Marcelo Sánchez-Oro: «El problema de Cáceres es que no sabe qué tipo de ciudad quiere ser»
El profesor de Sociología de la UEx edita 'Microsociología para andar por Cáceres', un libro con 150 artículos publicados en HOY desde el año 2011
Una década de reflexiones sobre la capital cacereña desde el punto de vista sociológico y muy orientadas a la actualidad es lo que puede encontrase ... en el libro 'Microsociología para andar por Cáceres', en el que el profesor de la Universidad de Extremadura Marcelo Sánchez-Oro ha recopilado gran parte de sus colaboraciones con HOY en la segunda década del siglo XXI.
–¿El libro puede servir como una guía sociológica de Cáceres?
–Creo que da pinceladas sobre qué tipo de ciudad tenemos. El libro aporta una visión transversal desde 2011 hasta 2020, con artículos que se van desde los efectos sociales de la crisis económica, que ahora parece que nos queda muy lejos pero impactó en todo, otros que se recrean en las contingencias políticas y cómo las resolvemos los cacereños y las cacereñas, otros que aportan datos sociológicos sobre los estilos de vida o la forma en la que la gente se expresa, hay también artículos de denuncia sobre temas como el chasco de Alzapiernas o el hotel de Godoy..., todo recopilado desde el punto de vista de un sociólogo, que creo que es un buen contrapunto a la tendencia que hay en Cáceres de abordar los asuntos con una visión muy historicista, muy economicista o muy jurídica.
–¿Qué peculiaridades sociológicas tiene la ciudad de Cáceres?
–Esa es una buena pregunta, porque en Cáceres tenemos un problema desde hace mucho tiempo, y es que no tiene muy definido el perfil de qué quiere ser de mayor, no sabe qué tipo de ciudad quiere ser. Ese es uno de los hándicap que están pesando sobre su desarrollo. Es quizás por esa sensación de frontera, que ni se siente del todo del norte de Extremadura, con su peso castellano, ni del sur, con su peso andaluz. No tenemos un modelo a futuro ni una misión como ciudad.
–¿A qué se debe?
–Ocurre una cosa, y es que en Cáceres no cuajan liderazgos sociales y políticos consistentes. No hay un grupo de personas que aúne a la ciudad, y por eso la sociedad cacereña se acciona ante cualquier dilema, ya sea el Buda, la Cruz o la mina. Y eso pasa porque ni ha habido ni hay un liderazgo importante que esté por encima del mero liderazgo político, como sí vemos en otras ciudades, donde gente que ha gobernado con un determinado partido político ha atraído también la adhesión de otras sensibilidades. Eso es algo que en Cáceres no cuaja, porque aunque ha habido algunas figuras relevantes como José María Saponi o Carlos Sánchez Polo, son políticos que al final tienen una adscripción demasiado partidista, y que en ambos casos no dejaban de ser alcaldes de barricada.
–¿Puede poner un ejemplo de ciudad extremeña donde sí exista ese liderazgo?
–Lo ha habido en Badajoz y lo hay ahora en Mérida. Un ejemplo muy evidente es Plasencia, que es una ciudad que tiene muy claro lo que quiere ser: la capital de norte de Extremadura. Otra cosa es que lo consiga y que la lógica de la historia no le permita muchas veces el desarrollo que potencialmente tiene. Plasencia ha tenido liderazgos muy potentes. Tenemos ahora a Pizarro, pero anteriormente hubo otros como Cándido Cabrera o José Luis Mariño. Son alcaldes que cohesionan la ciudad, que están por encima de su partido político.
–¿Cáceres no ha tenido ni tiene alcaldes así en las últimas décadas?
–No, no lo he visto en ninguno.
–¿Tampoco en Rafael Mateos?
–De momento no. Es cierto que tiene por delante una legislatura y parece que tiene una personalidad que le podría elevar por encima de sus adscripciones políticas, pero hay que ver cómo evolucionan las cosas.
–¿Le ha generado problemas decir y escribir tan claramente lo que piensa en una ciudad en la que al final se conocen todos?
–Alguna vez, el que más recuerdo es un artículo sobre el paso atrás que dio Luis Salaya de no seguir en la oposición manteniendo el pulso después de las últimas elecciones, que puede que generara algún malentendido. A él no le sentó bien que hablara de la 'generación Salaya', que puede que sea generalizar, pero es verdad que hay generaciones en política y que cada una tiene una impronta, desde la de la Transición y la de los 'baby boomers' hasta las más actuales generaciones 'millenials', porque cada una ha tenido que hacer unas recomposiciones mentales e ideológicas para que no se las llevara la corriente.
Cambios
–¿Ha cambiado mucho Cáceres en estos 10 años y pico que reflejan los artículos del libro?
–Ha cambiado poco, y además la percepción general que hay es que lo hecho para peor. Se han dejado pasar trenes que no volverán. Un ejemplo es lo que pasó con El Corte Inglés, que fue un tremendo fracaso como ciudad. La sensación general es que Cáceres no ha sabido reinventarse, y emocionalmente eso tiene un peso para la gente.
–Pero el cacereño es muy de presumir de ciudad, de sentirse orgulloso de ella.
–Porque nadie reconoce que puede ser infeliz, lo vemos en las encuestas sociológicas. Pero la dinámica de la ciudad es de perder población y empresas, de estancamiento, de que cuesta muchísimo trabajo conseguir que se haga cualquier cosa. Es la realidad. Es una ciudad una relativamente aislada, muy provinciana, con muy poca dinámica social en el sentido de flujo de población que renueve el componente demográfico.
–¿Eso cómo se cambia? Ni siquiera la llegada de la universidad parece haber conseguido cambios sustanciales después de tantos años.
–Exactamente. La universidad es una institución que generó una gran expectativa cuando se implantó por todo lo que iba a incorporar en la ciudad. ¿Pero al final cuál es la función social de la universidad? Pues muchas veces queda relegada a la función académica y científica, y se queda ahí metida. La gente compara esta dinámica, por ejemplo, con la de Salamanca y ve que no es lo mismo. Aquí los alumnos están fuera de la vida local y urbana. Mucha gente coincide, y estoy de acuerdo, en que fue un error llevarse la universidad fuera de la ciudad. Luego, a nivel de mentalidad, tampoco ha servido para generar un cambio, y esa es una autocrítica que está asentada en el propio ámbito universitario, que no hemos sabido trasladar a la ciudad los debates que sí hay en el ámbito universitario. En ese sentido sí me parece un acierto el paso que ha dado Rafael Mateos al crear una comisión conjunta en laque se vea cómo se puede aprovechar mejor ese recurso.
–¿Si pudiera darle un solo consejo como sociólogo al nuevo gobierno municipal de Cáceres con la garantía de que le va a hacer caso, cuál sería?
–Consejos no tengo. Sólo diré que el gobierno municipal tiene un reto muy importante y lo que hace falta es poner los focos largos para determinadas decisiones. Por ejemplo, el debate sobre el Buda me parece espúreo, habría que seguir adelante y no replantearlo ni reconducirlo. Igual que la mina, con la que desde el principio se han cometido errores, el primero el PP de Elena Nevado al cuestionarla. Y si hablamos del PSOE, que es lleva la palabra obrero en su nombre que tenga en cuenta que la clase obrera es industrial y que Cáceres es una ciudad de estación minera de toda la vida.
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