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Testeando el chasis

PLAZA ALTA ·

Lunes, 5 de octubre 2020, 08:17

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Echo de menos levantarme de la siesta –a la que he sucumbido en los últimos quince años no más de una treintena de veces– y que mi abuelo nos dijera aquello de «Este niño ha pegado otro estirón, Pepita». Así que me incorporo sin haber crecido un milímetro tras una calentura importante que, seguramente, fuese fiebre, pero prefiero obviarlo –más que nada porque sigue sin haber barra libre– y puedo prometer y prometo que los bajos del pantalón no me quedan pesqueros. Así que para activarme, y a falta de una tarea de más enjundia que me saque de este sopor intolerable, realizo, a petición de mi hijo, un test que consiste en contar el número de veces (65) que puedo saltar con los pies juntos un rollo de papel higiénico de un lado a otro durante un minuto. Leo en la web de donde ha sacado el chiquillo la ocurrencia, que he alcanzado el «nivel bubilla». O sea, que supero ligeramente el «nivel cadáver», aunque aún estoy muy lejos de alcanzar el «nivel koala escayolado». Imposible, por supuesto, alcanzar el «nivel gato abrazado a la lámpara del techo» que ha rozado esta criatura (101), una versión mejorada de la especie que comparte mi sangre, la de su madre y la de Batman o Robin, tanto da. Luego me he aplicado para superar otros test, como el inevitable del café ardiendo (suspenso lingual); el del pastel de calabaza que no sube (porque abro mal y pronto la puerta del horno); el test de las muchas envidias –deporte nacional– al echar un vistazo a un número atrasado de Mens Health, donde hasta chefs mediáticos lucen cuerpazo; y no podía faltar el test de la realidad inmedianta –la que sucede fuera de las cuatro paredes de cada hogar de esta ciudad y de otras tantas–, que puede coincidir con las noticias de La Primera, pero nunca con las de Telecinco, «escalofriante suceso», y a veces con las de LaSexta. Me quedan pendientes, por tanto, el test de la «normalidad relativa» y el ensayo de la «vuelta a la normalidad», que ya va por su decimoquinta actualización o reajuste, y que no puntúa, creo, para los Juegos Paraolímpicos. Y digo yo que si hemos llegado tarde tantas veces, va siendo hora de que la clavemos, aunque sea degustando turrones y garrapiñadas en San Francisco sin luces ni villancicos ni ganas.

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