Bendito aburrimiento
Análisis ·
Campañas electorales como la de Cáceres, sosa y sin sobresaltos, tranquilizan porque son un síntoma de consolidación democráticaDicen los sabios y los prudentes que una democracia que funciona bien tiene que ser aburrida. Si eso es cierto, la campaña electoral que hemos ... pasado en Cáceres (y en general en Extremadura) ha sido un ejemplo de democracia. Si tampoco ocurre nada reseñable durante la votación de este domingo y toda la emoción se reserva para la noche en el recuento de los votos, será la democracia ideal. A quienes les va la marcha y entienden las campañas, y por extensión la política, como un ataque sin cuartel al adversario, estarán decepcionados. También hay periodistas quejosos de que apenas haya habido titulares suculentos que llevarse al teclado o al micrófono.
Una vez me dijo un amigo venezolano en medio de una campaña electoral: «No saben la suerte que tienen». «¿Por poder votar en libertad?», le pregunté. «No, porque nadie va a poner en duda el resultado». Me impactó. Fue antes de que llegara Trump y nos diéramos cuenta de que, incluso en las democracias aparentemente más consolidadas del mundo, eso que tanto envidiaba mi amigo venezolano puede de repente desvanecerse y precipitar a un país al caos, como no estuvo tan lejos de ocurrir en Estados Unidos el día de la toma del Capitolio. Se me vienen también a la cabeza las 72 horas de tensión extrema que vivimos los españoles entre los atentados islamistas del 11-M y las generales de 2004, con el descarado intento de algunos de sacar tajada política sin importarles que eso pudiera desgarrar las costuras democráticas del país, que al final aguantaron e incluso se fortalecieron.
Los episodios de fraude en el voto por correo que han salpicado España en los últimos días de campaña, entre ellos el denunciado por el PSOE en Casares de Hurdes, pueden parecen anecdóticos, simples hechos aislados, pero son un aviso. Por eso me tranquilizan las campañas sosas como la de Cáceres, sin polémicas serias y donde, a diferencia de lo que ocurre a nivel nacional, los pocos rifirrafes dialécticos son más de cara a la galería militante que enfrentamientos de verdad. No hay denuncias, ni acusaciones de fraude, ni parece que pase nada. Hasta da la sensación de que los candidatos se llevan bien por muy alejadas que estén sus ideologías. Ni siquiera la mina de litio de Valdeflores ha generado demasiada tensión, al menos entre los principales partidos. Tampoco las muchas formaciones minoritarias de corte localista que se presentan y que necesitaban publicidad han querido jugar la baza del ruido ni utilizar la estrategia facilona de armar alboroto para hacerse notar.
Bendita democracia aburrida, no por santa, sino por feliz.
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