«Hasta que el alzheimer me devore», así se titulaba la obra de teatro que Juan Margallo (Cáceres, 1940) escribió, protagonizó y estrenó en ... el año 2021 en la Sala Mirador de Madrid. La dirigía Petra Martínez (Linares, 1944), su compañera de arte y de vida (se casaron en Gibraltar), y sobre la escena se representaba la biografía del actor, haciendo hincapié en su infancia cacereña y en su etapa extremeña de formación.
Juan Margallo contaba anécdotas e historias de su padre, un militar montanchego que se jubiló de coronel, descendía del famoso general Margallo y tenía un aspecto tan severo que se parecía a Kafka. Juan recordaba sobre la escena cómo su padre se salvó de morir fusilado en la Guerra Civil por la intercesión de un brigadista mexicano, hablaba de su tío Alfonso, al que acabaron cortándole una pierna por culpa de la rozadura de un zapato y tenía un burro llamado Gitano que lo traía a casa después de cada borrachera.
En ese espectáculo, había una segunda parte con el escenario ocupado por un bombo de la lotería. El actor sacaba bolas y cada número correspondía a una anécdota que Juan contaba con mucha gracia, aunque cuando llegó a Madrid le decían que tenía una cara muy seria, muy de extremeño. Entre esas anécdotas, estaban las de su época de estudiante de teatro en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) madrileña, que compaginaba con la de vendedor de tubos fluorescentes, chófer de una señora rica o encuestador hasta que entró en el teatro María Guerrero como meritorio para trabajar con Arturo Fernández en «Dulce pájaro de juventud».
En el examen de ingreso en la RESAD, los profesores no lo calificaron porque tenía un acento extremeño muy cerrado y no le entendían nada. Pero lo admitieron y a los pocos meses estaba trabajando con los grandes directores de la escena española: Tamayo, Alonso de Santos, Luis Escobar.
Juan Margallo había iniciado el Bachillerato en el colegio San Antonio, del que se fugaba para jugar a las cartas o irse en autostop a Madrid con 15 años. Como era mal estudiante, su padre lo metió en la banda militar para que tocara el tambor y la corneta. Fue en aquel Cáceres de los años 50 donde nació su vocación teatral y actuó por primera vez: representó en el Gran Teatro, con Jacinto el de la Salmantina, otro gran actor aficionado, la comedia «Militares y paisanos», de Emilio Mario (hijo), con el grupo de acción católica El Retozu.
En esos años, mientras maduraba su vocación de actor, Juan Margallo fue campeón de Cáceres de salto con pértiga, o mejor, con palo: cuando fueron a la fase de sector en Toledo, le dieron una pértiga real y no sabía qué hacer con ella, saltó menos que el ganador de salto de altura, pero como eran dos, quedó subcampeón; vendió a chatarreros balas perdidas que recogía del campo de tiro militar y fue el ilusionista profesor Margus tras quedar fascinado por las actuaciones del mago Karleodopol III. Actuaban juntos gratis en obras benéficas y Margallo imitaba a Gila, era caricato y contaba chistes.
De Madrid, tras acabar los estudios de arte dramático y formarse en la escena clásica, se fue a París y a Londres, donde trabajó como camarero y guitarrista. Fue en 1966, al regresar a España, cuando cambió de estética y de filosofía teatral e inició la aventura del teatro independiente. Pero esa etapa ya se cuenta en los documentados obituarios que llegan desde Madrid.
Juan Margallo no se alejó nunca de Extremadura. Volvía por aquí en cuanto podía. En 2015, inauguró el curso en la Escuela Superior de Arte Dramático de Cáceres, que entonces era la más joven de España. Pronunció un emotivo discurso y allí estaban sus amigos del colegio San Antonio, del Retozu y del mago Margus: Agusti Valiente, Jacinto el de La Salmantina, Luis Pache…
Tras la inauguración, fuimos a cenar al desaparecido restaurante de Rafael Arnáiz. Tomamos merluza para comer y tila para dormir. Me contó otra anécdota más, de cuando el príncipe Juan Carlos fue a verlo en 'Historia del Zoo' de Edward Albee. El futuro monarca tenía prisa y hubo que representar una versión corta de media hora. «Si esa obra no se entiende bien completa, imagínate tú en media hora», me comentó entre risas. Después lo acompañé al Alfonso IX, el hotel de Lola Flores y Manolete, de los militares kafkianos y los actores de gira. Nos despedimos, nos dimos un abrazo y se fue a dormir.
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