo es la escala en la que se va avanzando, destaca este monitor.
El Open de Kimura que se celebró en Sevilla, el campeonato de España en Guadalajara y los Judex de Extremadura son los lugares de los que se han traído medallas. «En todos se nos ha dado bien, a la competición nacional les llevé para que perdiesen, quería que se les bajaran un poco los humos pero fueron ocho y nos trajimos un oro, dos platas y tres bronces, me salió un poco mal la estrategia», bromea David, que tiene dos grupos (medio-iniciación y medio avanzado) que practican dos días a la semana.
También es importante, y lo destaca David, cómo esta actividad se integra en el tejido de un barrio que no para de crecer y que permite, sin necesidad de coger el coche, tener garantizada una actividad extraescolar.
Para David es más importante el trabajo constante y las ganas que tener unas grandes instalaciones. Él se enganchó a esta práctica un poco por casualidad. «Yo iba buscando otro deporte, y como no tenía compatibilidad por horarios, una amiga mía me lo recomendó, me cuadró y en cuanto conocí a mi maestro me enamoré». ¿Cuál fue la magia que le atrapó? «Él lo cuenta con más ilusión que un niño la cabalgata de Reyes, 10 minutos hablando con él y piensas que estás en el sitio adecuado».
Experiencia
Todos los alumnos de David Hinojal quieren contar su experiencia con el Jiu-Jitsu. Lo hace Hugo Serrano Ibáñez, que tiene nueve años y ya lleva dos aprendiendo. «Luchamos mucho, hay movimiento y lo pasamos bien», describe. Andrea García también tiene nueve y lo practica por aprender a defenderse, tal y como explica. Ella es una de las medallistas estrella de la escuela, con cuatro logradas en las diferentes competiciones.
Kimonos, que en Jiu-Jitsu se llaman 'Gi' de color púrpura, rosa, rojo o negro van llenando los 12 metros cuadrados mejor aprovechados del deporte local. Y todo fluye, llenándose de movimiento y ritmo.
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