Héctor Abad Faciolince
«Escribir me permitió hacer las paces con mi pasado trágico»El escritor colombiano, autor de 'El olvido que seremos', inaugura esta tarde en la Biblioteca Pública un nuevo ciclo del Aula Valverde
La literatura, que es la vida, está plagada de historias familiares. Héctor Abad Faciolince (Medellín, Colombia, 1958) firmó en el año 2006 la novela ... testimonial 'El olvido que seremos', que gravita sobre la figura de su padre, Héctor Abad Gómez, médico humanista asesinado en Medellín en 1987 por un grupo paramilitar. La obra, que se convirtió en película de la mano de Fernando Trueba, fue un hito literario, el mayor éxito de Abad Faciolince, que esta tarde protagoniza un encuentro con público y lectores en la Biblioteca Pública de Cáceres (19.00 horas), un acto que inaugura una nueva edición del Aula José María Valverde, que organiza la AEEX, la asociación de escritores de Extremadura. Mañana se reunirá en el IES Ágora con alumnos de Bachillerato de dos institutos cacereños.
–¿Qué supuso en su carrera 'El olvido que seremos'?
–Yo siempre quise ser escritor, desde los 13 años. Pero en los primeros libros solo me estaba preparando para escribir algo más importante. Yo no hubiera querido nunca que la experiencia que es el origen de ese libro, el asesinato de mi padre, sucediera. De hecho, cuando a él lo mataron, mi impulso para la escritura se quedó bloqueado durante muchos años. El asesinato de mi padre me dolía mucho y yo quería de alguna forma, olvidar.
–¿Y cuándo decidió escribirlo?
–Pasó el tiempo y ese olvido temporal, ese poner en suspenso esos hechos para poder criar a mis hijos y cuando tenía casi 50 años me decidí a escribir 'El olvido que seremos', y me trajo los lectores que ninguno de mis libros anteriores me habían traído y me abrió muchas puertas a nivel internacional, muchas traducciones.
–¿Escribir el libro tuvo algún efecto curativo? ¿Poner las cosas en negro sobre blanco ayuda a mitigar el dolor?
–Esa historia había quedado suspendida o entre paréntesis entre otras cosas porque yo quería criar a mis hijos como me habían criado a mi, con optimismo y alegría vital y mucha emoción por la oportunidad de estar vivos. Por eso yo no hablaba de ello. Pero también me di cuenta que siendo mi padre una figura tan importante en la conversación familiar, estando siempre tan presente para mis mismos hijos que ya eran adolescentes iba a ser importante lo que no habían conocido. Ese fue el primer intento, que no era curativo, sino pedagógico, y sin embargo, sin yo quererlo, sí fue sanador sin haberlo buscado. Ese libro no fue solo un antes o un después en mi carrera literaria, sino representó una serenidad y una madurez personal que me permitió hacer las paces con ese pasado trágico.
–Su último libro publicado 'Salvo mi corazón todo está bien' también es una vivencia. No necesita inventar, las historias están en usted.
–Yo no soy un escritor de literatura fantástica ni de ciencia ficción, y ni siquiera de gran inventiva en cosas que no haya experimentado. Todos los libros que yo he escrito están basados en mi experiencia. Todo novelista requiere vivir mucho, no creo en novelistas muy jóvenes o muchachos, puede haber poetas con 15 años, pero novelistas no me parece. Y sí, el último libro está basado en una persona real, en un cura real que fue una persona muy importante para los que nos criamos en Medellín en los años 70 y 80, porque sin ser yo creyente a él le debo parte de mi interés tanto por el cine como por la música clásica. Y es verdad que él enfermó del corazón y estaba esperando un transplante, y es verdad que, aunque no lo pongo en el libro, él se fue a vivir a casa de mi ex mujer con mis dos hijos.
–Una casa en donde se respiraba mucho amor por la vida.
–Pues sí. A mí me interesan mucho esas historias en las que a pesar del dolor, de la amenaza de muerte, de una enfermedad grave, la vida, la alegría y la belleza se sobreponen y no dejan que la amargura o las cosas tristes nos hundan del todo. Creo que la tristeza hay que vivirla también a fondo y forma parte de la vida, hay que aceptarla. Esa fue una enseñanza de mi madre.
–La tragedia y el dolor, mezclados con un gran vitalismo, caracterizan su país, Colombia.
–Colombia, como muchos países de América Latina, tienen una dosis de violencia interna muy grande, nosotros no tenemos guerras internacionales, respetamos las fronteras, pero internamente hay una gran violencia producto de la gran desigualdad económica que hay, del hecho de que unos pocos tengan tanto y tanta gente tenga tan poco. La pobreza extrema es como la leña, alimenta la violencia desmedida a la que no hemos podido darle solución. Pero en ningún país que sufre, la alegría o las ganas de vivir desaparecen, incluso en Ucrania, un país en guerra en el que estuve el año pasado, me di cuenta de que también ellos, en medio de una invasión terrible e injusta trataban de mantener viva la ilusión.
«Es la primera vez que visito Extremadura y me hace mucha ilusión conocer la tierra de mi amigo Javier Cercas»
«La violencia en América Latina es producto del hecho de que unos pocos tengan tanto, y tantos tengan tan poco»
–¿Y ahora cómo está Colombia?
–Tenemos la posibilidad de elegir libremente a nuestro presidente, a diferencia de lo que sucede en Venezuela. Yo espero que cuando se acabe el periodo de Petro haya de nuevo elecciones libres y democráticas, esa es nuestra mayor esperanza, conseguir con la democracia los cambios y las reformas que necesitamos para poder ser un país mejor.
–¿Había venido antes a Extremadura?
–Nunca, es una de las ilusiones más grandes que tengo desde hace mucho tiempo. Quiero conocer Medellín, por el nombre de mi ciudad, ir al sitio donde nació mi gran amigo Javier Cercas, al sitio donde Andrés Trapiello pasa siempre sus vacaciones y ha escrito tanto sobre Extremadura con tanta pasión y amor. Tengo muchísima curiosidad por ir. De momento voy a visitar solo Cáceres, pero intentaré conocer más lugares. Me interesa mucho la historia de Hernán Cortés.
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